Perdóname, pero el post es exageradamente enorme xD
Le estaban esperando fuera de su casa, parecía que su partida era inminente. Su sueño de abandonar ese aburrido pueblucho se había hecho realidad, era como un milagro. Al fin podía despedirse de su rutina.
Se preguntaba lo que pensarían sus compañeros de clase y del Club de Struggle. Supuso que estos primeros se mostrarían indiferente ante su ausencia, salvo algunas pocas excepciones. En cambio, se imaginó que los del Club seguramente le echarían bastante de menos, pues era de los más populares del equipo, ya que se pasaba muchas tardes absorto en combates de espada. Ahora que les iba a abandonar, valoraba mucho más a esos fanáticos de los combates. Quizás después de todo eran sus amigos...
Incluso con las prisas que llevaba, decidió echar un vistazo rápido antes de salir de casa. Pudo observar los cuadros que Ágatha Furier dibujaba en sus tiempos libres, colgados por el pasillo. También examinó el jarrón de tulipanes azules que una vez rompió mientras jugaba al balón, de pequeño.
Se le hacía tan raro abandonar su hogar... pero finalmente lo hizo, no quería causar molestias a Ronin y a Kazuki, ya que le estaban esperando.
—
Se te ha olvidado ponerte la armadura —le advirtió Ronin, aunque no tuvo que girarse hacia su alumno para comprobarlo.
—
Cierto —afirmó el chico con un ligero asentimiento de cabeza, buscando la pieza de metal de sus bolsillos.
Recordó lo que Kazuki le había dicho, y es que tenía que adherirla a alguna parte del cuerpo y luego golpearla. Sin hacerles esperar más, incrustó sin problemas el orbe azulado en su pecho y procedió a golpearlo suavemente. El joven empezó irradiar un aura celeste, del mismo color de la joya metálica incrustada, que iluminó todo su cuerpo con intensidad, ocultándole por unos segundos de sus espectadores. Cuando el destello desapareció, el chico pudo comprobar cuanto había cambiado su apariencia.
La armadura gris le envolvía todo el cuerpo; además era bastante ligera y fina, por lo que la hacía bastante cómoda. Equipaba un par de botas azules de gran tamaño, al igual que los guantes. Tenía múltiples cinturones en el pecho bajo el orbe celeste que se mantenía ahí alojado. Se quitó el casco para observarlo con mayor detenimiento; era azul también, y contaba con un visor que protegía sus ojos y le permitía ver perfectamente.
—
Me queda bien, ¿verdad? —comentó el sonriente muchacho con orgullo, girándose hacia los demás para que le pudieran observar mejor.
—
Una vez lo hagas, tendrás que, eh... invocar tu Glider y tal... —intervino un Kazuki dispuesto a hacer una demostración.
El mago materializó su llave espada con un simple movimiento de muñeca. Luego, la lanzó al aire para que, tras un breve resplandor, se convirtiera en ni nada más ni nada menos que en un vehículo para subirse. El joven mago se subió con maestría al Glider. Ronin no tardó en imitar sus movimientos, ascendiendo a su propio Glider. Solo quedaba Light.
—
¿Qué estás esperando, chaval? ¡Arriba! —apresuraba Maestro Ronin ya situado en las alturas.
—
De acuerdo Maestro, ahora el Glider...
Light procedió a realizar lo que los Maestros habían hecho. Nunca había invocado su llave espada, tarde o temprano tendría que hacerlo. Estiró el brazo con garbo, y por el simple hecho de pensar en la llave, su arma apareció entre sus manos tras un breve destello. Era bastante diferente a la de sus maestros, plateada y con el mango dorado. No parecía bastante difícil de esgrimir.
—
¡Allá va!El chico la lanzó al aire con bastante arrojo y decisión, esperando que se convirtiera en el Glider... ¡Fue un éxito! Tras un breve destello, la llave se convirtió en un vehículo azulado y grisáceo, a juego complemente con la armadura del dueño y en contraste con el crepúsculo rojizo que bañaba a la ciudad. Como si tuviera vida propia, descendió para que su dueño pudiera montarla como si de una moto se tratara. El chico no cabía en sí de gozo.
—
¡Esto es genial! Tenías razón Maestro, me encanta. ¡Gracias por todo! —expresaba el joven emocionado y agradecido
—
Parece que ha llegado la hora... —decía Ágatha con un semblante bastante serio—.
¡No hagas que los maestros se preocupen! Y vosotros, no dudéis en enviarle de vuelta como castigo si no cumple con las expectativas —advertía la mujer a los Maestros.
—
¡Venga! ¡No sigas dejándome en ridículo delante de ellos! —comentaba el azorado muchacho, acosado para variar por los comentarios de su abuela.
—
Quiero que cojas esto —ignorando su último comentario, le entregó al muchacho un foto de una mujer muy hermosa de ojos verdes arrebatadores—.
Es de tu madre, lo siento por no haberte contado la verdad chico, pero... sí, fue mi aprendiz en el arte de la Llave Espada. Esta fotografía se la hice cuando la acepte como aprendiz, el mismo día que vine a este mundo para buscarla, ya que ella vivía aquí. Estaba tan contenta de ver otros mundos que me pidió que se la hiciese de recuerdo, sin duda era una mujer especial... —le seguía explicando, mientras Light observaba emocionado la fotografía—.
¿Te has dado cuenta, verdad? Tienes sus ojos.Nunca había visto una fotografía de su madre, sin duda era regalo más hermoso que había recibido en su vida. Avergonzado de que le vieran llorar, se colocó otra vez el casco, y aceptó la fotografía con un simple "Gracias".
Se elevó despacio con el vehículo, mientras soltaba un mar de lágrimas. Esperó a que se le pasara el llanto para poder despedirse finalmente de la que era como su abuela... no, era su abuela.
—
¡Volveré a visitarte abuela! ¡Ten por seguro que me convertiré en un Maestro como mi madre! —le dijo Light, moviendo su brazo en señal de despedida mientras se situaba a la altura de los Maestros—.
¡Maestro Ronin! ¡Maestro Kazuki! Quiero entrenar en cuanto lleguemos, quiero hacerme muy fuerte. ¡Os sigo! Y así fue como empezó la historia de Light Hikari, el joven de añil que abandonaba el mundo teñido de rojo en el que estuvo atrapado durante muchos años, el joven que quería conocer el verdadero significado de la amistad y la justicia. Aparentaba exactamente la misma sonrisa de la mujer de la foto, su madre, ya que su brillante sonrisa era otro de los muchos legados que había recibido.