—
Pues ¡muy bien!—reconoció Fátima, sin poder ocultar su sorpresa. Le apartó el pelo chorreante de la cara, sonriendo—:
Sabía que podías hacerlo.
No le dijo «¿ves?» ni nada por el estilo para no sacarle de quicio, aunque se moría de ganas. En su lugar le dio un apretón en el hombro y luego se hundió en el agua y sonriendo, giró a su alrededor y luego se aferró a una de sus manos y dijo:
—
Llévame hasta la playa, porfa.
Se rió y disfrutó de la sensación de dejarse arrastrar. Una vez en la orilla se arrastró hasta la hierba y se tumbó boca arriba. El aire frío hizo que se estremeciera, pero el sol pegaba fuerte así que era soportable. Se sentía extraordinariamente bien. El cuerpo le dolía un poco por el ejercicio y un dulce cansancio le adormecía los miembros. Se pasó una mano por la cara para apartarse el pelo y luego le hizo señas a Malik para que se sentara a su lado. Cuando lo hizo, apoyo la cabeza en su pierna y, todavía recostada, extendió una mano para acariciarle la cara.
—
Deberías dejarte más barba—comentó con una pequeña sonrisa mientras recorría con el dedo su mandíbula—.
Te quedaría de fábula.
A veces se detenía a mirar hacia atrás y se daba cuenta, con profunda sorpresa, de lo mucho que había cambiado su vida desde que Nanashi la obligara a convertirse en aprendiz. Antes la idea de hacer ejercicio la horrorizaba, porque sabía que desarrollaría más espalda y que se podría notar demasiado lo que era en realidad. Ahora ya casi ni le prestaba atención. Quería mejorar. Quería ser más fuerte.
Lo más sorprendente era, sin embargo, estar con Malik y que se tomara esas confianzas con él. Hacía un año, la idea de pelear contra él, de atreverse a tomarle el pelo o incluso de recostarse sobre sus piernas era una fantasía descabellada. De tanto en tanto incluso se preguntaba si no lo sería. Con un pinchazo en el pecho, se incorporó y se abrazó a él, pasándole los brazos por el cuello.
Hacía unas semanas habían hablado de que, un día, podrían complementarse en el campo de batalla. Fátima quería verlo. Quería saber hasta dónde llegarían.
—
Gracias por confiar en mí—dijo, pasándole una mano por la nuca y jugueteando con su pelo—.
No sabes lo mucho que significa.Le hubiera encantado poder expresar con palabras lo mucho que le quería, lo mucho que agradecía momentos tan tontos como que la tirara al agua o que la abrazara. Que confiara lo suficiente para pelear con ella mientras manejaba una guadaña. De niña había asumido que nunca tendría a nadie así en su vida y ahora le gustaría poder volver junto a sí misma y darle un abrazo de ánimo, para decirle que todo iba a salir bien.
Gracias a él.
Respiró hondo y se recostó contra su pecho.
—
Entonces, ¿quieres que mañana sigamos practicando?Se aseguraría de bajarse sin relleno —que empezaba a resultar incómodo— y con ropa más apropiada. Podría preparar algo para picar y disfrutarían de la tarde después de entrenar. Tarde o temprano, esperaba que Lyn se sorprendiera al comprobar sus avances, tanto como la misma Fátima. Quién sabía hasta dónde podrían llegar pasito a pasito, sin darse cuenta de que las cosas habían cambiado hasta que les daba por mirar hacia atrás.
Pues fin por mi parte <3. Ha sido divertido hacer un encuentro simplito, que mostrara la relación de estos dos en momentos cotidianos sin drama (?).
¡Muchas gracias a Tanis por hacerlo y al GM que lo corrija! o/