Se detuvo frente a la puerta del dormitorio de Malik con un nudo de nervios en la boca del estómago. Entre sus manos sujetaba una bandeja con sopa humeante que había ido a buscar al comedor. Sin saber bien cómo llamar, hizo equilibrios y se dijo que no tenía futuro como camarera cuando llamó apresuradamente con los nudillos.
Al llegar a Tierra de Partida ella misma estaba temblando por las malditas ropas y había empezado a notar una desagradable picazón en la nariz. Pero, después de acompañar a Malik, preocupada porque hubiera pillado un catarro grave, corrió a darse una ducha caliente. Y se sintió mejor de inmediato. Ay, si hubieran podido disponer de agua caliente con tanta facilidad en su casa de Atlántica…
Ahora, con el pelo bien seco y un vestido cómodo de algodón, se balanceaba sobre los talones mirando nerviosamente a su alrededor. Se preguntó si la gente pensaría algo raro al verla delante de la puerta de Malik a esas horas —porque ya había pasado la hora de la cena…—.
«¡Demonios, llevas una maldita bandeja! ¿Qué van a pensar, maldita paranoica?»
Se removió en su sitio, nerviosa. ¿Era cosa suya o le parecía escuchar el sonido de una ducha?
Volvió a mirar en derredor y llamó de nuevo, esta vez con más energía.
—¿Malik? Eh… ¿Puedo pasar?
Le había dicho que se pasaría luego a ver cómo estaba, y a hablar un poco, pero quizás se le había olvidado. Al final, nerviosa ante la idea de que la encontraran esperando como un pasmarote en el pasillo, llevó una mano al manillar y comprobó que la puerta estaba abierta.
«Lo… consideraré una señal».
Se asomó lentamente. La habitación estaba iluminada por una suave luz, pero vacía. Y desde ahí se oía con claridad la ducha. Cerró la puerta sin hacer ruido y se apoyó contra la misma. En cuanto escuchó el chasquido al cerrarse se dijo que estaba siendo una maleducada y que debería esperar fuera. Decidió quedarse esperando en el pasillo, aunque antes se encaminó a una mesita de luz para dejar la bandeja sobre la misma.
Iba a marcharse pero, entonces, Malik salió del baño.
—Ho-hola—balbució, levantando estúpidamente la mano.
Malik llevaba unos pantalones, pero su torso estaba desnudo y todavía húmedo por la ducha y se estaba secando con una toalla. Fátima notó que le ardía la cara y apartó la mirada, clavándola en una lamparilla de mesa.
—Perdona por haber entrado. Es que… Bueno, me daba un poco de vergüenza que me vieran esperándote fuera.
Debería haberse quedado en el pasillo, definitivamente. ¡Qué burra era! Pero… Sonrió casi sin darse cuenta y se mordió el labio inferior. Nunca se le ocurrió que volvería a ver a Malik como en Nunca Jamás. Y ahora… Ahora pensar que algún día ellos dos… Y que, si conseguía valor, podría incluso tocarle y considerar que era… Era suyo de alguna forma…
Se pasó una mano el pelo y respiró hondo.
«Ahora la que parece que tenga fiebre soy yo».
—Eh… ¿C-cómo estás? —dirigió una mirada furtiva en dirección a Malik, que ya se estaba poniendo una camiseta—.¿Te encuentras mejor?
Malik de repente le parecía inconmensurablemente atractivo, pero incluso así no pudo evitar fijarse que no tenía buena expresión y cuando se acercó con pasitos tímidos comprobó que no parecía estar respirando muy bien. Pronto empezaría con la tos. Lo mejor era que se acostara y descansara todo lo que pudiera.
—Métete en la cama —le indicó—. Te he traído un poco de sopa, por si tenías hambre. E… incluso si no, deberías tomar algo caliente —esperó a que Malik se hubiera metido en la cama y luego titubeó. Al final optó por coger, pidiendo permiso, la silla que Malik utilizaba para sentarse en su escritorio y la acercó al cabecero de la cama. Al sentarse le tendió la bandeja y luego entrelazó los dedos—. Me sabe mal que te hayas enfermado… Pensaba que en Agrabah estabais acostumbrados a las noches frías—esbozó una sonrisa tímida.
Jamás había entrado al cuarto de Malik y no podía evitar mirar a su alrededor con interés, sintiéndose un poco cohibida. Entonces se encontró con la conejita de Malik, que había estado todo aquel rato debajo de la mesa y no se había fijado en ella.
—Es preciosa. ¿Crees que le importará que la toque?
Si Malik conseguía atraer a Asah, Fátima intentaría extender la mano para acariciar su curioso pelaje verdoso. Poco a poco se consiguió relajar, charlando de cosas tontas con Malik.
El tiempo transcurría a toda velocidad y Fátima se daba cuenta, embobada, de que, a partir de ahora, podría entrar a la habitación de Malik cuando quisiera. Y viceversa, claro. Y que podrían hablar sin problemas, sin mentiras. O eso esperaba.
Mientras veía a Malik respirar mal y empezar a toser, se dijo que por lo más sagrado, lucharía por intentar evitar hacerle daño a la persona que la había aceptado como era. A la primera persona que había correspondido sus sentimientos.
Esa noche decidió que le haría feliz costara lo que costara.
Cuando el reloj tocó las doce y media se levantó y recogió la bandeja.
—Creo que ya es hora de que me vaya. Mañana hablaré con Lyn y le explicaré que estás enfermo, así que descansa tranquilo.