[Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Misión de Alec Ocus, Nikolai Everard y Saeko

¡Pásate por aquí para encontrarte con todo aquello relacionado con el rol y que no encontrarás en el resto de subforos! Libres, Eventos, Eventos Globales... ¡Pásate, rolea y échate unas risas!

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra, Denna

[Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor Astro » Dom May 24, 2015 6:14 pm

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Nombre: Mensajeros galácticos
Solicitante: Perro recepcionista del Transporte Penitenciario Durgon.
Descripción: Siempre me ha gustado viajar y traerme recuerdos de los planetas (< Añadido por Ariasu: Se refiere a mundos >) que visito, pero últimamente tengo demasiado trabajo como para poder marcharme de la nave. Pobre de mí... ¿Podéis traerme una serie de objetos de diversos mundos para animarme?
Mundo: Diversos mundos, con destino final Espacio Profundo
Requisitos: 2 a 4 participantes.
Recompensa:
- 3.000 platines por cabeza
- Un objeto de curación de estado elegido al azar para cada uno.
Notas:
- Al empezar la misión se dará una lista de varios objetos característicos que podréis encontrar en distintos mundos. Los participantes pueden ir juntos a buscar cada uno o separarse.
- No habrá intervención de ningún GM a lo largo de la trama.
Interesados: Alec, Nikolai, Saeko.
EN PROCESO

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Bienvenidos al Transporte Penitenciario Durgon. ¿En qué puedo ayudarles?

Tras la llegada de los tres aprendices a la gigantesca nave de la Federación, el trío había tenido que acudir a un puesto de control para buscar al solicitante de la misión que se disponían a completar. En aquella ocasión, era un extraterrestre con la forma de un perro antropomórfico, de pelo blanco y largas orejas.

Saeko le reconocería de sobras. Durante el incidente en los juicios de hacía unos meses, ambos habían huido por unos túneles para escapar de los sincorazón que atacaban la nave. Durante la huida, ella no había sido precisamente amable... Y él parecía recordarlo. En cuanto vio a la chica, dio un respingo y se puso muy tenso.

¿Habéis venido por el anuncio? —Se relajó un poco cuando se lo confirmaron, aunque seguía manteniendo la distancia con Saeko—. Esperad que busque la lista...

Poco tardó en rebuscar entre sus cajones para sacar una pequeña hoja de papel que entregó a los aprendices. En ella, se listaba una serie de diez artículos que debían encontrar entre todos los mundos (o planetas, como decían en aquel lugar) que conocieran.

» Bambú.
» Helado de sal marina.
» Pelo de gorila.
» Muñeco Hércules.
» Bandera pirata.
» Perla auténtica.
» Tarro de arena.
» Calabaza.
» Diamante.
» Fruto del paopu.

Por favor, procurad que los productos estén en buen estado. Debéis volver antes de que se acabe el día, o se echarán a perder.

»B-buena suerte.

¡Mensajeros galácticos, a trabajar!


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Lo ideal sería que os dividierais, pero también podéis juntos mundo a mundo. Aceptaré originalidad pero no que os inventéis imposibles, así que cuidado con qué objetos ponéis en cada mundo.

Disponéis de una terminal en la nave de Espacio Profundo donde consultar información general sobre los mundos, en el caso de que vuestros personajes no conozcan los suficientes de forma canon.

En vuestro último post, además de indicar si queréis que vuestra PX vaya a mascota o a personaje, señalad también qué objeto de curación de estado preferís como recompensa. Si tenéis alguna duda, no dudéis en preguntarme por privado.

Suerte~
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor LightHelco » Lun May 25, 2015 10:21 pm

Bienvenidos al Transporte Penitenciario Durgon. ¿En qué puedo ayudarles? —nos saludó el recepcionista de la nave en cuanto llegamos hasta ella.

Creo que cualquiera que viajase a ese lugar se habría sorprendido de ver que nuestro locutor era un perro antropomórfico de pelaje blanco, pero tras haber estado dos veces en Ciudad Disney ni me sorprendía. Tampoco era lo que más me importaba en ese momento, estaba allí junto a dos compañeros para realizar una misión de recolecta de objetos, nada de matar Sincorazón, buscar simples objetos para el animal que teníamos enfrente.

Estamos aquí por el anunció que publicó hace un tiempo —me adelanté a los otros dos aprendices sacando la hoja en donde estaban los datos de la misión —. Este de aquí.

El animal ni llegó a ver el papel cuando Saeko se acercó. El recepcionista cerca estuvo de saltar de la silla y se quedó mirando a la mujer bastante asustado ¿se conocían? Y si era así ¿qué demonios le había hecho Saeko? No es que la conociese mucho, pero tampoco me parecía capacitada para pegarle a un civil.

El perro nos pidió entonces unos segundos para poder buscar la lista y entregárnosla seguidamente. Fui el primero en cogerla, aunque coloqué la hoja de papel de forma que mis otros dos compañeros también pudiesen verla. Diez eran los objetos que aparecían en aquella lista y algo me decía que se nos iba a hacer casi imposible encontrar más de uno en el mismo mundo. Abajo del todo, el recepcionista había añadido una nota bastante importante, teníamos que hacer la misión en el mismo día, así que si queríamos conseguir todos esos objetos, nos iba a tocar organizarnos.

Creo que lo mejor es que nos dividamos —les dije a mis compañeros tras alejarnos un poco del perro —. Diría que el tarro de arena lo podemos conseguir en cualquier mundo que tenga playa —expliqué y miré mejor la lista para ver cuantos de los objetos se podían conseguir en un mundo así —. Mirando por encima, Port Royal es conocido por sus islas y recuerdo haber estado en una playa durante su visita, así que si no estáis desesperados por cruzaros con Piratas, yo me encargo de la Bandera y el tarro.

>>Oh, y también puedo conseguir una calabaza sin problemas, son la especialidad de mi mundo después de todo.
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor Drazham » Mar May 26, 2015 5:50 pm

La nave de la Federación era tal y como se la había imaginado Nikolai: titánica, imponente y con la tecnología más avanzada que había visto en su vida. No por nada era la base central de una de las organizaciones más destacadas del universo. Era de los pocos lugares que conocía de la existencia de otros mundos y, además, llevaba a cabo la labor de mantener el orden en el intersticio. En Ciudad de Paso apenas había visto algunos de sus miembros, pero ahora que era un Caballero de la Orden (aliada de la susodicha), no sería de extrañar que acabase colaborando con ellos en futuras misiones.

Saic, que había salido del móvil nada más poner pie en la nave, se quedó maravillado con la abrumadora cantidad de aparatos que había. Los ojos de su visor le hicieron chiribitas, como los de un niño pequeño cuando lo llevaban por primera vez a un parque de atracciones.

Acompañado por Saeko y Alec, el motivo de su visita era por una sencilla misión de recogida que se les había encargado. Para ello, fueron a hablar con el encargado, que les estaría esperando en uno de los Puestos de Control. El individuo en cuestión resultó ser nada menos que… un perro.

Bienvenidos al Transporte Penitenciario Durgon. ¿En qué puedo ayudarles?

En realidad, se trataba de perro humanoide. Se había olvidado de que la Federación estaba formada por multitud de razas provenientes de otros mundos.

El recepcionista intercambió miradas con los tres aprendices, pero en cuanto sus ojos se toparon con Saeko, su talante tranquilo desapareció, mostrando una cara de temor y pegando un bote. ¿A que había venido ese comportamiento tan extraño?

¿Ocurre algo? —preguntó, intercalando la mirada entre el perro y la chica, en un intento de comprender la reacción del trabajador. ¿Tendría algún problema con las mujeres humanas?

Inmediatamente, Alec sacó la solitud de la misión, informando de que eran los encargados de dicha. El cánido pareció tranquilizarse al oírlo y, acto seguido, se puso a rebuscar en una cajonera hasta que dio con lo que estaba buscando. Les mostró al trío la lista en la que figuraban los diez objetos que tenían que entregar. ¡Y vaya con la listita!

» Bambú.
» Helado de sal marina.
» Pelo de gorila.
» Muñeco Hércules.
» Bandera pirata.
» Perla auténtica.
» Tarro de arena.
» Calabaza.
» Diamante.
» Fruto del paopu.

Por favor, procurad que los productos estén en buen estado. Debéis volver antes de que se acabe el día, o se echarán a perder.

Conseguirlos en un solo día… Menuda odisea les esperaba. La mayoría de los artículos eran o muy raros o exóticos, y lo más probable es que tuviesen que buscar por unos cuantos mundos si querían dar con ellos.

Creo que lo mejor es que nos dividamos.

Estoy de acuerdo. Si no, se nos hará eterno —aprobó la idea del brujo—. Saic, ¿puedes conectarte a una de las terminales y buscar información sobre dónde encontrar los objetos?

Entusiasmado por la idea de usar una de las máquinas de la nave, el asistente salió pitando hacia la terminal y se introdujo en ésta en forma de datos. Segundos más tarde, volvió a materializarse con una expresión alegre en su visor, y transfirió a los móviles de los aprendices las localizaciones más seguras de cada objeto.

Pues si nadie tiene nada que objetar, me encargaré del pelo de gorila y el paopu —informó a sus dos compañeros—. Del muñeco también me puedo hacer cargo. Ya estuve en una ocasión por donde se puede conseguir.
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor Tsuna » Jue May 28, 2015 11:15 pm

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Y de nuevo me encontraba en el transporte penitenciario Durgon, el mismo centro neurálgico de la Federación Galáctica. No había pasado mucho desde mi última e intensa visita con Saito y Diana, haría ya dos meses y poco más, y aun así seguía asombrada por el enorme tamaño de la nave, repleta de monitores luminosos y seres de todo tipo vagando de un lado para otro. Lo único diferente es que en esta ocasión me encontraba con Alec y Nikolai.

Emocionada por partir a una misión con el segundo de mis compañeros, les acompañé sin perder detalle de todo el lugar, curiosa por la variedad de especies que allí una podía encontrar. Hasta que finalmente alcanzamos la recepción, donde se encontraba aquel curioso perro que ya había conocido en el incidente del apagón. Ignorando su posible comportamiento al mirarle fijamente y mientras Alec le presentaba los detalles de la misión, me agaché hasta la altura de mis rodillas para hablar con Gengar, mi pequeño fantasma, sonriente.

Si quieres ir a verla este es el momento. Volveré luego a por ti, ¿vale?

Mi pequeño asintió y marchó corriendo por uno de los pasillos, tropezando con sus pies y cayendo al suelo para seguir avanzando desde el aire. Le seguí con la vista hasta que se terminó por perder en uno de los ascensores.

¿Ocurre algo?

Nada que deba preocuparte. —comenté, sin dejar pasar el detalle de que Nikolai intercalaba la mirada entre el recepcionista y yo.

Desde mi punto de vista no sabía a qué venía tanto nerviosismo, pues no había hecho nada por lo que mereciera la pena preocuparse. Por más que lo pensara, no llegaba a alcanzar el porqué de su actitud. Aunque haciendo memoria igual sí que llegué a lanzarle algún que otro grito.

Me mantuve al margen cuando el recepcionista nos tendió la lista de objetos, y curiosa, le eché un vistazo. La idea de conseguirlos todos en un solo día no se me antojaba complicada, estaba segura de que entre todos lo conseguiríamos.

Seguí con la vista a la extraña criatura que acompañaba a Nikolai —su mascota, supuse—, intrigada por el comportamiento de la misma. Cuando salió de nuevo de la terminal un mensaje me llegó al móvil, que no tardé en sacar para ver el nuevo mensaje. Ciertamente aquella criatura era muy práctica.

Yo te aconsejaría Agrabah —expliqué cuando Alec sugirió lo de ir a buscar el tarro de arena, y no pasaron ni dos segundos a que me viniera ese mundo a la cabeza—. Yo puedo ocuparme del bambú y de la perla, sé muy bien dónde encontrarlos —sugerí, todavía enfrascada en la pantalla del teléfono—. Lo demás lo puedo consultar aquí. Me quedo con el diamante, ¿vale?

Les miré a ambos, esperando a que me diesen alguna clase de confirmación o diesen por sentado quién iba a por el helado, el objeto que quedaba. El bambú podía conseguirlo sin problemas en el mundo de mi familia, Tierra de Dragones, la perla en Atlántica, y esperaba no tener que negociar de nuevo con esa vieja bruja. El diamante, en cambio y según la información de Saic, se podía obtener en unas minas de un supuesto Bosque de los Enanos. Y por supuesto, según lo que recordaba de Nadhia, el helado se podía comprar en Villa Crepúsculo.
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor LightHelco » Vie Jun 05, 2015 12:55 am

Tanto Nikolai como Saeko estuvieron de acuerdo en lo de dividirnos para ir a buscar los objetos. El primero de los dos, envió entonces a su singular compañero digital para que trasteara con los ordenadores de la nave y enviara la información necesaria a los aparatejos de su dueño y la mujer. Yo en eso no podía ayudarles en nada, así que decidí que lo mejor era ponerme en marcha mientras los otros tres buscaban.

Ahora que recuerdo, el helado de sal marina es una especialidad de Villa Crepúsculo. No son muy caros y están para relamerse los dedos, así que creo que podríamos dejar ese objeto para el final y aprovechar a comernos uno —sugerí guardando la lista, después de todo mis compañeros ya la tenían en su comunicador —. Además, si cogemos el helado de las primeras cosas lo traeremos aquí derretido, así que aprovechar a que vamos a por él y comer otro es la mejor idea, ¿qué tal lo veis?

Esperé para ver cuál era la respuesta de mis compañeros. A los que pareció agradarles la idea, después de todo a nadie se resistía a un buen helado y un bonito atardecer. Con todo decidido, materialicé la armadura e invoqué el glider listo para ir a por el primer objeto de la lista: La calabaza.

Que tengáis suerte con la búsqueda, nos vemos en Villa Crepúsculo al acabar —me despedí de la pareja abandonando la nave rumbo al único lugar que conocía en donde podía encontrar una calabaza en buen estado.

No tardé mucho en llegar, conocía aquella ruta como la palma de mi mano de tantas veces que había ido, después de todo, aquel mundo era Ciudad de Halloween, mi tierra natal. Me dirigí hacia una zona bastante oculta del cementerio para que nadie me viese aterrizar con el glider y desde allí dirigirme a la zona del mercado. La verdad es que podría haberme ahorrado bastante tiempo y coger simplemente una de las decenas de calabazas que la gente solía dejar en el cementerio, pero aquello sería robar y sabiendo que podía conseguir una fresca del mercado, no me valía la pena el volverme un delincuentucho.

Esperemos que la suerte me sonría y no me encuentre con nadie conocido, siempre termino obligado a tener que mantener charlas largas o tomar tés —farfullé metiéndome las manos en los bolsillos y atravesando el cementerio en dirección a la ciudad —. Aunque lo dudo, nos conocemos tanto entre todos que siempre va a pararte alguien. Bueno, soñar es gratis dicen.
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor Drazham » Sab Jun 06, 2015 11:56 pm

Los tres aprendices se organizaron para repartirse el trabajo, adjudicándose cada uno tres de los objetos que había listados. Solo faltaba por decidir qué hacer con el último, a lo que Alec saltó con una ocurrencia:

Ahora que recuerdo, el helado de sal marina es una especialidad de Villa Crepúsculo.

Tal como decían las notas que Saic había descargado, el helado solo se podía encontrar en Villa Crepúsculo, un mundo que, afortunadamente, no ha tenido indicios de ataques Sincorazón. El brujo propuso la idea de reunirse allí en cuanto tuviesen el resto de los objetos y, de paso, aprovechar para tomarse un tentempié. También tenía que darle la razón en que un helado era demasiado frágil como para aguantar un viaje tan largo, siendo lo más apropiado dejarlo para el final.

Un descanso con helado incluido… Suena apetecible, ¿no? —Miró a Saeko, expectante de su decisión. Una vez estuvieran de acuerdo los tres, dio una palmada—. Decidido: nos reuniremos en Villa Crepúsculo cuando tengamos todos los artículos.

En cuanto llegaron al hangar de la nave, Alec fue el primero en prepararse para marchar a por los objetos que le tocaban.

Que tengáis suerte con la búsqueda, nos vemos en Villa Crepúsculo al acabar.

Igualmente. Ten cuidado por ahí fuera.

Niko se despidió del chico con un gesto de su mano y le vio partir con su glider, sumergiéndose en el mar de estrellas. Con su marcha, los únicos que quedaban en el hangar eran él y Saeko, plantados delante de la gigantesca abertura que comunicaba con el espacio. Se pasó la mano por la nuca y se giró lentamente hacia ella.

Supongo que los dos también nos tendremos que aplicar el mismo cuento —alegó con una sonrisa inocentona—. Buena suerte, Saeko. Te espero en Villa Crepúsculo.

Con las despedidas hechas, pasó a enfundarse la armadura e invocar el glider. Una vez montado, alzó el pulgar en dirección a Saeko, y se propulsó al intersticio, rumbo a la primera parada de la odisea que le esperaba.

***


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Selva, selva, y más selva. Nikolai se las vio canutas para abrirse paso por la exuberante vegetación de la que hacía gala aquel mundo. La jungla entera era un laberinto de árboles y follaje por los que era sumamente fácil perderse y acabar siendo el almuerzo de alguna de las fieras que habitase por esos lares. Resultaba una auténtica delicia para aquellos con espíritu aventurero, pero para un chico de ciudad como él ya era otro cantar.

¡Señor Niko, mi sistema interno se va a chamuscar con estas temperaturas!

En vista de que se trataba de un mundo sin apenas civilización, Saic aprovechó la oportunidad para salir del móvil a que le diese el aire, sin temor a que nadie se escandalizase por ver a una pelota metálica flotante. Poco tardó en arrepentirse de la idea, sufriendo en todo momento por las condiciones climáticas propias de una selva. Estaba claro que naturaleza y tecnología eran dos polos opuestos que se repelían el uno al otro.

¡Y los niveles de humedad son tan elevados que me va a dar un cortocircuito! —Siguió quejándose cual niño pequeño.

Que sí, que ya me lo has repetido como unas quince veces desde que llegamos —espetó, exasperado y poniendo los ojos en blanco—. Tú al menos no estás en el blanco de mira de esos puñeteros… ¡Ay!

Se dio un manotazo en el cuello. Si había algo peor que el abrasador clima, eran sin duda los mosquitos. Esos endemoniados chupasangres con alas eran como una plaga, danzando alrededor del joven mientras lo atormentaban con sus irritantes zumbidos y picotazos. Lo que hubiese dado por tener a mano un insecticida.

Tras una larga travesía por la maleza, aprendiz y asistente llegaron a un claro bañado por los rayos del sol que conseguían atravesar las copas de los árboles.

Ya hemos llegado, señor Niko —anunció Saic—. Las coordenadas que descargué en la terminal indican que en esta zona habitan gorilas.

Niko miró en derredor, buscando concienzudamente. Ni un solo gorila a la vista.

¿Estás seguro de que te bajaste la información correcta?

¡A-afirmativo! ¡Lo comprobé antes de salir! —Enfurruñado porque su administrador pusiese en duda su labor, Saic levitó hacia el interior del claro y le indicó que le siguiese—. Ya verá como sólo hace falta buscar me…

Nikolai pegó un respingo cuando, salida de la nada, una enorme figura negra cayó sobre el asistente. Saic soltó un agudo pitido de terror, y antes de poder hacer nada, se vio apresado por unas manazas, pertenecientes a la criatura peluda y de tonos oscuros que tenía encima.

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<Pues no se había equivocado>.

El gorila, movido por la curiosidad que despertó su peculiar presa, agarró al ser virtual y se lo acercó a la cara, olisqueándolo. Saic dibujó en su visor una mirada suplicante que dirigió a Nikolai, buscando su auxilio. Sin embargo, antes de que el aprendiz pudiese actuar, el simio se alarmó por su presencia y se escabulló entre los arbustos, llevándose consigo a la criatura digital.

¡¡SEÑOR NIKOOOOOOOOOOOOO!!

¡Saic! ¡La madre que lo…! —Chasqueó la lengua, conteniendo un improperio—. ¡Pues empezamos bien la misión!

Sin perder ni un segundo más, echó a correr en dirección a donde se había ido el secuestrador de su asistente. Decían de tener cuidado en las grandes ciudades por los carteristas, pero ni en la jungla te librabas de los chorizos.
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor Tsuna » Lun Jun 08, 2015 1:39 am

Entonces la idea era simple, recoger nuestros objetos y dejar el helado para el final. Supuse que no me quedaba otra alternativa, porque el brujo tenía razón en una cosa, y es que si lo recogíamos en ese momento se nos derretiría por el camino. Asentí con la cabeza, cruzada de brazos, a su idea y a la de Nikolai. Me parecía tentadora.

Alec fue el primero en despedirse una vez llegamos al hangar, Nikolai se quedó unos segundos más conmigo, deseando mi suerte en la búsqueda y recordando que teníamos pendiente la cita en la Villa, donde podríamos tomarnos un pequeño respiro con los polos. Sonreí, por alguna razón embriagada por la idea.

Claro, igualmente. Pero espero que me invites a uno, me debes un brazalete, ¿recuerdas? —Y esperé a que partiera, deseosa de verle la cara. Aquel gesto con el dedo me indicó que sí estaba de acuerdo con mi idea.

Sin mayor demora me puse en marcha por el espacio, revestida por mi armadura y montada en mi vehículo. El primer objeto a recoger lo tenía muy claro, se trataba del bambú, y era algo muy común en mi tierra… O bueno, al menos en la tierra donde se crió mi madre.

Tierra de Dragones…


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No había vuelto apenas a aquel mundo desde que era una niña, me traía muchos recuerdos, algunos muy buenos, otros no tanto. Sorprendida por el increíble paso del tiempo, pues en ese momento era capaz de visitarlo con mi Llave Espada cuando se me antojase, aterricé al cabo de un cuarto de hora de viaje. Aquella posibilidad era impensable en su día, pues dependía de las habilidades y los recursos de mi padre para viajar de un mundo a otro, muchas veces obligada.

Lo primero que sentí al quitarme la armadura fue el sofocante calor que parecía querer aplastarme entera. Había aterrizado en una pequeña llanura, con un poblado cerca y algunas montañas cuyos picos no podía ver sin alzar el mentón. Por allí cerca pude vislumbrar, en primera instancia, algunas casetas de madera, tiendas de campaña y un río la mar de brillante.

No me hizo falta pensarlo dos veces. Con la frente perlada a causa del sudor me acerqué al agua para refrescar un poco el cuerpo, mas no pude llegar.

¡Aparta de ahí!

El sonido del viento siendo rasgado por algo a gran velocidad me alertó, y acostumbrada como estaba ya a los combates contra Sincorazón y monstruos de todo tipo, me agaché lo más rápido que pude hasta quedar sobre mis rodillas, con las manos apoyadas sobre la hierba. Algún que otro insecto se me subió encima, y lo que había estado a punto de atravesar mi cabeza de un lado a otro fue una flecha cubierta en llamas.

Seguí la trayectoria del proyectil, sin comprender a qué había venido eso, mientras escuchaba el galope de lo que imaginé que sería un caballo a mis espaldas, acercándose a mi posición. La flecha no tardó en impactar en un muñeco de paja colgando en un poste de madera. Y sobre el animal me encontré a un hombre de apariencia tosca, cubierto por una imponente armadura de color rojo plateado.

Me fui levantando con tranquilidad y sin esperar ninguna palabra por su parte, pero sin quitarle el ojo de encima, me adelanté hasta el río. La cara con la que éste me miraba no me terminaba de agradar y me crispaba bastante, pero lo dejé estar.

¡Una mujer! ¿¡Qué demonios hace aquí una nena, que no está en su casa limpiando!?

Sí, definitivamente, aquel hombre y yo no nos íbamos a llevar bien. Me giré hacia él aun a su lado, pues el río quedaba a mucha distancia todavía, y con el ceño fruncido, decidí enfrentarlo. No había ido allí a por peleas de ningún tipo, pero tampoco iba a permitir que me trataran como una esclava.

No he venido aquí buscando problemas. Ahora, si me permite —Y no pude continuar cuando me puse en marcha. El soldado me agarró con fuerza de un brazo, traté de resistirme, pero tenía una fuerza descomunal—. ¡Ah…! ¡Déjame!

De eso nada, tú te vienes con nosotros. Nos vas a contar qué es lo que haces en nuestro campo de entrenamiento.

Y con los ojos abiertos como platos, el hombre me subió sobre el caballo sin esfuerzo alguno y me amordazó las manos con una fuerza bruta apabullante. Sabía que resistir sería inútil, así que de momento solo me quedaría seguir el juego y escapar cuando tuviese ocasión. No había sido muy afortunada a la hora de elegir un lugar en el que aterrizar, ahora me tomaban por una intrusa.

Claro, también estaba el asunto de las mujeres… Si no éramos sumisas y obedientes, tal y como me había enseñado mi madre, tendría problemas de los gordos.
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor LightHelco » Dom Jun 14, 2015 7:40 pm

Buenos días, señora Fructus —saludé a la encargada del puesto acompañando mis palabras con un gesto con el que me levantaba el sombrero.

La mujer se giró y me miró sorprendida, después de todo no me pasaba mucho por casa y tengo que admitir que tampoco era el que solía ir a hacer la compra en casa.

Buenos días, señorito Ocus, es raro el verle por aquí, ¿le ha enviado su madre? —preguntó tras el saludo.

La verdad es que no, en esta ocasión es un capricho por mi parte. Me interesaría comprar una calabaza, una que sea fácil de transportar a ser posible —le pedí a la mujer a lo que esta empezó a mirar entre las cajas que tenía a su espalda.

No tardó mucho en sacar una calabaza de tamaño medio, la cual calculándola a ojo, diría que cabía en el compartimento en donde solía llevar a Ilana. La dependienta me preguntó mientras pesaba el vegetal que tenía pensado preparar con él, después de todo la mujer era muy conocedora de las recetas calabaciles de mi madre de los días en los que venía a comprarle fruta y verdura. Así que era justo pensar que yo quería imitarla, aunque lo de cocinar no fuese algo que se enseñara a los hombres de las grandes familias.

No realmente, ya me gustaría a mí tener las habilidades culinarias de mi madre…

¿Alec? —una voz familiar a mi espalda me interrumpió llamándome, al girarme para comprobar quien era me encontré con la redondeada cara de la tía Vicencia —. Alec, cariño. Cuanto tiempo sin vernos.

La mujer se acercó abrazándome con fuerza y dándome dos besos en la mejilla. No antes de hacerme agacharme casi medio metro para que su cabeza llegase. Y ay, que fuerza tiene esta mujer, para haberme roto algunas costillas con aquel abrazo.

Tía Vicencia, que sorpresa verte por aquí —le dije intentando respirar durante el abrazo —. Tía… creo que ya es suficiente con el abrazo, que ya soy adulto.

No hasta que cumplas los cien —me corrigió rápidamente la mujer.

Tras que terminará aquel asfixiante abrazo, le pagué a la dependienta y me llevé la calabaza acompañando a mi tía hacia su casa. Esta me estaba insistiendo en que me quedase un rato con ellos tomando un té, que mis primas pequeñas estaban deseosas de verme y la típica charla familiar.

No tenía otra opción más que aceptar la oferta, capaz era mi tía de ponerse a mirarme la buena fortuna y describirme la peor catástrofe que pudiese ocurrirme en la próxima semana, fijo que me predecía un brazo roto. Aunque bueno, tampoco creo que fuera a pasar nada por pasar un par de horas tomando té y pastas con mi familia, aun era temprano y teníamos todo el día para realizar la misión.

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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor Drazham » Dom Jun 14, 2015 8:22 pm

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Nikolai avanzó a zancadas por los angustiosos caminos de la selva, siguiendo al gorila mangante. Mantuvo en todo momento los brazos extendidos, apartando como pudo las hojas y ramas que se encontraba de frente. La visibilidad en medio de la maleza era tan horrible que apenas lograba distinguir al animal de pelaje negro.

Por supuesto, correr erráticamente por un terreno irregular tuvo sus consecuencias. Sin darse cuenta de en donde ponía el pie, se le encajó en una de las raíces que sobresalían del suelo y terminó perdiendo el equilibrio, dibujando una mueca de espanto en su rostro. Su cuerpo se precipitó sin control sobre un grueso árbol, dándose un tremendo cabezazo contra él que le hizo ver las estrellas. El aprendiz se aferró a la corteza del árbol antes de caerse de espaldas, soltando un quejido lastimero, y oteó por todas partes, buscando al gorila. Por desgracia, le había perdido la pista.

<¿Pero cómo puede correr tan rápido esa bola de pelo?>, se preguntó, frotándose su dolorida frente.

Rendido y sin apenas aliento, se inclinó hacia delante y dejó caer las manos sobre sus rodillas entre jadeos. ¿Cómo se le había podido complicar tanto la misión? Se suponía que tenía que llevarse un poco de pelo de gorila. No que el gorila se llevase a su asistente y se diese a la fuga.

¡Ayyy! ¡Un mínimo de delicadeza, por favor! ¡Soy un programa frágil!

Niko reaccionó de inmediato, incorporándose de nuevo, y agudizó el oído. La voz de Saic le llegó de no muy lejos, posiblemente a un par de metros de donde se situaba. El gorila debía de haber parado a descansar tras la carrera, por lo que era la oportunidad perfecta para volver al juego y darle caza. Con suma cautela, avanzó sigilosamente hacia el origen de la voz.

Llegó hasta unos arbustos, metiendo la cabeza para ver desde el otro lado, y allí los encontró. El simio se había sentado en el suelo mientras manoseaba y zarandeaba al pobre Saic, quien luchaba en vano para quitárselo de encima, agitando sus manos flotantes y tratando de empujarle.

¡Estate quieto, que en mis instrucciones no figura la frase “Agítese antes de usar”! —lloriqueó, agarrándose al brazo peludo del gorila y aporreándolo con una fuerza similar a la de un gatito indefenso.

Bien, ya tenía fijados sus objetivos. Ante todo, quería sacar a Saic de una pieza de las zarpas del animal, y tampoco iba a descuidar el cabello que necesitaba, después del trote que se había dado para alcanzarles. Fue a salir de su escondrijo con la máxima cautela posible, pero el ruido que produjo el movimiento de la hojarasca activo los sentidos del gorila, que se percató de la aparición del aprendiz. El primate rugió y le mostró sus prominentes colmillos, cabreado por la intrusión a su territorio.

Mal asunto… —masculló, apretando los dientes.

Nikolai tensó el cuerpo y adoptó una pose defensiva, vigilando de cualquier comportamiento violento que se pudiese dar. El gorila se irguió sobre sus dos patas traseras y se golpeó el pecho enérgicamente con los puños, a modo de intimidación.

Pero Saic… Pobre Saic. Para su desgracia, fueron malas noticias, ya que al seguir preso de su agarre, el mono lo estampó sucesivas veces contra su pecho. La criatura virtual intentó vocalizar para pedir ayuda, saliéndole solo pitidos inentendibles por culpa del continuo golpeteo, hasta que…

¡¡BASTA!!

La ira y el sofoco acumulados de Saic estallaron en un grito ensordecedor que espantó a los pájaros que se habían posado en los árboles cercanos, alzando el vuelo al instante. El gorila se quedó congelado, poniéndole fin a su golpeteo, y mirando patidifuso al asistente. No fue el único: Nikolai, alucinando por el berrinche de su compañero, enmudeció, sin saber que decir en aquel momento. Desde luego, estaba que soltaba chispas, y razones no le faltaban.

¡Mi modulador de paciencia tiene un límite, mamífero peludo desconsiderado! —expresó con genuino cabreo, apuntando con el dedo al nombrado—. ¡No pienso tolerar que mi infraestructura siga siendo mancillada por un…! ¡Espera, ¿Qué vas a…?! ¡Noooooo!

El primate no debía de tener muchas ganas de tragarse la bronca del asistente. Más que nada, porque terminó por lanzarlo al aire, dejándole con la palabra en la boca. Y voló, soltando un agudo pitido de pánico. Niko siguió su trayectoria con la vista hasta que chocó contra un árbol con un sonido parecido al de cuando se le daba a alguien un sartenazo, sacándole una mueca de dolor, y cayó al suelo.

¡Saic! —Se dirigió apresuradamente en donde yacía el cuerpo del ser virtual e hincó las rodillas para un mejor acercamiento. Se giró un par de segundos, sólo para comprobar que ese condenado gorila había aprovechado para escabullirse otra vez. Soltó un gruñido y volvió su atención en Saic; le mosqueaba haber perdido otra oportunidad para conseguir el pelo, pero le preocupaba más el estado de Saic—. ¿Te encuentras bien?

Saic no dio respuesta alguna. Su visor se había apagado, lo que llegó a preocupar al aprendiz, temiendo que se hubiese dañado algún componente importante con el trastazo que se había llevado. Su desasosiego aminoró un poco cuando uno de los puños del asistente comenzó a moverse, levitando entre tambaleos frente a Nikolai. Se abrió, y los ojos del joven casi se le salieron de las cuencas de la emoción.

Un matojo de pelo oscuro reposaba en la palma de Saic. No había duda alguna, esa pelambrera era del gorila. ¡El pequeño granuja lo había conseguido! Debió arrancárselo al animal cuando forcejeó con él para zafarse de su agarre.

Señor Niko… —El visor de Saic se encendió, mostrando una expresión exhausta—. Solicito el resto el resto del día libre, por favor.

Nikolai esbozó una media sonrisa y se sacó el móvil de la chaqueta.

Venga, te lo has ganado.

Saic se descompuso en una nube de datos y se resguardo en la seguridad que le ofrecía el dispositivo. Tenía de vuelta a su asistente y un buen puñado de pelos de gorila de regalo, lo que significaba que ya podía ir diciéndole adiós al infernal clima, a las hectáreas de exuberante vegetación, y a los gorilas cleptómanos.

El siguiente artículo de la lista aguardaba.

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Obtienes: Pelo de gorila X1
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor Tsuna » Mar Jun 16, 2015 1:21 am

Maldije por lo bajo el lugar en el que precisamente tuve que aterrizar. Por fortuna había sido lo bastante rápida como para que nadie me hubiese visto con el Glider, o envuelta en mi armadura. Porque según había visto, solo se encontraba aquel soldado entrenando en aquel campo. Qué casualidad.

El hombre me terminó llevando a una enorme caseta dentro del poblado, que más que una aldea me pareció un pequeño asentamiento del ejército. En el nuevo lugar me obligaron a ponerme de rodillas y con las manos a mis espaldas. Las tenía dormidas y me dolían una barbaridad, pero tampoco les quería dar el placer de verme resentida por el daño.

Entonces esta es la intrusa, o bien debería decir espía.

Frente a mí tenía a un hombre imponente, mucho más joven y apuesto que la mayoría, con perilla y una pequeña coleta. Vestía una armadura inmensa, y aquel porte conseguía intimidarme. Algo me decía que en un combate directo contra él yo no tenía ninguna posibilidad. En ese momento estaba protegido también por algunos guardias, o eso imaginé que eran aquellos mercenarios que no paraban de mirarme.

Me había metido en un buen lío nada más empezar la misión, menudo desastre.

La encontré vagando por el campo de entrenamiento. Y por la ropa que lleva, no hace falta más verla para imaginar que es una espía del enemigo.

Bajé la vista, sin querer mirar a nadie en particular y sintiendo todas las miradas clavadas en mí. Aquello podía soportarlo, porque a la mínima oportunidad pensaba escapar y no volver jamás a ese lugar.

Cierto, pero también debemos escuchar lo que tiene que decir. Si la hemos capturado con vida, nos puede dar muchísima información. Habla, muchacha, ¿quién eres y quién te envía?

Exhalé aire, sin saber qué contestar. No quería involucrar a mi familia, así que no me quedaba más remedio que mentir… O decir la verdad.

No era mi intención espiar —Y recordé entonces el río que había visto, como si de una respuesta divina se tratase—. Iba a recoger agua del río.

¡Está mintiendo! —exclamó, tirándome del pelo con fuerza.

Apreté los dientes, aquella situación empezaba a mosquearme de verdad. Y miré al que parecía el capitán, desafiante. No me iba a dejar amedrentar por unos tipos que no conocía de nada. Más le valía a Nikolai invitarme a ese helado.

¿Y con qué pensabas recoger el agua? No traes nada contigo que sirva para eso. ¿O me engañan mis ojos?

No me hizo falta pensar en una respuesta. Si aquel tipo que me había capturado quería jugar sucio, yo también lo haría. Ganas por pegarle no me faltaban.

Me las quitó este hombre para poder inculparme. —dije, sintiéndome orgullosa por mi jugada. Ahora era su palabra contra la mía.

No me hizo falta girarme para imaginar la cara de asombro que debía de tener. Me volvió a tirar con fuerza del pelo, frustrado y sin parar de balbucear. Pero podía soportarlo. El capitán pareció meditar unos instantes y alzó la mano derecha, indicando a aquel bruto que parara de una vez.

Está bien. Sería una deshonra para mi batallón que uno de mis hombres haya recurrido a una estratagema tan sucia, así que me aseguraré de averiguar quién dice la verdad mediante el arte del combate.

¿Cómo? Capitán, ¿de verdad pretende que luche contra una nena? Es una vergüenz-

>¿Acaso quieres que la deshonra caiga sobre mí y el resto de mis subordinados? No hay más que hablar.

No hablaron mucho más, sino que me llevaron a un patio trasero con lo que parecía una arena de combate. Podía sentirme afortunada, pues gracias a la charla ya había recuperado la sensibilidad de mis muñecas. Y en un combate, estaba segura de que a aquel abusador se le escaparía toda la fuerza por la boca. Porque iba listo si pensaba derrotar a una de las mejores aprendizas de Bastión Hueco.

Y mis ojos se abrieron como los de una niña a la que le daban un regalo que había anhelado tanto tiempo, cuando me ofrecieron mi arma: una caña de bambú. El soldado, por el contrario, utilizaba su propia espada.

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¡Preparados!

Lo tenía frente a mí, a pocos metros, y me miraba con superioridad. Yo en cambio había flexionado una de mis rodillas, intentando concentrarme en mi rival, como había practicado tantas veces en los entrenamientos.

¡Luchad!

Y el combate fue una completa decepción. Tanto mi rival como yo nos lanzamos hacia adelante, y él pegó un peligroso tajo al aire que, de no haber apartado la cabeza a tiempo, ahora la tendría rodando por el piso. Cogí aire, intentando mantener la concentración y el control en cada uno de mis movimientos. A mis ojos, el combate iba a cámara lenta.

Extendí la caña con soltura y le propìné un fuerte golpe en el costado, exclamando un breve grito para liberar la tensión. No lo pensé dos veces y, tan dominado como lo tenía, le golpeé en una de las piernas para tirarlo al suelo. Ahora era yo la que le miraba por encima del hombro, sonriente.

¿Tengo ya su aprobación, capitán?

Todos se mantuvieron en silencio, expectantes, hasta que el capitán se nos acercó.

¡Esto, señores, es la vergüenza del ejército chino! ¡Derrotado por una mujer!

Suspiré, imaginando que si seguía pensando en las diferencias que tenían los hombres de las mujeres en aquel mundo terminaría amargada. El capitán me dejó marchar al final, extrañado porque quisiese llevarme distintos tipos de bambú, desde coloridos verdes hasta oscuros castaños. Era una suerte que en la cápsula de Gengar contara con el espacio suficiente.

Saqué el móvil y miré el siguiente objeto de la lista: una perla auténtica. Sonreí para mis adentros, contenta por haber conseguido bambú directamente del ejército, y también por haber humillado a aquel salvaje.

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Saeko obtiene el Bambú.
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor LightHelco » Dom Jun 21, 2015 12:16 am

Sobrevolé el vasto océano que cubría aquel mundo en busca de alguna islita en la que pudiese aterrizar. Al final había perdido algo más de tiempo de lo que hubiese querido con mi familia, tanto mi prima como tía me habían insistido mucho en que les contase mis aventuras en la “academia de magia” en la que estaba entrenándome, algo a lo que no podía negarme, después de todo tía Vicencia me ofreció un trozo de su riquísimo pastel de arándanos.

Así que ahora, tras dos horas charlando y comiendo dulces, volvía a estar a la caza de los dos objetos que aun me quedaban en la lista: El tarro de tierra y la bandera pirata. Por suerte me había acordado de la primera durante mi estancia en Ciudad de Halloween y le había pedido un tarro a mi tía antes de irme, de esa forma me ahorraría el tener que buscar una isla habitada por gente civilizada y podría ir directo a una abandonada o Tortuga… algo me decía que si quería la bandera me tocaría ir a Tortuga por narices.

Tras un rato volando, avisté una isla en la que no parecía haber ningún edificio, debido a que no me apetecía volver a encontrarme con más Barcos Sincorazón gigantes, había estado volando a ras del océano todo el tiempo, además de que una caída floja al agua me ayudaría a volver al Glider antes de que me hundiese y bueno, me ahogase por no saber nadar, por lo que no podía llegar a ver todo el área que cubría la isla, lo único de lo que podía estar seguro es que no estaba habitada.

Acercándome a ella, aterricé sobre un acantilado, el cual era el primer punto de aterrizaje que había visto de la isla. Hice desaparecer la armadura y antes de hacer lo mismo con el glider, saqué el bote vacio de la capsula de viaje.

Con suerte la playa no estará muy lejos y aun me queda bastante tiempo hasta que termine el día, así que quizás hasta me pueda parar a comer en Tortuga —. Me pensé mejor lo último que había dicho mientras me adentraba en la selva con la que contaba el islote —. Vale, lo de pararme tanto tiempo en Tortuga mejor lo descarto.

Se notaba que aquel lugar muchas visitas no recibía, porque la vegetación hacía que moverse por la selva fuese imposible y en más de una ocasión me vi obligado a sacar mi espada para cortar alguna liana o rama y poder seguir avanzando. Aquella caminata me recordaba mucho a la misión en Selva Profunda, solo que no tenía nadie con quien hablar, ni un río para guiarme hasta la playa.

Tarde cerca de media hora en salir de aquel laberinto de plantas y hojas y me habría pegado un tiro en la sien si mi destino hubiese sido otro acantilado, por suerte fue una enorme playa de arena blanca. Me encontraba en lo que parecía ser uno de los límites de la cala, o eso me parecía viendo que a varios metros de distancia de donde me encontraba, solo había rocas afiladas y plantación. Sin darle mucha más importancia al aspecto de la isla, abrí el tarro y empecé a llenarlo de arena hasta que estuvo hasta arriba de ella, momento en que lo cerré e hice aparecer el glider para montarme nuevamente en él.

Aunque algo me hizo cambiar mis planes de ir a la villa pirata, justo tras que guardase el bote de arena en la capsula, me fijé en una sombra en la distancia que se acercaba a la isla. Viendo que se encontraba a bastante distancia, saqué los prismáticos y me los llevé a los ojos para descubrir que era aquella sombra. Casi pegué un brinco al ver a través de los prismáticos un galeón acercándose a la playa, un ajuste para ver a más distancia y un segundo vistazo me ayudó a darme cuenta de la existencia de una bandera de color negro sobre uno de los mástiles del barco: Un galeón pirata.

Vale, no sé si considerar esto buena suerte porque el tercer objeto viene hacia mi o mala suerte por elegir como punto de aterrizaje una isla que un grupo de piratas conocen —pensé en alto guardando los catalejos y haciendo desaparecer el glider, no sin antes meter dentro de la capsula mi sombrero, fijo que eran capaces de volver a intentar robármelo —. Vale, lo mejor será que me esconda en la selva y mire que toda la tripulación abandona el barco, si soy rápido debería poder robar la bandera sin siquiera tocar la cubierta.

Intentando mirar todas las opciones posibles para el plan, corrí hacia el interior de la isla y empecé a subirme a un árbol con largas hojas que me serviría como escondite mientras los piratas llegaban y abandonaban su navío.

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¡Arena conseguida!
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor Drazham » Mar Jun 23, 2015 2:12 pm

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La plaza del mercado de Tebas estaba a rebosar de gente, todos arremolinados alrededor de un espacio circular que habían dejado en pleno centro. Los adultos que acudieron se internaron en la marabunta entre empujones mientras vigilaban de cerca a sus hijos, tan revoltosos que se les podrían escapar en cualquier momento que se les quitase el ojo de encima.

Y allí, en el epicentro de todo ese gentío, se encontraba el protagonista de todo aquello: Nikolai.

El joven resopló, angustiado por todas aquellas incesantes miradas que lo vigilaban, convirtiéndose en el centro de atención, cosa que no llevaba muy bien desde siempre. La posibilidad de invocar el glider y salir volando de aquel hervidero de gente le llamaba. ¡Vaya que si le llamaba! Pero tuvo que resistir la tentación de huir. Había una misión que cumplir, y no se podía ir con las manos vacías.

Aun así… ¿Cómo se iba a imaginar que acabaría en semejante espectáculo por un simple muñeco?

***


Quince minutos atrás…


Usted solo diga un precio, el que sea. Pero ese muñeco lo necesito ya.

Nikolai se encaramó en el mostrador de aquel tenderete, presionando al vendedor que lo regentaba. Desde que llegó a Tebas, se había pateado todas las tiendas y puestos del mercado principal, en busca del muñeco de Hércules que figuraba en la lista. Pero claro, solo por tener el nombre del héroe más famoso de Grecia, el dichoso juguete era un artículo exageradamente codiciado, y en todos los establecimientos se habían agotado las existencias.

Fue un milagro encontrar un muñeco en aquel tenderete. El último que quedaba. Y se lo habría llevado de inmediato de no ser por un pequeño problema de última hora.

¡Que te lo has creído, rubito! He buscado ese muñeco por todos los rincones de Tebas, y no pienso dejar a mi hermano pequeño sin regalo de cumpleaños.

Un segundo comprador apareció justo en el mismo instante que Nikolai. Era un chico de tez morena, de constitución atlética, con la cabeza poblada de rastas que se había recogido en una coleta, y que rondaría la misma edad que el aprendiz. Se le podía describir con una sola palabra: impulsivo. Niko se puso de los nervios por el constante zarandeo del tipo para llevarse toda la atención del dependiente, y con unos cuantos codazos de propina para abrirse paso.

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Chicos, chicos, haya paz. —El dueño del puesto trató de calmarles—. La semana que viene me llegarán más muñecos. ¿Seguro que no podéis esperaros?

¡Ni hablar! El cumpleaños de mi hermano es dentro de dos días.

Nikolai dio la misma respuesta negando con la cabeza. Si no podía esperar ni un solo día, mucho menos una semana. El solicitante dejó bien claro que se tendrían que entregar todos los artículos en el mismo día, o la misión se iba a hacer gárgaras. Ya se hacía ideas de la bronca que le echaría Saeko si no conseguía traer ese muñeco a tiempo.

Pagaré el doble si es necesario —le propuso al dependiente.

¡Yo el triple! —saltó el otro chico.

Al pobre dependiente se le empapó de sudor la frente, viéndose incapaz de contentar a sus dos potenciales clientes. Se sacó de la túnica un pañuelo para secársela, clavando la mirada en el suelo mientras pensaba en una solución para salir del atolladero. Entonces, su rostro se iluminó, como si su musa le hubiese inspirado, y miró a los dos chicos con anhelo.

C-creo que podemos llegar a un acuerdo —musitó el hombre—. ¿Qué tal se os da el combate con armas, chicos?

Nikolai enarcó una ceja ante la repentina pregunta del vendedor.

De lujo. Soy el mejor de mi clase en la palestra de lucha —alardeó el chico moreno, irguiendo la cabeza con orgullo.

Me defiendo —pronunció una respuesta mucho más humilde que la de su competidor—. ¿Por qué lo pregunta?

El hombre esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

Porque me vais a ayudar a promocionar mi nuevo artículo.

***


Y así fue como acabó metiéndose en ese berenjenal. Rodeado de una muchedumbre ansiosa, y empuñando en su mano derecha el “artículo” a promocionar: un bate azulado.

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El vendedor se lo había presentado a los dos como el último grito en artículos para los entrenamientos de guerreros y gladiadores. El bate estaba recubierto con un material acolchado, con el fin de evitar lesiones y accidentes a la hora de practicar. Aun así, Niko no estaba del todo convencido de que el utensilio en cuestión tuviese la garantía de ser seguro. En cuanto lo inspeccionó, notó que el acolchado tiraba más bien a rígido, necesitando de bastante fuerza para que se comprimiese. Por muy de prácticas que fuese, un golpe con ese chisme iba a doler.

El chico de las rastas surgió de entre el público con una sonrisa engreída dibujada en su cara, enarbolando uno de los bates azules y apuntando con él a Nikolai, desafiante. En efecto, se trataba de un duelo entre ambos, y el ganador se llevaría el preciado muñeco. Tal y como habían acordado.

¡Damas y caballeros! —vociferó el dependiente. Se había subido encima de uno de los puestos para que el público le viese—. ¡Les doy la bienvenida a la presentación oficial del nuevo producto que revolucionará los entrenamientos! ¡Hoy, estos dos jóvenes realizarán un combate de exhibición para probar su funcionamiento! ¡Demos un fuerte aplauso a…! Esto…

Eron —comunicó el moreno. Ahora que Niko caía, nunca tuvieron la ocasión de presentarse.

¡Eso, a Eron! —carraspeó—. ¡Y también a su contrincante…! Errm… Vaya…

Nikolai alzó la cabeza hacia el dependiente con ímpetu y dijo:

Nik Komet.
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor Tsuna » Mié Jun 24, 2015 3:12 am

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Me tomé mi tiempo para dejar Tierra de Dragones. Antes de partir y frente a la cápsula de viaje de Gengar, corté el bambú con la katana para darle forma y que quedase simétrico y agradable a la vista. La variopinta paleta de colores le daban una bonita diversidad. Con eso terminado, salí disparada hacia las nubes.

A las pocas horas de viaje por las estrellas alcancé Atlántica, el mundo que ya había visitado una vez y donde me vi obligada a negociar con la bruja de los mares: Úrsula. Recordé el primer trato que me había hecho, donde se me ofreció una Perla que, si no estaba equivocada con sus indirectas, también era deseada por Tierra de Partida.

Fuera como fuese detuve el glider en una enorme playa desierta y, a medio metro de la arena y con los pies descalzos, aterricé. Me sentí aliviada y una enorme paz interior me recorrió el cuerpo desde los pies hasta la cabeza, y solté todo el aire que tenía acumulado dentro. La sensación de tener la piel enterrada en la suave cortina de arena, con aquel calorcito, era increíble. Así que me dediqué unos minutos a relajarme y a pasear por la playa, admirando el paisaje y el ir y venir de las olas.

Debería ponerme seria con esto. Que ya he perdido mucho tiempo.


Rememoré lo sucedido en mi última misión y, recordando el animal marino de esa vez me adentré en el agua, un poco intimidada porque esta estaba congelada. Pero poco a poco me fui abriendo paso hasta sumergir mi cuerpo por completo. Y para cuando abrí los ojos bajo la superficie la magia ya había hecho su trabajo: tenía el mismo aspecto y aquella cola tan graciosa.

Me adentré en los mares a gran velocidad, atenta sobretodo a los arrecifes, quizás creyendo que ahí encontraría alguna perla auténtica y brillante. Tenía que conseguir la mejor, o al menos intentarlo vamos. Al poco rato de búsqueda y preguntarle a una medusa sobre si sabía dónde podía buscar, ésta me recomendó acercarme a las almejas gigantes que crecían en el lecho marino, mucho más abajo. Le di las gracias, educada, y seguí sus indicaciones hasta que… ¡Encontré una!

Era enorme y de color gris. En un primer momento, colocada a pocos metros de ella, dudé sobre si tendría que preguntarle para que se abriese, o abrirla yo misma a la fuerza. Dado que pasé unos segundos valiosos parada como una tonta, me decanté por lo último. Agarré con fuerza la parte superior y tiré hacia arriba, con todas mis fuerzas, y me tomó más de un intento para quedarme convencida de que era imposible. Resoplé, angustiada.

¿Acaso buscas una Perla, preciosa?

Al parecer un pequeño pez se me había acercado sin miedo alguno por mi aspecto. Éste era de color gris, con algunas líneas amarillas sobre su cuerpo, y sonriente, me comentó.

Puedo decirte cómo abrir esa almeja, encanto, pero sólo si me ayudas con una cosita. ¿Ves ese delfín de ahí? Tengo una cuenta pendiente con él desde hace mucho. Solo tienes que seguirle y, cuando lo tengamos cerca, ¡zasca! Será mío. ¿Qué dices? Es un buen trato.

Miré en la lejanía, y sí, pude ver un delfín por la zona nadando a gran velocidad. No sabía si yo podía alcanzar esa velocidad, pero por intentarlo que no quedara…

Está bien.
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Re: [Espacio Profundo] Mensajeros galácticos

Notapor LightHelco » Dom Jul 26, 2015 2:44 am

Treinta y seis, treinta y siete, treinta y ocho… —contaba a los piratas uno a uno mientras descendían del barco para adentrarse en la selva —. Y con ese último hacen treinta y nueve piratas fuera del barco, algo me dice que quedan al menos una docena dentro de él.

Iba a ser imposible que me colarse en el galeón de buenas a primeras, mis ropas iban a resultar demasiado cantosas para los piratas, después de todo tenía algo de calidad y gusto vistiendo al contrario que ellos. Estaba claro que me iban a volver a tomar por un niño rico fácil de atracar.

Supongo que no voy a tener otra que cambiarme de look durante un rato —. Suspiré antes de centrar mi mirada en uno de los piratas que se encontraba en la playa vigilando —. Veamos… ¿cómo puedo atraerlo?

Avancé con cuidado entre las rocas intentando mantenerme oculto en todo momento, cuando estuve lo bastante cerca, saqué varios platines del bolsillo y cogí un par de ellos con una mano, preparándome para tirarlos. La idea era intentar conseguir golpear al hombre para llamar su atención y seguidamente usar el resto de platines para que se acercara, si este pirata era tan avaricioso como los que salían en mis libros era seguro que este plan no podía fallar.

Cogiendo fuerza, lancé los platines contra el pirata golpeándole solo con uno en el cuerpo, aunque fue suficiente, ya que hizo que mirase a todos los lados para saber quien le había arrojado dinero. Con cuidado de que no me viese sobresalir de las rocas, lancé un par más de estos y esperé a que se acercara. No pude evitar sonreír cuando el hombre corrió raudo hacia las monedas y bueno… ya que me había hecho algo de gracia, no tardé en tirar otro par de platines.

Ya eres mío” pensé sonriendo lanzando un último platín antes de esconderme del todo y ver como el pirata se ponía a mirar entre las rocas.

El Capitán y el resto ya pueden quedarse con esa birria de tesoro, yo me voy a volver rico con esto —podía escuchar celebrar al hombre besando mis platines.

Cierto, el que van a encontrar ellos no va a dejarles tiesos por la sorpresa —susurré preparando un hechizo Electro y acercándome con cuidado, cuando estuve encima de él, salté con la mano en donde retenía el hechizo por delante buscando su cuerpo —. ¡Electro!

El conjuro hizo contacto con el torso del pirata y al instante la electricidad recorrió su cuerpo dejándolo frito en cuestión de segundos. Tuve que agacharme al momento y arrastrar el cuerpo sin sentido del pirata por si alguien en el barco lo hubiese visto. Cuando estuve nuevamente algo alejado del buque, hice aparecer el glider en donde deposite mi chaqueta y camisa antes de ponerme encima las prendas del hombre, me quedaban algo anchas, pero tampoco iba a quejarme.

Voy a alegrarme bastante de que tuviese su propio gorro, me estaba empezando a sentir raro sin algo sobre mi cabeza —reí colocándome un sombrero negro bastante gastado —. Bueno, hora de ir a por esa banderita.
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Notapor Drazham » Mié Jul 29, 2015 4:24 pm

De acuerdo: ¡Eron contra Nik Komet, damas y caballeros! —El dependiente extendió la mano hacia los dos jóvenes—. Así pues, luchadores…

Eron enarboló su bate e inclinó el cuerpo hacia delante, lanzándole una mirada desafiante a Nikolai con una sonrisa de alarde dibujada en su cara. El aprendiz se limitó a responder a su provocación con una expresión seria, flexionando las piernas y agarrando bien fuerte su arma. Estaba decidido a luchar por ese muñeco.

¡Que de comienzo el combate!

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Nada más el dependiente diese el pistoletazo de salida, Eron salió escopetado hacia Nikolai, alcanzándole en tan solo tres zancadas. Alzó su bate y lo hizo descender con un movimiento rápido, buscando la oportunidad de propinar el primer golpe. El joven, previendo aquello por la naturaleza impulsiva del chico moreno, no perdió el tiempo y se apartó de la trayectoria con un paso lateral.

Claro que, la cosa no se iba a quedar en un sablazo fallido. Eron se limitó a oscilar el bate de un lado a otro frenéticamente, centrando su estrategia en una ofensiva total. Niko se vio obligado a recurrir de nuevo a su juego de pies, apartándose de las violentas estocadas con saltos cortos y pasos dobles. Gracias al entrenamiento en la Orden y a sus dotes de baile, se ha vuelto lo bastante escurridizo para su contrincante.

O tal vez no lo suficiente.

¡Te tengo!

Uno de los ataques de Eron logró conectar, arreándole un buen trastazo en un costado. Nikolai se encorvó sobre si mismo y soltó un gruñido de dolor entre dientes. ¿Entrenamiento seguro? ¡Y una porra! Sabía que esos chismes harían daño por muy acolchados que estuviesen. Y más cuando los blandía un bruto como aquel chaval.

El público vitoreó entre gritos y silbidos, emocionado por el espectáculo que estaba dando el chico. No cabía duda de que la muestra de salvajismo de Eron les había encantado, siendo los combates de gladiadores el entretenimiento estrella de aquel mundo.

¡Esta pelea va a acabar en tiempo record como me lo pongas así de fácil! —se mofó a pleno pulmón—. ¡Ya noto el muñeco entre mis dedos!

Con una expresión triunfal, Eron preparó una vez más el bate para arremeter contra su presa. Su brazo descendió a toda velocidad y…

<No cantes victoria antes de tiempo>.

Y entonces, Niko extendió delante suyo el bate, colocándolo en posición horizontal. Ayudándose de ambas manos, repelió el ataque de un empujón en cuanto chocó contra su arma. El desconcertado Eron trastabilló hacia atrás, a punto de perder el equilibrio. Sin embargo, no tuvo tiempo de recomponerse cuando Niko le hundió el bate en el estómago, teniendo que retirarse hacia atrás con torpeza.

La estratagema del aprendiz se ganó una ovación de los espectadores, sorprendidos por el cambio de tornas que había tenido el combate. Un claro ejemplo de que la fuerza bruta no lo era todo.

—¿Habéis visto? El chico rubio está aguantando contra Eron.

—¡Que sigan así! ¡Los combates reñidos son los más divertidos!

Con una mano en el estómago, Eron resopló y alzó la vista hacia Nikolai. El joven abrió los ojos con expectación al ver que, ni con esas, al moreno no se le borraba esa sonrisa de engreído.

No está mal, rubito —espetó entre jadeos, reincorporándose con lentitud. Su sonrisa se amplió aun más—. Pero ahora viene la mejor parte.

Con los ojos bien abiertos, Eron colocó en ristre el bate y echó el brazo con el que lo sujetaba hacia atrás. De una patada se propulsó hacia Nikolai, con la punta del bate enfrente, y deslizándose por el suelo a tal velocidad que parecía una flecha. Niko pegó un respingo del susto y se apartó de su trayectoria de una voltereta, salvándose por un pelo de ser arrollado.

—¡Parece que Eron se está poniendo serio! —gritó uno de los espectadores entre risotadas—. ¡Oye, Nik “Clumet”! ¡Yo de ti me pondría las pilas!

<Ya… Y también ayudaría que recordases mi nombre, no es tan complicado>, puso los ojos en blanco. Saltaba a la vista quien de los dos era el favorito del público.

Eron levantó una humareda de polvo al derrapar, girando sobre si mismo. El aprendiz chasqueó la lengua al verle las intenciones al tomar carrerilla, preparándose para una segunda acometida. De seguir con su estrategia de esquivarle no conseguiría nada; el ataque de antes le había pasado de refilón, y en el momento que lo pillase, se acabó. Bloquearlo tampoco le resultaba una opción viable; con esa fuerza se lo llevaría por delante.

<A no ser que…>, los ojos se le iluminaron en cuanto una nueva ocurrencia se le pasó por la cabeza. Sí, podía funcionar. Y más le valía, ya que era su única alternativa.

Entonces, el chico de las rastas volvió a la carga. Niko contuvo la respiración y se concentró, visualizando la trayectoria del arma de Eron. Noto como el tiempo se ralentizaba a la par que controlaba sus pulsaciones. Cada vez lo tenía más cerca, a escasos centímetros de arremeter contra su pecho.

Solo un poco más, y…

<¡Ahora!>.

Nikolai se agachó en el momento justo, pasándole el bate muy cerca del pómulo derecho. Ondeó su propia arma con un barrido para golpear las piernas de Eron, quien salió despedido por la velocidad que había tomado en su ataque. Rodó por el suelo hasta acabar postrado sobre sus rodillas, maltrecho. Trato de alcanzar el bate que se le había escapado con la caída, alargando el brazo.

Pero Nikolai no se lo permitió: tomó impulso con un salto, y descargó el palo acolchado sobre su espalda, restallando en un sonido hueco. Eron ahogó un grito y se desplomó del todo, abatido.

El público enmudeció de sopetón, contemplando boquiabiertos a ambos combatientes. Pasaron cinco segundos y no hubo respuesta por parte del chico. Niko esbozó una mueca de inquietud, temiéndose que se hubiese pasado con el golpe. Y él le había tachado de bruto… Qué ironía.

Eh… Bueno… —El dependiente, que se había quedado anonadado, reaccionó ante las incesantes miradas del gentío y carraspeó—. ¡Eron ha quedado fuera de combate! —Extendió la palma de su mano hacia Nikolai—. ¡El ganador es Nik Komet!

Hubo unos pocos aplausos, la gente seguía un poco chocada por la victoria de un forastero. Pero al rato, fueron intensificándose, ganando más ánimo, hasta acabar en vítores y silbidos. No se esperaban que uno de los alumnos más aventajados de las palestras perdiera, claro que eso no cambiaba que había sido un combate entretenido.

Y Nikolai, ruborizado por las aclamaciones del público, alzó la mano y esbozó una tímida sonrisa. Nik Komet se había llevado su primera victoria.

***


¿De verdad que estás bien?

¡Pues claro! Un golpecito de nada no me va a… ¡Ay! — Eron gimió de dolor, llevándose la mano a la mano a la espalda. Niko hizo ademán de socorrerle, pero rechazó su ayuda alzando su palma.

La plazoleta del mercado se vació media hora después de que finalizase el combate, quedándose mucho más tranquila sin el jolgorio y la muchedumbre de antes. Nikolai se esperó allí hasta que se calmase el ambiente para reclamar su premio: el codiciado muñeco de Hércules que ahora reposaba en su puño. Se esperaba algo más especial para lo que le había costado conseguirlo; si se le apretaba de la cintura, los bíceps y los pectorales se le hinchaban. Un simple juguete para contentar a los niños, solo que con el nombre del héroe más famoso de Grecia.

La otra razón por la que se quedó fue para esperar a que Eron se recuperase. Le costó lo suyo levantarse del suelo, y encima se largó entre tumbos nada más ponerse en pie, sin siquiera dirigirle la palabra a Niko o a cualquier otro.

Oye… Lamento lo del regalo para tu hermano —espetó con lástima, pasándose la mano por la nuca.

¡Bah! No te preocupes por eso. Creo que al final me las podré apañar sin el muñeco. —Comenzó a reír, hasta que su espalda le lanzó una punzada de dolor que le obligó a detenerse—. Resulta que entre todo ese gentío me encontré a mi hermanito. Se enteró de que iba a luchar en un combate de exhibición y, claro… No se lo quería perder por nada en el mundo. —Una media sonrisa le asomó por la cara—. ¿Te puedes creer que me dijo que lo había hecho genial? Y eso que acabé mordiendo el polvo.

Así son las conexiones entre hermanos —alegó, asintiendo con la cabeza. Él era hijo único, aunque comprendía hasta qué punto llegaba el vínculo entre dos hermanos—. Seguro que te verá como su héroe particular.

Pues menudo héroe se ha ido a buscar. Si hasta ese de ahí sería mejor ejemplo que yo —soltó con tono burlón, señalando el muñeco de Hércules—. Pues resulta que no le importa quedarse sin él. Ahora —descolgó de su cintura el famoso bate azulado que había usado en la pelea y lo alzó—, quiere uno de éstos. Se ve que le han encandilado estos chismes.

A él y a otros muchos. El combate de exhibición fue un éxito para promocionar los susodichos bates. Minutos después de que acabasen, los espectadores salieron en estampida para hacerse con uno. Tanto los jóvenes aspirantes a guerrero, y los padres a los que sus hijos les imploraban que les comprasen uno, le dieron bastante faena al dependiente de la tienda, que no daba abasto con tanta demanda. No le hacía mucha gracia que unos niños fuesen por ahí aporreándose con esos trastos. Pero se hacía a la idea de que en aquel mundo tan belicoso no se vería con malos ojos.

Para compensar las molestias, el tipo les regaló a ambos los bates que habían utilizado. Niko tenía el suyo en la bolsa que colgaba de su hombro, con el mango sobresaliendo. La verdad es que no tenía ni idea de qué hacer con él… hasta hace escasos momentos.

Si le vas a regalar uno a tu hermano, sería una lástima que no tuviese a nadie con quien practicar. —Agarró por el acolchado y le tendió a Eron el mango—. Con un compañero le resultará más entretenido, ¿no crees?

Eron parpadeó sucesivas veces, perplejo, intercalando la mirada entre Niko y el bate. Titubeó, y al cabo de un rato, alargó el brazo con lentitud, tomando el regalo que le ofrecía el aprendiz.

Eso dicen, sí —musito, con la mirada perdida en el bate. Entonces, una sonrisa desafiante le cruzó por el rostro y se dirigió a Nikolai—. Por cierto, un día de estos quiero la revancha. No lo olvides.

Nikolai le devolvió una pícara sonrisa y se cruzó de brazos, adoptando una pose que denotaba orgullo.

Cuando quieras.

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23. Kurt Zisa
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