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La Piedra Angular de la Luz era un artefacto maravilloso. De orígenes tan arcanos como antiguos, desconocidos incluso para los más grandes eruditos, aquel tesoro de la Magia era considerado una reliquia invaluable. Además de bella e imponente, su única propiedad conocida era que, con su interminable luz, podía proteger a un mundo entero de las amenazas de la oscuridad... y eso era más que suficiente. Muchísimo más que suficiente.
Era por eso que la Piedra Angular de la Luz estaba oculta, protegida dentro de una sala secreta oculta bajo el trono del mismísimo rey, en el centro del gran castillo que coronaba la Ciudad Disney. Era por eso que su existencia sólo era revelada a unos cuantos bajo el servicio directo del monarca. Era por eso que inclusive se entraba a guerreros y magos que la protegieran con su vida.
Como los padres de la aprendiz de maga Maya Zawrid, Neo y Mia, y, dentro de muy poco, su hermana mayor Nika. A Maya todavía le faltaban bastantes años, pues ni siquiera podía mantener vivo un hechizo, pero ya casi llegaba la hora para que su hermana se proclamara finalmente como maga y se uniera a sus padres en la misión que el mismo rey les encomendaba.
A Maya no sólo le gustaba la magia. También había visto a los soldados luchar. Esperaba con ansias que llegara el día en que pudiera finalmente considerarse una aprendiz hecha y derecha. Desconocía, sin embargo, que ese día se hallaba bastante cerca...