[Tierra de Dragones] El invierno (III)

Ronda #4 - Fecha límite: martes, 9 de septiembre

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra, Denna

[Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor Soul Artist » Dom Ago 17, 2014 5:57 pm

Cuando llegaron a la aldea, no quedaba nada.

La nieve había sepultado en unas pocas horas los restos de los edificios. No había ni rastro del fuego que había desmoronado la mayoría de las casas, ni tampoco de las tiendas de campaña que vigilaban la entrada a la pequeña localidad.

Pocos eran los lugares que quedaban en pie. El restaurante en el que Fátima había comido con Ronin era uno de ellos, aunque su estructura era inestable y su madera quemada crujía cuanto más soplaba el viento, el cual llevaba la nieve hasta su techo. En una de las ventanas pudo reconocer el cadáver del dependiente del local, con una gran mancha de sangre bajo él.

Las reacciones de los miembros del ejército fueron variadas. La mayoría de soldados se encontraban asustados y traumatizados al ver los horrores de los hunos, y más contando que conocían a muchos aldeanos de aquel lugar al haber pasado meses allí; otros intentaban no caer en la tentación de derrumbarse y pasaban de lado, sin girar la cabeza para comprobar de quiénes eran los cuerpos enterrados en la nieve.

Shang intentaba mostrarse fuerte ante la situación. Ayudaba a otros soldados en la labor de buscar supervivientes: unos habían ido directos a las casas, mientras que otros estaban en el campamento, caso de Shang. Fátima y el huno arquero se encontraban a la entrada del campamento, en la calle principal del pueblo, mientras cinco soldados y Andrei les vigilaban, además de un número pequeño de caballos; desde allí podían ser vistos por Shang. Huir no sería posible.

Este horror provocado por tu mentor no quedará sin castigo, patito —aseguró el Maestro, fingiendo dolor por todo lo que le rodeaba—. Y pensar que te consideré una blanda...

Las burlas de Andrei venían acompañadas por una pequeña muñeca de trapo que se había encontrado entre la nieve, a manos de infante. Jugaba con ella en el aire, despreocupado mientras observaba en dirección a Shang, esperando una señal para reemprender el viaje.

El capitán se acercó al grupo finalmente con el resto del ejército para ver los resultados de la búsqueda. Fátima pudo reconocer algunas caras familiares entre la multitud: tres soldados que conoció en su anterior visita al mundo, heridos y casi incapaces de unirse a la batalla, pero que hacían todo lo posible por permanecer en pie.

¿Cuántos supervivientes han sido hallados?

Pocos, mi capitán. Tres miembros del ejército y un puñado de aldeanos. Los hunos se aseguraron de que no quedara nada de este lugar.

¿Y mi padre?

Capitán...

Chi-Fu se acercó a Shang con algo entre las manos, con la mirada clavada en los ojos de su superior. Llevaba el casco con forma de dragón y la pluma de águila que una vez permaneció al General Li; las manchas de sangre en sus bordes y el rostro triste del notario lo decían todo.

Shang tomó con ambas manos el casco, clavando sus ojos en él. Lo acercó a su frente y agachó la cabeza, lamentando la pérdida por unos escasos segundos; no dedicaría mayor tiempo a ello. Desenfundó su espada, se alejó del grupo y la clavó en el suelo para poner sobre su empuñadura el casco que le había sido entregado. Se arrodilló ante él por un corto tiempo y volvió al grupo, con la mirada decidida en la montaña.

No hay tiempo para dar un entierro a todos los buenos hombres que esta noche han caído. —sentenció con voz firme—. La Ciudad Imperial se encuentra al otro lado de esta montaña. Si no detenemos a los hunos, nadie lo hará.

No le falta razón... General.

Shang no contestó a Andrei. Se limitó a avanzar hasta su caballo, montarse en él y comenzar a cabalgar a paso lento para que el resto de soldados les acompañaran. El Maestro se giró a Fátima y le dedicó una sonrisa prepotente, lanzándole la muñeca de trapo para que la atrapase con sus manos atadas con cadenas. El joven se apresuró al frente del grupo, dejando a la chica atrás y sola.

A la salida del pueblo se encontraba una cueva que quizás hubiese visto al entrar. Si quería huir, aquella sería su única oportunidad; el único problema que tenía es que las cadenas que le tenían prisionera le unían con el huno arquero, y que se encontraba rodeada de soldados. Seguía teniendo, pese a todo, el poder de su magia, y Shang se encontraba al frente del ejército mientras que ella estaba a la cola.

* * *

La oscuridad de la noche y la tremenda nevada no facilitaba la orientación en aquella montaña perdida de la mano de dios.

Hiro y Kousen debían avanzar como pudiesen. El frío era terrible, y la escasa luz de la luna no era suficiente para poder avanzar con facilidad por aquel lugar; tampoco ayudaba la compañía de Enkidu, quien parecía lamentar con aullidos al cielo la pérdida de su compañero. Se había apegado especialmente a MoguDer, probablemente por recordarle también a un perro.

Hikaru y Exuy habían tenido que abandonar la misión de forma inmediata. El segundo se encontraba gravemente dañado por alguna clase de ataque mental, cosa que no pudo explicar bien; por lo que el primero había tomado la decisión de llevarle hasta Tierra de Partida, donde podrían curarle a tiempo, además de dar la voz de alarma. Necesitaban más miembros de la Orden en aquella misión; con ellos no eran suficiente, y dos Maestros habían desaparecido en combate.

Sin embargo, antes de marchar Hikaru, algo saltó de sus ropas. Su misteriosa "consciencia" se reveló finalmente a los dos aprendices al ver que el muchacho invocaba una armadura para partir y que casi le aplastaba en la transformación: se trataba de un dragón rojo que había decidido adherirse a las ropas de Kousen, apegado a su cuello.

¡Mi nombre es Mushu! —explicó el dragón a los aprendices tras revelarse, una vez asentado en los hombros de Kousen—. Soy un espíritu guardián. ¡Y puede que uno de los últimos de mi especie, así que cuidadito conmigo!

Finalmente, tras avanzar largo y tendido, ambos aprendices acabarían encontrando la entrada a una cueva sin iluminación alguna. Sus opciones no eran numerosas: o se adentraban a su interior, sin una fuente de luz clara, o seguían avanzando cuesta abajo por la montaña. Adónde les llevaría era algo difícil de decir, pero quizás tampoco fuese buena idea entrar allí...

Especialmente porque Enkidu, al ver la entrada, se había vuelto loco y ladraba sin parar a su interior.


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Fecha límite: jueves, 21 de agosto.

Kairi se unirá más tarde, debido a querer dar coherencia temporal y argumental a la Trama.
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Re: [Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor Suzume Mizuno » Jue Ago 21, 2014 8:35 pm

Temblando por culpa del viento y de la terrible caída de temperatura, Fátima se esforzaba por proteger sus manos contra el uniforme y sorbía ligeramente por la nariz. Tenía los ojos enrojecidos porque no había conseguido contener las lágrimas cuando la obligaron a separarse de Mulán y los demás. Ni siquiera pudo despedirse, asegurarles que estaría bien… Había intentado contenerse con todas sus fuerzas. Pero no había sido capaz.

No estaba preparada para recibir tantos golpes emocionales en menos de un día.

Y ahora había llegado uno más. Y, mientras un escalofrío de horror le recorría la espina dorsal, sospechó que no sería el último.
 
De la aldea en la que había estado hacía unas horas no quedaba más que el esqueleto. Un esqueleto cubierto de nieve. Se mareó. Era como si la hubieran transportado cientos de años al futuro. Simplemente, la visión que se alzaba ante ella no tenía sentido. Para los soldados del diezmado ejército de Shang, tampoco parecía tenerlo.
 
Bajó la vista hacia sus pies, que se hundían en la nieve.
 
«Ha llegado... ¿el invierno? Dios mío, era de lo que estaba hablando Ronin… La hechicera, entonces, ¿está viva?».
 
El alma se le vino a los pies. Como si no tuvieran ya suficientes problemas, ¿también iban a tener que enfrentarse contra la bruja que tantísimos problemas le causó a Ronin?
 
¿Un invierno eterno? No era capaz de concebir algo así. Era una imagen demasiado… desoladora.
 
Una ráfaga de viento levantó una cortina de nieve y Fátima, maldiciendo sus manos atadas, se encogió sobre sí misma y se sujetó el pelo para no se le metiera en la cara. Fue en ese momento cuando vio el cadáver del dependiente del Buda Feliz.
 
No fue capaz de experimentar el mismo asco que le habían provocado los muertos del campo de batalla. Mientras los soldados se dividían entre aquellos que trataban de mantener su profesionalidad y los que fracasaban miserablemente en el intento, Fátima se sintió tan extenuada que no tenía ni fuerzas para horrorizarse de verdad. Después de todo, acababa de ver cómo Andrei mataba alguien en sus propias narices. Había caminado por encima de cadáveres de hombres junto a los que había querido luchar. Era como estar moviéndose por una pesadilla.
 
Con la diferencia de que aquella gente era completamente inocente. Civiles. No habían hecho daño a nadie.
 
Lanzó una mirada de soslayo a Andrei, que se había quedado junto a ella y al huno capturado —además de con otros tantos guardias para vigilarles—. Casi al lado tenía caballos. Fátima no sabía montar muy bien pero estaba covencida de que sería capaz de cabalgar si se daba una situación de vida a muerte. El problema radicaba en que Andrei era infinitamente más rápido que ella. No podría escapar aunque lo intentara.
 
Con un resoplido que sonó más a gemido, dejó que su mirada vagara por el pueblo y, casi sin pensarlo, acabó buscando la cabaña donde se había encontrado con Andrei. Hacia donde habían ido Ronin y Kousen.
 
«No les ha podido pasar nada. Andrei no ha podido vencer a un maldito Maestro. ¿Verdad?».
 
Eso intentaba decirse. Pero a esas alturas cualquier cosa le parecía posible. Estaba claro que el mundo podía ir a muchísimo peor. No hacía más que comprobarlo una y otra vez. Y que ninguno de los dos apareciera en esas circunstancias era ya de por sí un mal augurio...
 
Este horror provocado por tu mentor no quedará sin castigo, patito —dijo de pronto Andrei, con un timbre tan dolido que hasta Fátima se lo habría podido creer… Si no hubiera sabido cómo era en realidad—. Y pensar que te consideré una blanda...
 
Con un rictus de rabia, Fátima le fulminó con la mirada, rechinando los dientes. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo podía culparles sin que se le cayera el rostro de vergüenza? ¿Cómo podía existir gente con una moral tan retorcida, tan...?

De pronto se fijó en el objeto con el que Andrei estaba jugando y el corazón le dio un vuelco.

 —¿Le has quitado eso a un niño? —farfulló, siguiendo con la mirada el trazado del vuelo de la muñeca —.¡¿Es que no tienes respeto por nada?!

Entonces, Shang regresó y Fátima se mordió los labios, temblando de pura rabia e impotencia.

Era él quien no iba a quedar sin castigo. ¡Se suponía que era un maldito Portador de la Llave Espada! Su máxima era no intervenir en eldevenir de los mundos. Cierto, ella misma acababa de romper esa refla, pero ahora quedaba claro que con motivo: Andrei buscaba la guerra. Y Fátima no entendía por qué. ¿Era eso lo que buscaba Bastión Hueco?

¿Cuántos supervivientes han sido hallados?

Una cosa era su líder... Y otra que al resto de sus miembros también les importara tan poco la vida humana.
Pocos, mi capitán. Tres miembros del ejército y un puñado de aldeanos. Los hunos se aseguraron de que no quedara nada de este lugar.

 Fátima crispó los puños, clavándose las uñas en las palmas. Las tenía tan heladas que casi no sintió dolor.

« ¡Monstruos!».
 
¿Y mi padre?

Fátima alzó la vista. ¡El general! Casi se había olvidado de él. Quizás, sólo quizás todavía podría intentar apelar a su lógica, a...
 
Capitán...
 
El repelente consejero imperial entregó a Shang un casco que a Fátima le resultó muy familia, completamente cubierto de sangre. Sólo con mirar al capitán comprendió a quién había pertenecido... Y lo que significaba. Se le formó un nudo en la garganta. Y, aunque lo sintió por el general, que le había parecido un hombre respetable, no pudo lamentar realmente su muerte... Si no lo que esta conllevaba.

Vio en silencio cómo Shang clavaba su espada en la nieve y, con un impresionante dominio de sí mismo,ponía el casco sobre su empuñadura. Tras una reverencia respetuosa, se giró hacia ellos. El funeral había terminado. Muy a su pesar, Fátima tuvo que reconocer que su sangre fría era admirable.

Ella, desde luego, no habría sido capaz de tomar el mando de un ejército si acabara de saber que su padre había muerto. Y menos sin llorar por él.
 
No hay tiempo para dar un entierro a todos los buenos hombres que esta noche han caído. La Ciudad Imperial se encuentra al otro lado de esta montaña. Si no detenemos a los hunos, nadie lo hará.
 
No le falta razón... General.

El cargo escoció a Fátima en lo más profundo. Ya estaba. Todo perdido. Sin ningún aliado, con el general del ejército a las órdenes de Andrei, sin sus compañeros, sin su Maestro, sin Mulán y los soldados realmente leales...
Captó la insoportable sonrisa de triunfo que le dirigió Andrei justo antes de que le lanzara algo que atrapó al vuelo incluso con las manos atadas. Cuando abrió los puños, vio que era la pequeña muñeca de trapo con la que había estado jugando. La furia reverberó en su interior, prendiendo su sangre.

 No.

No pensaba llorar más. No iba a quedarse en su rincón lamentándose de su mala suerte. Obligándose a pensar, a no sumirse en la desesperación, miró en derredor y comprobó que, sorprendentemente, la habían dejado al final de la fila, sin una estricta vigilancia. Andrei, el único que realmente podría oponerse a su magia, estaba lejos. Recordó la cueva que había visto antes de llegar al campamento y se preguntó...

Apretó los labios. Pero, ¿y si no lograba escapar a tiempo? ¿Y si la cueva no era profunda?

¿Entonces qué?

No creía que volviera a tener oportunidades de escapar.

Sin embargo, ¿qué haría si se marchaba? Podía intentar encontrar a sus compañeros  —s negaba a creer que sus cuerpos descansaran entre los de la aldea —, pero no tenía ni idea de dónde buscarlos. ¿Y regresar a Tierra de Partida para pedir ayuda?

Pero...¿Y si no llegaba a tiempo? Además, ¿qué podían hacer? Los Maestros jamás querrían luchar contra los hunos, se centrarían en buscar la causa del invierno o en encontrar a Andrei. Y, si olía peligro, este se les escaparía.
Acunó a la muñeca contra su pecho, pensativa. Y tomó una decisión.

Quizás fuera la opción equivocada. Quizás acabaran matándola. Pero Andrei quería obligarla encontrar a Ronin, al menos de cara al ejército. Y ellos se estaban dirigiendo hacia donde estaban los hunos. Si realmente Andrei estaba aliado con estos, quizás fuera su única oportunidad de intentar enderezar la situación. Una oportunidad muy pequeña, pero allí estaba.

En cualquier caso, no pensaba quitarle la vista de encima a Andrei. Costara lo que costara, intentaría hacerle fallar. Por Mulán, por Feng, por Rei... Sí, incluso por Jia. Por la gente a la que Andrei estaba arrastrando a la muerte.

Se guardó la muñeca como pudo dentro del uniforme, para recordarse que habían fallecido niños por culpa de un Portador como ella.

Sí, aunque se arriesgara a que la ejecutaran.

Iba a cumplir su deber. Detendría a Andrei como fuera.

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Vamos. Que Fátima sigue a Andrei xD
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Re: [Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor RedXIII » Vie Ago 22, 2014 4:58 am

Nieve, mucha nieve caía aquella noche, el cruel homenaje al gran general caído, un luto difícil de conllevar, lágrimas secas del guerrero dolido mientras el majestuoso can aguardaba su oportunidad, noche fría y cruel que llevaba a la nada los sentimientos del soldado herido.

Sobre la fría nieve yacía el mestizo pelirrojo.

Lo siento... Ronin.

Vamos, álzate— Giró levemente la cabeza hacia Kousen —No debemos aguardar más bajo tal tormenta.

Hiro levantó del suelo, la marcha del General Li le había afectado pero siempre había sido un hueso duro de roer, debía mantenerse firme en aquel momento, sobretodo después de no saber donde habían terminado.

Hikaru y Exuy marcharon, pero antes de alzar al vuelo algo rojo apareció, algo que le resultaba familiar a Hiro.

¡Mi nombre es Mushu! — posó sobre el hombro de su compañero —Soy un espíritu guardián. ¡Y puede que uno de los últimos de mi especie, así que cuidadito conmigo!

Yo a ti te he visto antes — Acercó el aprendiz su cabeza para verlo mejor —Estoy seguro de que te vi en el campamento — Tocó con el dedo la pequeña cabeza de aquel ser, no parecía más que una lagartija roja con bigote y cuernos.

Enkidu no paraba de ladrar, parecía apenado y confuso sin su dueño —¿Azarado estas? Tranquilo, tito Der te ampara — Sin quererlo se había convertido en la niñera de su enemigo, era algo irónico pero MoguDer nunca había sido demasiado rencoroso, y menos con un "animal".

Dejando a un lado aquello parecía que el consejo de seguir adelante empezó a cobrar más fuerza cuando el frió caló en los huesos del aprendiz, sin su chaqueta, incinerada en el pueblo, solo tenía el chaleco para protegerse del temporal y no era muy eficaz.

Caminaron rato hasta encontrar algo que no fuera nieve, una oscura cueva sin un ápice de luz se alzaba en su camino, Enkidu no parecía contento con el lugar, no paraba de ladrar delante de la entrada.

Yo quiero entrar ¿Tu que piensas? — Sacó del bolsillo su linterna y alumbró al interior —¿Vas a entrar o permanecerás bajo la nieve? — Fuera cual fuese la decisión de Kousen, Hiro y MoguDer se adentrarían en la cueva, no temían lo desconocido ni el peligro; eran, simplemente, unos temerarios sin nada que perder.

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Siento la calidad del post, ando algo liado esta semana
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Ronda #2 - El invierno (III)

Notapor Soul Artist » Vie Ago 22, 2014 10:19 pm

Fátima

Fátima avanzó montaña arriba junto con el huno arquero, en silencio y negándose a seguir llorando. A la salida del pueblo un gran ventoral de nieve le golpeó la cara y notó cómo las temperaturas bajaban en picado; una frontera invisible estaba avanzando montaña abajo, llevando consigo el helado ambiente del corazón del monte.

Los soldados pasaron serias dificultades para subir la montaña, incluido Shang. El huno arquero, pese a tampoco sentirse bien durante la ascensión, fue capaz de sobrellevarlo mejor que todos los demás. Estaba acostumbrado a aquellas temperaturas, y los suyos se habían instalado en algún lugar montaña arriba.

Tras lo que parecieron ser horas de camino, el ejército se detuvo por motivos incomprensibles para quienes se encontraban en la cola. Sin embargo, tras unos segundos de espera, la tormenta cesó. Si Fátima miraba a su alrededor, descubriría que aquel fenómeno no era natural: se encontraban en un círculo de calma, innatural, donde no había nada. Excepto una figura frente a ellos.

Entregadme a la chica y os llevaré a quienes queréis encontrar.

La voz era la suya. Los soldados se hicieron un poco de lado para mirar a Fátima con extrañeza, y tuvo la ocasión de verle de pie, serio y desafiante: Ronin. Incluso Andrei parecía sorprendido por su presencia, pero allí se encontraba: con su Llave Espada invocada a su espalda, dos lobos enormes y blancos y su único ojo brillando con un tono celeste inusual.

Ronin —Shang avanzó unos pasos con su caballo para acercarse al Maestro y amenazarle con la mirada—. Traidor.

No tengo tiempo que perder con niños. —sentenció el hombre—. Quiero a la chica conmigo. Y si sabéis dónde están los otros cuatro, sería conveniente que lo revelarais.

¿Qué estás...? —preguntó Andrei para sí mismo, confuso. Saber si actuaba o no parecía difícil.

Capturadle.

Tres soldados se adelantaron en dirección a Ronin, pero no llegaron a tocarle. El Maestro extendió su mano hacia ellos y del suelo surgieron estacas de hielo directamente a sus pechos, amenazando con atravesarles si se movían un ápice más. Sus intenciones no eran mortales; pero si necesitaba luchar, lo haría.

Como prisionera, Fátima no podría ir con él a menos que se escabulliera. Pero lo que debía preguntarse primero era si de verdad quería ir con él: había algo extraño y fuera de lugar con respecto a su presencia.

* * *

Hiro y Kousen

Kousen no dio respuesta a su compañero. El frío le había helado el cerebro y le había vuelto lento: tanto, que se quedó en la entrada de la cueva mientras Hiro, MoguDer y Enkidu entraban en su interior, buscando resguardarse del frío.

Sin embargo, aquel lugar no era tan cálido como cabía esperar. Además de oscuro, sus paredes estaban congeladas; y Hiro no podía moverse demasiado rápido, pues como Enkidu descubrió con un movimiento brusco con el que cayó de culo, resbalaba y mucho. Sin embargo, aquellas condiciones le llevarían a reconocer de inmediato el lugar: se encontraba en la misma cueva que había visitado con Gilgamesh unas horas antes, la que les había llevado hasta la estatua de la mujer congelada y la espada de Loto.

Sólo había una diferencia: esta vez no estaban solos.

Qué palo lo del prisionero que se nos escapó.

Y que lo digas.

En la oscuridad, Hiro era incapaz de ver a los guardias que hablaban. Peor que aquello: tampoco podía oír desde dónde venían, pues el eco de la cueva les ayudaba a desconcertar a cualquier intruso. Sin embargo, parecía que no sabían dónde se ubicaba él.

Shan Yu estaba furioso con nosotros. Parecía que nos fuera a arrancar la columna vertebral.

¿Pero de verdad nos merecemos esto? Patrullar una cueva que obviamente nadie va a atravesar...

Eso o la castración.

¡No! Tengo muchas jovencitas aún a las que enseñar...

Tú estás mal de la cabeza.

Enkidu, confuso por el eco, reaccionó con un ladrido hacia las paredes para intentar identificar a los que hablaban. De inmediato los dos guardias reaccionaron:

¿Has escuchado eso?

¿Qué?

He oído un perro.

¡Esta cueva está llena de lobos!

No. Ha sido un perro.

La suave luz de una llama pudo ser vislumbrada al final del pasillo por Hiro, a mano izquierda. El chico, acompañado por tres extrañas criaturas (Mushu a sus hombros, MoguDer a su lado y Enkidu aún extrañado por las voces que retumbaban en las paredes) no daría muy buena impresión a dos guardias cuyas intenciones se asemejaban de todo menos bonitas.

Podía intentar esconderse de ellos retrocediendo hasta una roca helada tras él, rezando que no le descubrieran, o hacerles frente de forma inmediata.

* * *

Kairi

Las coordenadas que habían dado a la chica de Tierra de Partida debían estar mal; quizás eso pensó al sobrevolar la zona con la Llave Espada. Sin embargo, cuando aterrizara y tropezara con el primer cadáver de muchos, se daría cuenta de que en realidad había llegado demasiado tarde.

La aprendiza había sido enviada con total urgencia por Kazuki a la posición en la que Ronin, Rebecca y los aprendices habían viajado para investigar varios asuntos de Tierra de Dragones. Un poblado tranquilo, lleno de niños y bastante sencillo por lo que le habían dicho.

Ya no quedaba nada de todo aquello: nada. Muchos de los edificios de aquel lugar habían sido arrasados hasta no quedar nada de ellos más que las cenizas, y los cientos de cadáveres se desperdigaban por las calles, enterrados en la nieve que parecía haber empeorado desde su llegada: el viento cada vez era más fuerte, y la cantidad de nieve la suficiente para convertir en una bola helada al mundo entero.

Pero quizás, después de todo, sí quedara algún superviviente.

Socorro...

La voz era débil e igual Kairi no la hubiese escuchado. Provenía de los restos de un edificio que estaba a punto de derrumbarse, el Buda Feliz; si entraba, se arriesgaba a que todo lo que parecía un restaurante se le viniera encima. Pero su deber, como parte de los Caballeros, era ayudar a todos los que pudiera.

Claro que nadie nunca lo sabía. ¿Por qué jugarse el cuello por un aldeano, cuando lo primero era ayudar a los suyos? Al no estar por allí, debían encontrarse montaña arriba, o en la cueva derecha a la salida del pueblo.

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Re: [Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor Kairi » Mar Ago 26, 2014 7:09 pm

- No, esto tiene que estar mal... ¿Se habrán confundido al darme las coordenadas?

Kairi hizo aterrizar su Glider en la zona indicada de Tierra de Dragones. Kazuki la había mandado al lugar donde se suponía que estaban Ronin, Rebecca y varios aprendices. También le había dicho que el lugar era un poblado bastante tranquilo y con muchos niños. Pero lo que se encontró no era para nada acogedor. De hecho, no había nada. Aquel poblado había sido destruído, las casas y edificios estaban reducidos a ceniza y cientos de cadáveres estaban enterrados bajo la nieve.

Kairi se tapó la boca con las manos ahogando un grito. Nunca había visto una cantidad de muertos semejante. ¿Quién o quiénes podrían hacer algo así?

El viento era cada vez más fuerte y la nieve se iba acumulando, hasta el punto de que ya había cubierto sus pies. Kairi se puso a Awa-chan sobre su hombro, que se apresuró a taparse con esa larga melena rosada. Empezó a caminar para no convertirse en un cubito de hielo, preguntándose si los demás estarían bien.

- Socorro...

- Awa - esa voz pidiendo auxilio sólo fue escuchada por Awa-chan, que bajó del hombro de su dueña y corrió hacia un edificio, el Buda Feliz, que tenía pinta de caerse de un momento a otro, seguido de Kairi.

- ¿Qué pasa? ¿Hay alguien atrapado ahí?

Sabía que debía salvar al pobre aldeano, pero el edificio podría venirse abajo con ella dentro. Pero no podía dejarlo allí, asi que entró despacio y con cuidado de no tocar nada demasiado frágil. Awa-chan la guiaría por el olor. Cuando lo hubiera rescatado, seguiría buscando a los suyos en una cueva que había visto cerca de allí, al acabar el pueblo, Pensó que con el temporal que hacía, ese sería el mejor lugar para empezar a buscar.

- ¿Oiga? - dijo en voz alta - . ¡No se preocupe, he venido a rescatarle!
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El Viernes 26 a las 20 fui al hipercor para compra un juego por el cumple de un amigo y en el msn deje un automensaje que era "En El Hipercor" , en esos momentos Habimaru cerro el chat y se creo una multiconversacion de 7 o 8 personas del foro para hablar , cada minuto aparecía mi gracioso automensaje con el icono del tio feliz , cuando llegue y comente estaban todos En El Hipercor , uno en el carrefour pero bueno , al dia siguiente en el chat la frase mítica aparecía cada poco En El Hipercor y ya esta es la historia del Hipercor que tanta gente me pregunta XD ( Se le ha parecido buena o vivió esto ponérselo como firma.


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Re: [Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor Suzume Mizuno » Mié Ago 27, 2014 12:34 am

El viento comenzó a rugir con furia en cuanto el reducido ejército dejó el pueblo y la temperatura se desplomó de pronto. Fátima tenía la impresión de que la muerte les estaba golpeando con su aliento helado y tuvo que repimirse para no invocar un Piro en el que buscar calor. De todas formas, el frío habría acabado con él casi con seguridad. Los dientes le castañeaban de tal manera que no era capaz ni de soplarse las manos. Intentó ponérselas a resguardo pero era imposible teniéndolas atadas de esa manera. En seguida comenzó a perder la sensibilidad en los dedos.

«Joder, este frío… ¿Es que no se dan cuenta de que no es normal?», pensó, sujetándose la ropa.

Pensaran lo que pensaran los soldados, todos lo estaban pasando tan mal como ella y no pudo reprimir el regusto de la venganza en los labios. El único que parecía soportar sin problemas el frío era el huno, al que Fátima lanzó alguna que otra mirada de resentimiento.

Con el corazón encogido, pensó en Mulán y los demás. ¿Estarían bien? Ojalá hubieran encontrado un lugar donde resguardarse. Y… ¿qué habría sido del cuerpo de Jia?

No había tenido verdadero tiempo para asimilar su muerte. Tampoco es que lo hubiera conocido mucho. Pero, aun así, le había parecido que… le dolía traicionar a Shang y los demás. No quería juzgarle por intentar asesinarle —ella misma tenía unas ganas irreprimibles de cortarle el cuello. A él y a Andrei—, sin embargo, no podía dejar de preguntarse por sus motivos.

Pensándolo bien, ni siquiera sabía hasta qué punto hunos y chinos eran enemigos. Simplemente había asumido la guerra como algo natural de aquel mundo y, claro, por haber interactuado siempre con Mulán, se había inclinado por parte de los chinos. Pero al visualizar la expresión de Jia… Recordó que los hunos, por brutales que fueran, también eran personas. Y que tenían que estar luchando por algún motivo concreto.

Miró al huno. ¿Si le preguntaba, respondería?

No lo supo porque el ascenso consumió todas sus energías. Lo único bueno del insoportable camino fue que los músculos de las piernas le ardían tanto que, al menos de cintura para abajo, estaba segura de que no iba a sufrir una hipotermia.

Rezaba porque llegaran a algún sitio a resguardo de la tormenta cuando estuvo a punto de golpearse contra la espalda del soldado que marchaba frente a ella. Frenó en el último segundo y retrocedió, aturdida por el frío. Durante la mayor parte del tiempo había caminado de forma mecánica, siguiendo las huellas de los soldados y con la mirada clavada en el suelo, por lo que no se dio cuenta hasta entonces de que la fila se había detenido.

Extrañada, se movió un poco para intentar ver qué estaba sucediendo en el frente. Mientras lo hacía, se percató de algo, aunque tardó un momento en comprender qué era: el viento se había detenido. Era como si se encontraran en el ojo de una tormenta.

Entregadme a la chica y os llevaré a quienes queréis encontrar.

El corazón comenzó a latirle con fuerza y lanzó una exclamación ahogada de felicidad al reconocer aquella voz. Los soldados se apartaron para mirarla, permitiéndole ver con claridad la figura que había interrumpido la marcha de los chinos. El Maestro Ronin enarbolaba su Llave Espada, desafiante y con todo rastro de humor absurdo desaparecido. Pero hubo un detalle que desconcertó a Fátima: los dos lobos blancos. ¿De dónde los había sacado…?

Ronin. Traidor.

«Qué original».

No tengo tiempo que perder con niños. —respondió Ronin—. Quiero a la chica conmigo. Y si sabéis dónde están los otros cuatro, sería conveniente que lo revelarais.

«¿Se ha separado de Kousen?», Fátima maldijo para sus adentros.

Se mordió el labio inferior. Allí había algo extraño. Algo que no cuadraba. ¿Cómo les había localizado antes que a los demás? Se suponía que los otros seguían en el poblado cuando los dejó, así que debería haber sido mucho más fácil dar con ellos, ¿no? Si no había sido así, ¿tanto se habían dispersado?… Tragó saliva.

Pero daba igual. Ronin estaba allí. Todo iba a salir bien.

O eso quería pensar. Porque la sensación de incomodidad se le había incrustrado en el pecho y no conseguía deshacerse de ella. Volvió a mirar a Ronin, intentando discernir qué era lo que no le gustaba…

Y entonces vio el tono de su ojo. Frunció el ceño. ¿Era cosa del frío, que le había afectado de alguna forma a la vista, o tenía un tono… azul celeste? Sufrió un escalofrío y se le puso la piel de gallina.

¿Qué estás...? —le pareció escuchar a Andrei, desconcertado. Fátima esbozó una sonrisa afilada.

«Las cosas no te estan saliendo como esperabas, ¿eh?».

Capturadle.

«Más bien, intentadlo».

No había terminado de pensar aquello cuando Ronin contraatacó con estacas de hielo a los hombres que se abalanzaban sobre él. Fátima se estremeció: si los soldados hubieran tenido menos reflejos, las puntas les habrían atravesado el pecho…

Se dio cuenta, entonces, de que estaba perdiendo un tiempo muy valioso. Aguardó unos instantes, conteniendo el aliento, mientras se ponía en guardia y clavaba los ojos en Andrei: él era su principal enemigo. Quería creer que podría esquivar al resto de los soldados, impresionados por la aparición de Ronin. Pero Andrei era un Maestro. No sería tan fácil deshacerse de él.

Por eso… Tenía que aprovechar ahora, que estaba entretenido con Ronin.

Fátima esperaría al momento apropiado: dependiendo de si Shang o Andrei decidían enfrentarse a Ronin, se movería antes o después. En cualquier caso, trataría de hacerlo cuando la atención de Andrei estuviera enfocada en el Maestro. Si no había más remedio, incluso se acercaría a él a riesgo de llamar su atención —siempre rodeando su posición y tratando de situarse a su espalda—.

Entonces invocaría un Oleaje y se esforzaría por embestirle. Lo consiguiera o no, después de realizar el ataque, correría hacia Ronin, preparada para esquivar algún ataque que le viniera por la espalda. Si el Maestro le ordenaba que le ayudara a luchar, lo haría, aunque con sus habilidades mágicas no tenía mucho para hacer frente a Andrei.


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▪ Oleaje (HC) [Nivel 15] [Requiere Poder Mágico: 15, Elasticidad: 15] El usuario crea una ola de agua que no sólo le permite desplazarse a gran velocidad alrededor de un enemigo, sino que embiste con la misma.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor RedXIII » Mié Ago 27, 2014 4:24 am

Aunque pareciera increíble las paredes estaban completamente congeladas y el suelo era muy inestable, costaba el simple hecho de mantenerse en pie sin caerse, incluso MoguDer y Enkidu lo tenían difícil, este último no pudo evitar caerse y deslizarse unos metros.

¿Estas bien, perro verde? — Dijo Hiro, incapaz de acordarse del nombre del extraño animal.

Se llama Enkidu

Tu acordándote de un nombre, que fuerte — Bromeó, al parecer le había pillado tanto cariño al animal que incluso había pronunciado bien su nombre, algo raro en el Moguri ya que nunca los pronunciaba bien.

MoguDer paró un segundo, cuanto más caminaba en su interior más se daba cuenta de que ya había estado en aquel extraño lugar, sin duda era la cueva helada donde intentaron comérselo las crías de lobo.

Qué palo lo del prisionero que se nos escapó.

Y que lo digas.

El insufrible eco de aquel lugar aturdía el magnifico oído del mestizo impidiendo que ni el ni su mascota pudieran reconocer de donde venía.

Shan Yu estaba furioso con nosotros. Parecía que nos fuera a arrancar la columna vertebral.

¿Pero de verdad nos merecemos esto? Patrullar una cueva que obviamente nadie va a atravesar...

Eso o la castración.

¡No! Tengo muchas jovencitas aún a las que enseñar...

Tú estás mal de la cabeza.

Hombres de Shan Yu... Si fuera por el aprendiz s enfrentaría cara a cara con ellos pero teniendo en cuenta la zona donde estaban y que ninguno de los tres podía prácticamente aguantarse de pie era una locura siquiera pensar en desenfundar el arma. Enkidu parecía nervioso por el ruido, tanto que incluso ladró ¿Tenía miedo?

Sh, calla Enkidu — Intentó cogerlo y taparle el hocico para que no volviera a ladrar.

¿Has escuchado eso?

¿Qué?

He oído un perro.

¡Esta cueva está llena de lobos!

No. Ha sido un perro.

Una luz se aproximaba a donde estaban, debía pensar algo, si eran Hunos seguramente querrían luchar y siendo dos tenían una gran ventaja, MoguDer podría intentar hacerse pasar por un lobo pero desgraciadamente su tono anaranjado era demasiado llamativo para ser normal.

Observando más detenidamente el lugar apreció una roca helada detrás suyo, lo único que podía hacer era llegar a MoguDer y a Enkidu detrás de la roca, pero era demasiado arriesgado pensar que no les verían...

Escuchadme chicos... espera ¿Tu me entiendes, Enkidu? — Susurró, sinceramente no sabía si el perro le entendía o simplemente les seguía —Bueno, da igual ¿Ves esta cadena? Cógela fuerte con la boca y no la sueltes — Como había comprobado anteriormente, Enkidu parecía deslizar un poco por el suelo así que pretendía hacerlo deslizar justo en el momento que los soldados pasaran por el lado de la roca y así hacerles caer con la cadena, a continuación saltaría por encima de la roca y planearía hasta el fondo de la cueva sin soltar la cadena para llevarse a Enkidu que deslizaría por el congelado suelo, MoguDer se anexaría a la cadena para poder deslizar junto al otro perro, si los Hunos intentaban darles caza dejaría una bomba Rizoma y si el plan no funcionaba el cargador del mestizo estaba preparado para disparar junto al feroz lobo anaranjado y el no tan gran dragón rojo.
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Re: [Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor Kousen » Mié Ago 27, 2014 5:23 am

Frío. Un frío tremendo era lo poco que podía recordar además del torpe avanzar de mi cuerpo por la montaña.

Tras el asesinato del General Li a manos de Shan Yu, Gilgamesh nos había mandado por un portal hasta vete a saber donde, solo sabíamos que estábamos en todo lo alto de la montaña. Como si la oscuridad nocturna no fuese suficiente para dificultarnos el paso, una nevada tremenda nos atrapó e hizo casi imposible ver nada unos metros más allá de nosotros. El viento helado se me clavaba en la garganta y las fosas nasales como un cuchillo, haciéndome usar la bufanda como un último recurso para conservar el poco calor que pudiese mantener.

Había perdido la noción del tiempo que llevaba andando por la nieve junto con Hiro y Hikaru, solo que este último optó por regresar a Tierra de Partida con Exuy, para poder atenderle médicamente y de paso, llamar refuerzos. Al tiempo, una especie de lagarto rojizo saltó de su ropa para encaramarse a mi cuello, declarándose a sí mismo como un espíritu guardián. De no haber sido por lo sólido que era, lo habría descartado como un delirio del frío.

Mis manos estaban tan entumecidas que apenas sentía los dedos salvo por el dolor que me causaban, y un vago sueño empezaba a apoderarse de mí.Nunca había estado en una ventisca, pero no me hacía falta para saber que si me quedaba dormido allí, me congelaría hasta la muerte. El sangriento recuerdo de lo que habíamos vivido minutos u horas antes era lo único que lograba mantenerme despierto, aunque en un par de ocasiones estuve a punto de caer de bruces al suelo, al pisar una zona de nieve más profunda de lo esperado.
Enkidu, para mi sorpresa, seguía junto a nosotros. No había intentado atacarnos tras haber llegado allí, obedeciendo sin rechistar los pedidos de su gigantesco amo. Si estuviésemos en otra situación, habría reclamado que alguien lo estudiase.

Cada vez empezaba a sentirme peor y mucho más cansado, pero todos nos detuvimos ante lo que parecía ser una entrada a otra cueva más. Se me nubló la vista y me sentí muy atontado, así que los demás entraron antes que yo, quedándome obligado a seguirlos.
Nada más entrar en la cueva y dar unos pasos, el azote del viento helado se detuvo sobre mi cuerpo, aliviando la sensación de fatiga, aunque no del todo.

Gracias a Dios...— susurré, con voz cansada.

Sentí una ligera tos emergiendo desde mi garganta, lo que era sin duda un síntoma del resfriado de burro que iba a pillar tras todo aquel andar en medio de la nieve. Si salía de esta, iba a gastarme la mayor parte de mis ahorros en los abrigos más gruesos que encontrase, seguro.

Aunque mejor que el panorama exterior y suficiente para descansar un poco el cuerpo, la cueva no era un camino de rosas. Las paredes parecían estar heladas como un témpano y el suelo tampoco era muy liso. Apenas se veía nada allí dentro, así que tuvimos que andar muy despacio para no irnos derechitos al suelo
...Excepto Enkidu, por supuesto.

¿Estas bien, perro verde? — preguntó Hiro.

Se llama Enkidu

Tu acordándote de un nombre, que fuerte

Sonreí levemente al ver la interacción de aprendiz y compañero animal. Echaba de menos un momento un poco relajado tras todo lo que había pasado, y aquello me traía a la mente momentos felices con los demás en Tierra de Partida. Ojalá volviésemos todos de una pieza. Cada vez estaba más preocupado por Fátima: Nos habíamos reunido o encontrado casi todos en cierto punto, pero ella no había dado señales de vida desde que fue hasta el campamento por petición de Ronin.

Se me encogía el corazón solo de pensar que ella estuviese entre las bajas que había sufrido el ejército, pero me aferraba a la esperanza como un naufrago a un salvavidas. Fátima estaba hecha de otra pasta, habría salido de allí de una forma u otra... aunque que Andrei andase suelto no era bueno para ella.

Eh... chicos, ¿creeís que si encontramos una salida de este sitio, podríamos...

No acabé la frase. Unas voces procedentes del interior de la caverna me hicieron bajar la voz y luego callarme de inmediato mientras nos acercábamos a escuchar.
Y mi cerebro empezaba a entrar en calor. Reconocía la cueva, era la misma en la que habíamos estado con Gilgamesh para buscar la espada, aunque era la otra gruta que ellos habían tomado. Me acerqué hacia donde Hiro estaba agazapado a oscuras, escuchando con sigilo.

Qué palo lo del prisionero que se nos escapó.

Y que lo digas.

Esas voces me sonaban mucho, y sabía exactamente de qué.

Shan Yu estaba furioso con nosotros. Parecía que nos fuera a arrancar la columna vertebral.

¿Pero de verdad nos merecemos esto? Patrullar una cueva que obviamente nadie va a atravesar...

Eso o la castración.

¡No! Tengo muchas jovencitas aún a las que enseñar...

Tú estás mal de la cabeza.

Los guardias de la celda. Y el salido de tono estaba allí también, por mucho que hubiese deseado no volver a encontrarlo nunca.

Me cago en su...— susurré, asqueado.

Tendríamos que movernos por la cueva con mucho sigilo. Salir de allí no nos llevaría a ningún lado, aunque... ¿habían dicho atravesar la cueva? ...Bingo
Pero de la nada, un ladrido perruno retumbó en la cueva, gracias al eco que tampoco lograba discernir donde estaban los guardias.

Sh, calla Enkidu — oí susurrar a Hiro.

Pero era tarde. El ladrido del maldito chucho nos había delatado.

¿Has escuchado eso?

¿Qué?

He oído un perro.

¡Esta cueva está llena de lobos!

No. Ha sido un perro.

Mierda. La luz de lo que sería una antorcha se acercaba cada vez más a donde nos encontrábamos, dejándonos poco tiempo para escondernos en el mismo sitio sin que nos delatasen. Y era mejor no levantar alarmas.

Escuchadme chicos... espera ¿Tu me entiendes, Enkidu? Bueno, da igual ¿Ves esta cadena? Cógela fuerte con la boca y no la sueltes —escuché decir a Hiro.

Estaba planeando algo, y yo iba con retraso porque no tenia ni idea de lo que haría. Tendría que mantenerme en segunda fila y estar atento a lo que hiciese Hiro para seguir sus movimientos si planeaba una huída para nosotros. Si cualquiera que fuese su estrategia funcionaba, le seguiría corriendo o volando con Planeador si optaba por una retirada aérea y más rápida. Ya había usado mis alas en esa cueva, pero gastaban demasiado poder mágico y era muy fácil seguirlas en las sombras, así que las reservaría para más adelante.
Para nuestra ventaja, trataría de arrebatar a los hunos su antorcha cuando estuviesen despistados.

Si todo el plan se iba a traste, en caso de emergencia me limitaría a fijarme muy bien en el área mientras la luz estuviese encendida los primeros segundos, buscando la salida. Luego apagaría la llama de los hunos con un hechizo Ráfaga y saldría corriendo con los demás, llevándolos conmigo hacia la salida a base de tirar del brazo de Hiro.
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Ronda #3 - El invierno (III)

Notapor Soul Artist » Jue Ago 28, 2014 9:43 pm

Fátima

La estrategia de la chica de pegar y correr sirvió lo suficiente. Fátima invocó un Oleaje con el que golpeó a un desprevenido Andrei por la nuca, el cual fue lanzado a varios metros de distancia y chocó contra una pared de la montaña, provocando el derrumbamiento de nieve encima de su cabeza y siendo sepultado por esta. La chica se apresuró a alcanzar a su Maestro, empujando al huno arquero con ella al estar unidos por las esposas; el hombre no opuso resistencia.

¿¡Adónde crees que vas!?

La nieve que enterraba vivo a Saavedra se vio expulsada en múltiples direcciones. El gitano había invocado una esfera de luces de colores que repelía todo a su alrededor; flotaba en el centro de esta, sin llegar a tocar la nieve que su misma protección apartaba bajo sus pies.

Andrei se lanzó a gran velocidad a por Fátima, impulsado por el vuelo que le permitía tener la esfera. Invocó su Llave Espada, un arma negra con el filo en forma de calavera y un rayo oscuro como su núcleo a la vista de todos, y la extendió en dirección a la chica. Ronin invocó una nueva estaca de hielo gigante en dirección al muchacho mientras ella corría, pero el hechizo estalló al hacer contacto con él.

Saavedra movió su Llave hacia su costado, preparado para golpear al huno que corría tras la chica. Sus ojos brillaban de rabia.

¡¡No puedes escapar de mí, patito!!

Pero en cuanto los dedos de Fátima entraron en contacto con la mano que Ronin le ofrecía, las tres figuras se transformaron en hielo. Andrei terminó de realizar su ataque y cortó por la mitad la figura del huno, pero no había ni rastro humano de ellos.

Sin embargo, la tormenta alrededor del ejército amainó. El ojo del huracán se abrió, como un pasillo, hasta un edificio lejano: un templo.

* * *

Hiro y Kousen

Pegar y correr. Desde luego, si los dos aprendices pretendían convertirse en superespías algún día, tendrían que entrenar mucho y jugar algunos cuantos videojuegos que les adoctrinase a ello, porque el sigilo no les parecía lo suficientemente atractivo: preferían derribar a sus enemigos y, en vez de silenciarlos, huir del escenario del crimen lo más rápido posible.

Gracias a la estrategia de Hiro, lograron que ambos guardias cayeran de bruces al suelo. Por supuesto que intentaron darles caza de inmediato, pero la habilidad del moguri logró que cayeran de nuevo, y la Ráfaga de Kousen apagó la poca luz que les iluminaba, desconcertándoles e impidiendo por completo que les pudieran atrapar.

Sin embargo, habían obviado un pequeño problema:

¡¡Intrusos en las cuevas!!

Los ecos de la cueva hacían que fuese muy fácil escuchárseles gritar. Igual que el ladrido de Enkidu pudo ser oído, ahora todos los hunos estaban avisados de que había individuos, en plural, que habían entrado en su lugar y a los que harían de todo por darles caza.

Y pronto descubrieron que así era. Al poco de seguir corriendo, una bifurcación se abrió ante ellos: un camino izquierdo en calma, donde la oscuridad era espesa y no les permitía ver más allá de sus narices; y la opción de la derecha, por donde veían aproximarse a tres hunos en total. Uno de ellos llevaba una espada, otro parecía quedarse en la retaguardia con un arco y un tercero era tan grande y tan musculoso que no sólo ocupaba casi todo el pasillo helado, sino que no parecía necesitar armas para cortarles la columna vertebral.

La opción de la izquierda parecía la más segura, pero Enkidu no lo estaba tanto. El perro Sincorazón, nada más llegar a aquella posición, se adelantó para gruñir y ladrar en dirección al pasillo: parecía rabioso con lo que se encontraba más allá. No sabían lo que había allí, pero su otra opción era enfrentarse a aquellos tres soldados que, seguramente, les darían guerra hasta dejarles agotados.

Todo se habría solucionado si hubiesen visto alguna película de Serpiente Sólida antes de viajar al mundo.

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Hiro
VIT: 26/26
PH: 26/26

MoguDer
VIT: 18/18
PH: 5/10

Kousen
VIT: 26/26
PH: 24/26


* * *

Kairi

¿Oiga? ¡No se preocupe, he venido a rescatarle!

La chica encontró el cuerpo del hombre que le pedía auxilio dentro del edificio, tal y como esperaba, sepultado por varios escombros. Cuando los apartó para sacarle, el techo comenzó a derrumbarse sobre sus cabezas: el crujido de la madera, el polvo que caía sobre su cabeza y el hecho de que estuviese abriéndose un agujero por encima de su cabeza quizás le ayudasen a darse cuenta.

Pero con esfuerzo y bravura, arrastró al hombre hasta la salida del antiguo restaurante. Sólo que, cuando casi se encontraba en la salida, la pared de la entrada cedió a la presión y se arrojó sobre Kairi, amenazando con aplastarla. Notó cómo esta le golpeaba en la cabeza y caía al suelo.

Y fue entonces cuando el hombre, en la sombra, se levantó para ayudarla. Con sus musculosos brazos logró sujetar la pared, mientras que con sus... ¿Otros cuatro brazos? Comenzó a golpearla hasta machacarla. Al cabo de un rato, logró resquebrajar la pared lo suficiente como para abrir un agujero en ella.

Todo el restaurante terminó de derrumbarse a su alrededor. Estaban vivos los dos gracias a él, y en parte, a ella.

Eso... Ha sido alucinante...

El hombre cayó de bruces al suelo, aterrizando sobre la blanca nieve. Sus ropajes rojos chocaban con la imagen que daba el pueblo, y desde luego no parecía un aldeano corriente: era grande, enorme. Sus dos metros y casi medio no eran nada comparado con su musculoso cuerpo, perfectamente cuidado con cada uno de sus seis brazos. Su rostro, aunque estaba en gran parte oculto, dejaba ver algo de pintura de guerra en su pálida piel.

Sin duda, se trataba de un guerrero. Un guerrero extraordinario.

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Gracias, niña —el hombre hizo el favor de enderezarse y sentarse en el suelo cruzando sus piernas; hizo una reverencia a la muchacha inclinándose ante ella—. Creía que la palmaba ahí dentro. ¡Esos malditos hunos me dieron por muerto tras la épica batalla que libré contra ellos, cien contra uno! Pero ojojo, Gilgamesh no cae tan fácilmente. ¡Los dioses me eligieron para protagonizar la mayor epopeya jamás contada!

El guerrero se intentó levantar, pero su rostro se tornó en dolor y se llevó dos de sus manos al costado: la gran mancha de sangre que había dejado en la nieve al caer lo decía todo. Se miró las manos y comprobó que la herida que había sufrido era profunda, y seguramente difícil de curar.

Ah... Pero así no puedo continuar esta guerra —se lamentó el hombre, suspirando con pesar—. Me has salvado la vida, muchacha, pero... ¿No tendrás una Poción y un Éter? Mis amigos me necesitan montaña arriba.

¿Se habría pasado Kairi por la tienda antes de ir a la misión? Igualmente, no le debía nada a aquel hombre. No era su problema: podía curarle con un triste Cura, que no cerraría su herida pero le permitiría sobrevivir siempre que no se moviera de aquel lugar.

* * *

???

Has sido salvada por Shiva, guerrera de la luz.

Fátima cayó de bruces junto con el huno arquero. El suelo se encontraba helado allí donde estaban: una sala oscura, con una ventana al exterior por la cual entraba la nieve. Varias estanterías se levantaban alrededor de la chica, llenas de pergaminos y algunos libros gastados. Un par de mesas con escritos chinos se hallaban bajo la ventana, con dos lámparas de aceite cada una, apagadas ya.

Pero lo importante era con quién se encontraba. Frente a los dos prisioneros una mujer, desnuda. Su piel parecía haberse congelado, pues el tono azulado de su cuerpo y su pelo de un tono más oscuro eran de todo menos natural. Una quemadura le cubría la mejilla izquierda, marcado y sobresaliente. Su simple presencia metía a Fátima el frío en el cuerpo; y el hielo que congelaba el suelo de la habitación comenzaba bajo sus pies.

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Estás viva —susurró el huno arquero, abriendo los ojos como platos—. El Maestro tenía razón. El éxito de los hunos está cerca. ¡La Ciudad Imperial caerá ante nuestro...!

La mujer no se molestó en escucharle más: extendió su mano hacia el huno y una estaca de hielo surgió de la palma de su mano, atravesándole el hombro. El hombre se tiró al suelo, empujando las cadenas que le unían a Fátima, mientras soltaba un chillido de dolor que Shiva no tardó en silenciar congelándole la boca.

Tus palabras son molestas para Shiva.

Shiva se acercó a Fátima y tocó las esposas que unían a ambos prisioneros. A los pocos segundos notó cómo estas se transformaban en hielo y, tras un golpe seco, se rompían para verse separados una vez más. Sin embargo, antes de hacer lo mismo con las esposas que la mantenían a ella prisionera, la bruja clavó sus ojos en los de la muchacha.

Estás a salvo gracias a mí, guerrera de la luz —repitió una vez más—. Eso te hace una sirviente de Shiva, la diosa del hielo. Propagarás mi palabra, obedecerás mi voluntad y te unirás a mi religión. Hazlo así, y tus poderes no conocerán límites: en las estrellas quedarán grabados tus recuerdos.

La mujer liberó a Fátima de una vez por todas y miró a su lado, observando por encima del hombro al huno arquero. Con un gesto de la mano se levantó un trono de hielo alrededor de su víctima, alzándola mientras ella invocaba un cuchillo hecho con hielo. Lo colocó en manos de su nueva seguidora y señaló en dirección al enemigo.

Shiva no tiene intención de unir fuerzas con estos patéticos seres. Ya la fallaron una vez. Tú no me fallarás, guerrera de la luz. Serán tus decisiones las que recuperen mi libertad: mata o perdona.


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Re: [Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor Suzume Mizuno » Dom Ago 31, 2014 7:03 pm

El tirón de la cadena cuando la ola apareció bajo sus pies y la levantó a ella y al huno estuvo a punto de derribarla. ¡Había creído que el impulso bastaría para separarles! Pero no había sido así: un maldito fallo que bien podría haberle costado caro.

Su ola impactó contra Andrei. Fátima saltó a la nieve y se incorporó lo suficientemente rápido para ver cómo su enemigo se estampaba contra la pared de la montaña y lo enterraba una espesa capa de nieve. A pesar de estar rodeada de enemigos y atada a uno de ellos, Fátima sonrió de oreja a oreja. Después salió escopetada hacia Ronin, arrastrando detrás de sí al arquero, que no parecía muy por la labor de resistirse. Algo normal teniendo en cuenta que estaban intentando escapar de los chinos.

¿¡Adónde crees que vas!?

Fátima volvió bruscamente la cabeza y pegó un alarido al ver cómo Andrei emergía de la nieve o, más bien, la hacía explotar a su alrededor, envuelto por una esfera de luz.

«¡Dios mío, lo he cabreado! ¡Muchísimo!».

Soltó un chillido ahogado cuando el joven se abalanzó hacia ella, sobrevolando la distancia que los separaba a toda velocidad. Con un destello invocó su Llave Espada y apuntó hacia Fátima, que se estaba reventando los gemelos de correr tan rápido hacia Ronin, luchando para no hundirse en la nieve.

«¡No-no-no-no! ¡Nooooo!», gritaba para sus adentros, con toda la piel de gallina, creyendo sentir ya sobre su nuca los dedos de Andrei.

Escuchó un estallido a su espalda, pero no se giró para ver qué había sucedido. Es más, escuchar el rabioso grito de Andrei sólo provocó que corriera todavía más rápido:

¡¡No puedes escapar de mí, patito!!

«¡Oh-Dios-mío, socorro!».

Extendió las manos hacia delante. Ronin le clavó aquel ojo celeste y tendió su propia mano. Fátima sintió que el tiempo se detenía por un instante y todo su cuerpo se puso en tensión, preparado para acusar el golpe de Andrei.

Entonces, las yemas de sus dedos rozaron las de Ronin. Una explosión de frío la envolvió.

****


Has sido salvada por Shiva, guerrera de la luz.

El golpe la dejó sin aliento y el sonido de las cadenas al chocar contra el suelo la ensordeció por unos instantes. Boqueando, aterida de frío y con el pulso desbocado, se incorporó a duras penas, resbalando sobre el piso, que estaba helado, y miró a su alrededor con la garganta contraída, convencida de que Andrei caería sobre ella de un momento a otro.

Pero no estaba por ninguna parte.

En su lugar se encontraba, no muy lejos de ella, el huno.

Y…

Fátima dejó escapar una exclamación ahogada y se puso en pie de un salto, tan de repente que estuvo a punto de resbalar y caer de culo.

Frente a ella había una mujer. No, se corrigió de inmediato. No era una «mujer» como tal. Se trataba de un ser hermosísimo, irreal, que más bien parecía que se tratara de una escultura. Ni siquiera la quemadura que se le extendía por la mejilla izquierda era capaz de eclipsar la belleza de esa criatura. Una belleza terriblemente distante, en absoluto humana. Fátima se encogió, sin darse cuenta, sobre sí misma. Era como si desprendiera frío por cada uno de los poros de su desnudo y perfecto cuerpo, como si ella en sí fuera…

«Dios… ¿Ella es… Es…?».

Bajó la mirada hacia sus pies y sufrió un estremecimiento: el suelo de toda la habitación estaba congelado, pero era puro hielo donde ella se posaba.

Cuando Ronin les habló de una hechicera, Fátima había imaginado a una mujer normal y corriente —puede que un poco siniestra—, no algo así. Shiva parecía más un ídolo, una reina, una diosa.

Sacudió la cabeza. De pronto, las cosas encajaron. El ojo azul de Ronin. Los lobos. Los ataques de hielo. Se le encogió el corazón. Había sido ella. No sabía cómo se había hecho pasar por Ronin —aunque eso dejaba claro que era lo bastante poderosa como para esconderse bajo la apariencia de otra persona—, pero lo que estaba claro era que la había ayudado a escapar. Y que sabía que era un Caballero. De lo contrario, ¿por qué la había denominado «guerrera de la luz»? Es más, ¿por qué… si iba vestida de hombre, se dirigía a ella como una mujer? No, eso no importaba ahora mismo.

Miró en derredor. Se encontraban en una estancia que parecía ser una especie de biblioteca, plagada de estanterías llenas de pergaminos y libros. Había unas pocas mesas con lámparas de aceite apagadas…

¿Dónde estaban? Intentó recordar si había escuchado hablar de algún edificio que pudiera contener una biblioteca en los alrededores. Y, entonces, cayó en la cuenta: ¿quizás se trataba del templo al que había querido ir Rebecca?

Estás viva.—El susurro ronco del arquero interrumpió su hilo de pensamientos—. El Maestro tenía razón. El éxito de los hunos está cerca. ¡La Ciudad Imperial caerá ante nuestro...!

Fátima pegó un respingo y su estómago se contrajo dolorosamente, poniéndose en guardia, cuando Shiva dirigió una mano hacia el huno. En menos de un parpadeo, tanto que se preguntó si no se lo habría imaginado, emergió una estaca de hielo de la palma de Shiva. Acto seguido escuchó el sonido que provocó al hundirse en el hombro del huno, que se desplomo soltando un alarido. Shiva lo interrumpió cubriéndole la boca con una capa de hielo. Lo primero que se le pasó por la cabeza era que parecía que simplemente se estuviera deshaciendo de una mosca…

Tus palabras son molestas para Shiva.

Fátima, aterrorizada, se quedó mirando con ojos como platos al huno. Cuando escuchó los pasos de Shiva al aproximarse hacia ella, trató de retroceder, reprimiendo a duras penas un chillido. La hechicera, por suerte, se limitó a romper las cadenas que la unían al huno y, entonces, la miró directamente. Fátima quiso apartar la vista, pero no fue capaz. Era como si la mirada de Shiva fuera magnética y amenazara con hundirla en un abismo helado…

Estás a salvo gracias a mí, guerrera de la luz. . Eso te hace una sirviente de Shiva, la diosa del hielo. Propagarás mi palabra, obedecerás mi voluntad y te unirás a mi religión. Hazlo así, y tus poderes no conocerán límites: en las estrellas quedarán grabados tus recuerdos.

Abrió la boca, desconcertada, sin conseguir pronunciar ni una palabra.

«¿Qué?».

Shiva ignoró a su enmudecida acólita y la liberó de los grilletes al congelarlos y partirlos. A punto de hiperventilar de miedo, Fátima se alejó de ella, estremeciéndose, y se frotó las muñecas mientras se repetía una y otra vez que no iba a hacerle daño, que no iba a matarla. Aun así, cuando Shiva elevó al huno en un trono de hielo, la chica pegó un pequeño gemido del susto. Y, entonces, la que se autodenominaba «diosa» le puso en las manos un chuchillo de hielo y señaló al hombre:

Shiva no tiene intención de unir fuerzas con estos patéticos seres. Ya la fallaron una vez. Tú no me fallarás, guerrera de la luz. Serán tus decisiones las que recuperen mi libertad: mata o perdona.

¿Eh…?

La cabeza le daba vueltas y tuvo la impresión de que el suelo se tambaleaba como la cubierta de un barco. ¿Que matara o perdonara? ¿Que extediera la palabra de Shiva? ¡¿Que se uniera a su religión?! ¡Qué demonios…!

«Vale, vale, vale. Cálmate. ¡Y piensa! ¡Sobre todo, piensa!».

Se esforzó por comprender todo lo que había pasado. Shiva, por algún motivo, la había salvado aún sabiendo que se trataba de un Caballero, que se suponía que eran sus enemigos. Y quería que se convirtiera en su sirvienta. Hasta ahí, todo bien. Al menos no quería matarla. Estaba de su lado.

Pero, ¿ahora…? ¿Quería que matara?

No, esas no habían sido sus palabras exactas. Conteniendo la respiración, se volvió hacia el huno herido. Éste había dicho que el «Maestro» tenía razón. Es decir, sí que estaban detrás de Shiva. Querían usarla para vencer a los chinos.

Sin embargo, Shiva se había vuelto contra ellos y le daba la oportunidad a Fátima…¡De elegir qué hacer! Se humedeció los labios con la lengua. El corazón, que había vuelto a latir con normalidad, se le aceleró una vez más. Lo que habría hecho alguien inteligente habría sido matar al hombre y librarse de un enemigo. Pero Fátima ni siquiera consideró la idea de acabar con su vida: no tenía suficiente sangre fría.

Trató de adivinar qué se suponía que tenía hacer y de no romper a llorar de pura ansiedad. Cambió el puñal de una mano a otra para que dejara de quemarle la piel.

«¡Sí! ¡Tengo que averiguar dónde están los hunos! ¡Hay que detener a Andrei!».

Dio un paso al huno, pero se detuvo. ¿Cómo sonsacárselo? Era un soldado, no como ella. Jamás hablaría, ¿verdad? Además, no le hacía demasiada ilusión quitarle la mordaza de hielo. No, ¿y si se ponía a agritar y advertía a alguien? Al fin y al cabo, estaban en un templo. ¿Qué haría Shiva entonces? ¿O si se acercaba alguien? Casi se alegraba ed que le hubiera cubierto la boca con hielo, por mucho que así fuera difícil sonsacarle nada. Tenía que intentar… pensar otra cosa.

Mirando de reojo a Shiva y procurando mantener la distancia con ella, Fátima buscó entre los libros y pergaminos, con las manos temblorosas, algún mapa. Si lo encontraba, mientras en su cabeza forjaba una terrible idea, se lo llevaría al huno. Si no, cualquier pergamino serviría. Lo pondría sobre las rodillas del huno y le miraría a los ojos.

No tengo lo que… se necesita para matarte. Y tú seguramente lo sabes—dijo con un hilo de voz—. No soy una asesina. Pero tú sí lo eres.—Respiró hondo—.También eres un soldado orgulloso. No traicionarías a los tuyos. Aun así te voy a exigir que dibujes aquí la posición del ejército huno, que me aclares su número y su estrategia.—Fátima trató de mirarle con dureza, pero sabía que, más que otra cosa, debía parecer una niña asustada—.Shiva… Mi señora, ya no está de vuestra parte.—¿Sonaría todo tan ridículo como se le antojaba a ella?—. Pero aun así tenéis oportunidades de triunfar, así que hablar no… No será tan duro para tu ejército como puedas pensar incluso si desvelas su posición.

Aguardó, muy consciente de que sus habilidades de negociación no eran muy impresionantes. El puñal le quemaba en la mano. Se mordió el labio inferior.

«¡Joder! ¡Él ha matado a mucha gente y seguirá haciéndolo! ¡Es un maldito asesino! ¡Piensa en Feng! ¡Piensa en que quería acabar contigo! ¡Piénsalo, piénsalo!».

Con la respiración fuera de control, Fátima cogió con firmeza la mano izquierda del huno, le obligó a mostrarle la cara interior del brazo y puso el puñal sobre la muñeca.

No puedo matarte, pero si te corto los tendones, no podrás volver a usar el arco, ¿verdad—Presionó el filo hasta cortar un poco—. No tengo buen pulso y te juro que te voy a hacer daño incluso sin quererlo. Pero piensa que sé hacer magia y que podría curarte… Si colaboras.

Él no la tomaría en serio a menos que le cortara el tendón. El huno lo sabía y ella lo sabía.

Sintió que se le anegaban los ojos. No podía, no podía, no podía…

«¡Sí que puedes! ¡Piensa en Mulán, piensa en su familia! ¡En toda la gente que morirá en la guerra por culpa de Andrei! ¡Por culpa de un Caballero! ¡Piensa en cómo te sentirás si huyes y te das cuenta de que podrías haber hecho mucho si sólo…!».

Sorbió por la nariz y, rechinando los dientes, cortó. Si el huno se negaba a escribirle los datos que había pedido, pasaría a los tendones de las rótulas, porque le interesaba dejarle un brazo útil para que pudiera escribir. Se le revolvieron las tripas y estuvo a punto de vomitar varias veces, pero se obligó a seguir. Porque quería creer que sacaría algo, que conseguiría salvar vidas. Así que insistiría todas las veces que fueran necesarias para obligarle a escribir.

¡Monstruo!

¡Era un maldito monstruo!

Pero él también. Y los monstruos no se merecían morir heroicamente.

En caso de que el huno no escribiera nada, Fátima tiraría el chuchillo, sufriendo arcadas y mascullaría que tenían que irse de ahí.

En cambio, si hablaba… Fátima no podía curarle por completo, pero se gastaría una o dos Cura para sanarle en la medida de lo posible y se llevaría el mapa que hubiera dibujado o en el que hubiera escrito.

Pasara lo que pasara, con bilis en la boca, se volvería hacia Shiva y murmuraría:

M-mi señora, espero seros de utilidad y agradezco que me concedáis este honor...—Se quedó callada un momento, pensando qué decir a continuación—: Si me lo permitís, los hunos no se encuentran muy lejos, así que recomiendo que seamos cautas.—Se agacharía, realizando una de las inclinaciones chinas, para darle a entender que pretendía obedecer su palabra. Al menos de momento: bajo ningún concepto quería indignar a una hechicera capaz de invocar esas cantidades de hielo con un chasquido de dedos. No tenía ni la más remota idea de lo que pretendería Shiva, pero algo estbaa claro: estaba en contra de los hunos—. Ellos pretenden controlaros, mi señora. Un guerrero, aquel a quien detuvisteis en la montaña, les ha convencido de que pueden manipularos a su antojo.—Dejó caer un silencio—. Mi señora, ¿qué deseáis hacer?

Primero necesitaba conocer las intenciones de su nueva… Ama.

Si Shiva no quería darle indicaciones, Fátima se incorporaría, sin mirarla a los ojos, y diría:

No es conveniente que la gente común os vea todavía, mi señora. Sois tan poderosa, incluso cuando acabáis de despertar, que vuestra presencia les… provocaría más miedo que respeto y no serían capaces de sumarse a vuestra religión. Si… si deseáis que extienda vuestra palabra, entonces hay que preparar primero a la gente…

Fátima se limpiaría las manos contra el uniforme, tratando de pensar. De pronto la había invadido una extraña frialdad y sabía que, mientras no mirara al huno, ni pensara en lo que acababa de hacer, sería capaz de comportarse con normalidad. Y que luego la invadiría el shock una vez más. Así que tenía que darse prisa e intentar negociar con esa mujer antes de que decidiera que las palabras de su nueva sirvienta no le interesaban y la convirtiera en un cubito de hielo.

Ya nada tenía sentido, todo era una locura. Así que supuso que sólo le quedaba seguirle el juego al mundo y fingir que todo era normal.

Y, de repente, se le ocurrió una idea loca. Pero por probar…

Ahora mismo el país se encuentra en guerra, mi señora. Los hunos pretenden invadir China. Pero… Pero si de verdad deseáis que la gente se una a vos, hay una manera de conseguirlo.—Dejó caer una pausa de efecto—. Al fin y al cabo, los dioses hacen milagros… y protegen a su pueblo. Estoy segura de que los chinos caerían a vuestros pies si les ayudáis.

O no. Pero, quién sabía. Estaba desesperada. Había mentido al huno, le había hecho daño, estaba convencida de que Andrei llegaría tarde o temprano a buscarla, no tenía ni la más remota idea de dónde se encontraban sus compañeros, ¡y estaba negociando con una diosa para intentar evitar que las acciones de un Caballero repercutieran sobre todo un mundo!

Dios santo, ¿qué harían los Maestros con ella si se enteraban?

Si a Shiva no le agradaba su proposición, pediría disculpas, rezando porque no intentase matarla —en ese caso, pondría pies en polvorosa—. De lo contrario, asentiría y se dirigiría hacia la salida más cercana que encontrara y se asomaría con mucho cuidado, intentando no hacer ruido para no cruzarse con nadie. Tenía que averiguar exactamente dónde se encontraban.

Y cómo comunicarse con sus compañeros antes de que los hunos cayeran sobre ellos. Aunque, pensándolo bien, esperaba no cruzarse con Ronin, pues, ¿no fue él quien encerró a Shiva?

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Y ahora me siento super cruel y sádica. Ojalá sirva de algo. Pienso vengarme si no es así (?).

Quiero aclarar que en cuanto el huno comience a hablar (si es que lo hace), Fátima se detiene de inmediato. Por si acaso, lo resalto xD.

▪ Cura (HM) [Nivel 5] [Requiere Poder Mágico: 7]. Cura las heridas más leves y alivia un poco la fatiga. [Sólo en caso de que el huno sea majo y responda]

Por cierto, si ahora Fátima es sacerdotisa o lo que sea de Shiva, ¡¡exijo un uniforme bonito!!
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor Kairi » Lun Sep 01, 2014 9:32 pm

Kairi siguio a Awa-chan hasta un montón de escombros de donde provenía una voz. De inmediato se puso a quitarlos de encima, pero notó cómo el techo se le venía abajo, asi que más le valía darse prisa. Con mucho esfuerzo, consiguió sacar al hombre y llevarlo hasta la salida, pero justo en la entrada la pared se vino abajo y la joven sintió un enorme golpe en la cabeza que la hizo caer al suelo bajo un enorme peso.

- ¡Awa awa! - maulló Awa-chan con miedo de que a su dueña le hubiera pasado algo grave. A Kairi no se le fue la cabeza de milagro, aquel golpe fue demasiado y no podía moverse ni un milímetro debido a los trozos de madera que tenía encima. ¿Sería ese su fin?

Un par de brazos levantaron la pared, liberando así a Kairi. Otros cuatro brazos golpearon la pared hasta abrir un agujero en ella y poder salir por fin del restaurante.

- Empezamos bien... - dijo ella jadeando. Aquella misión empezaba con emociones fuertes: acababa de llegar a Tierra de Dragones y ya una pared había estado a punto de acabar con ella. Kairi se sentó en la nieve por un corto periodo de tiempo, pues le quemaba las piernas. Awa-chan fue a frotarse contra ella.

- Eso... Ha sido alucinante...

El hombre parecía tan cansado como ella o más. Mientras estaba tirado en el suelo Kairi pudo observarle mejor, soprendida a causa de que esos seis brazos pertenecieran al mismo hombre. Sus ropas rojas y su cara medio oculta, dejando ver sólo unas pinturas de guerra, hicieron ver a Kairi que se trataba de un guerrero. Un guerrero muy grande, pues era tan alto que la hacía sentirse más bajita de lo que ya era. Pero entonces le surgió una duda: ¿habría provocado él la masacre en ese pueblo?

- Gracias, niña - se sentó con las piernas cruzadas y le hizo una reverencia - . Creía que la palmaba ahí dentro. ¡Esos malditos hunos me dieron por muerto tras la épica batalla que libré contra ellos, cien contra uno! Pero ojojo, Gilgamesh no cae tan fácilmente. ¡Los dioses me eligieron para protagonizar la mayor epopeya jamás contada!

- ¿Los hunos? - por lo que contaba Gilgamesh, que así se llamaba el hombre, parecía que habían sido los hunos los causantes de la destrucción de su alrededor.

Gilgamesh se intentó levantar, pero tenía una herida bastante fea en el costado que había manchado de sangre su ropa y la nieve. Kairi fue a ayudarlo, pero no podía hacer mucho.

- Ah... Pero así no puedo continuar esta guerra. Me has salvado la vida, muchacha, pero... ¿No tendrás una Poción y un Éter? Mis amigos me necesitan montaña arriba.

Desgraciadamente Kairi no disponía de ninguna Poción ya que a ella le bastaba con su magia Cura. Pero esta vez su magia no bastaría para sanarlo por completo.

- Sólo tengo un Éter - dijo sacando la botellita - . Puedo usar mi magia, pero no creo que pueda curarte por completo. Al menos podrás sobrevivir - ya que él la había salvado era lo justo darle el Éter y usar Cura. Se concentró todo lo que pudo para que su magia hiciera todo el efecto que pudiera, aunque no lo curara del todo.

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Kairi le da el Éter a Gilgamesh y usa Cura.
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Gracias Aru :D
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I love you Red ^^
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La Historia Del Hipercor By Rmedive92
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El Viernes 26 a las 20 fui al hipercor para compra un juego por el cumple de un amigo y en el msn deje un automensaje que era "En El Hipercor" , en esos momentos Habimaru cerro el chat y se creo una multiconversacion de 7 o 8 personas del foro para hablar , cada minuto aparecía mi gracioso automensaje con el icono del tio feliz , cuando llegue y comente estaban todos En El Hipercor , uno en el carrefour pero bueno , al dia siguiente en el chat la frase mítica aparecía cada poco En El Hipercor y ya esta es la historia del Hipercor que tanta gente me pregunta XD ( Se le ha parecido buena o vivió esto ponérselo como firma.


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Re: Ronda #3 - El invierno (III)

Notapor Kousen » Mar Sep 02, 2014 1:38 am

Los eventos se desarrollaron más o menos como había esperado. Hiro hizo que los hunos tropezasen no una, sino dos veces, mientras que mi hechizo los dejó a oscuras y desconcertados. Era nuestra oportunidad para salir a toda pastilla, pero habíamos omitido un ínfimo y diminuto detalle:

¡¡Intrusos en las cuevas!!

¡¿Hay más?!— exclamé.

¿Cómo había podido ser tan estúpido como para pensar que solo habría dos guardias en toda la caverna? En especial cuando aquellos dos ya habían experimentado lo que pasaba al ser pocos en cuestión de números.
Los gritos de alerta del huno resonaron por toda la caverna, alertando a todo ser viviente que hubiese allí dentro, no dejándonos con más opción que seguir corriendo.

...Para pararnos en seco al poco tiempo.

Nos habíamos metido en una bifurcación con dos caminos, haciéndome maldecir mil veces aquellas cuevas y sus miles de posibles caminos a tomar. Por la derecha no tardó en llegar compañía: Dos hunos armados hasta los dientes y otro tan grande que no sabía cómo se las había arreglado para entrar en aquella gruta.
En la otra bifurcación no había más que una oscuridad más espesa que un pozo de petróleo, pero al menos no había nadie a la vista. Sin embargo, Enkidu no paraba de ladrar como un condenado contra lo que fuese que había más adelante. Si nos quedábamos peleando en un espacio tan cerrado, estaba claro que íbamos a acabar derrengados al tener que hacernos cargo de aquellos tres bestias

No sabíamos que había más adelante y no me daba buena espina lo alterado que estaba Enkidu, pero al menos en la sombras podríamos darles esquinazo y tratar de escapar por otra parte. Con suerte se meterían ellos en la boca de lobo y no nosotros.

<<Talante y p'alante.>>, pensé mientras agarraba a Enkidu por el collar y le hacía señas a Hiro para que me siguiese por el camino de la izquierda.

Nos encantaría quedarnos, pero no tenemos tiempo para charla.— dije, al ver que se acercaban nuestros perseguidores —. ¡Adieu!

Y sin más preámbulos, me lancé a correr en aquella dirección. Solo esperaba que no estar metiéndome de nuevo en el sitio del que había sacado aquel condenado anillo.
Había tenido bastantes cánidos en lo que llevaba de tiempo en aquella montaña.
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Re: [Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor RedXIII » Mar Sep 02, 2014 4:14 am

El plan había salido tal y como esperaba, con la ventaja surgida gracias al ataque de su compañero y la trampa de MoguDer no tenía que preocuparse más que por no chocarse contra alguna traviesa roca por el camino oscuro, desgraciadamente aun habiendo pensado en la posibilidad de que hubiera alguien más en la cueva no había planeado nada si llegaban a aparecer.

¡¡Intrusos en las cuevas!!

¡¿Hay más?!

Claro, si no no sería divertido.

La cueva que hasta entonces solo había mostrado un camino ahora mostraba dos, el de la izquierda era totalmente oscuro, como una noche sin estrellas, acompañado de los ladridos de Enkidu, y el de la derecha. desgraciadamente el diestro mostraba tres feroces y temibles Hunos que parecían desear la cabeza del aprendiz simplemente por diversión.

Kousen cogió al perro del collar, estaba claro que sus intenciones eran las mismas que las de Hiro, tirar por el camino de la izquierda, pero nadie aseguraba que aquellos individuos no les fueran a seguir.

MoguDer se adelantó y siguió al paso de Kousen mientras Hiro era el último en entrar en aquel lugar, debía permanecer el último, si intentaban seguirlos frenaría su avance con un disparo Kasai, en línea recta era imposible fallar.

Mushu — le pidió al pequeño dragón que posaba en su hombro —¿Puedes hacer luz? Por favor.
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Ronda #4 - El invierno (III)

Notapor Soul Artist » Dom Sep 07, 2014 12:23 am

Hiro y Kousen

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Corrieron en dirección al camino que Enkidu temía. El Sincorazón dudó en seguirles, pero al ver que su alternativa era ser eliminado por un grupo de hunos, siguió a los aprendices sin planteárselo mucho más.

El interior del pasillo era oscuro como la boca de un lobo. La poca luz que les llegaba de atrás se fue tapando por las siluetas de los hunos, los cuales reclaman las cabezas de los muchachos. Hiro se giró para ejecutar un disparo kasai que dio en el más grande, bloqueando el paso a todos los demás tras la explosión que los envolvió. Así ganarían una gran ventaja en la huida, para su suerte.

Una vez alejados de ellos, el grupo prefirió dejar de guiarse por la oscuridad. Llegaron hasta una sala circular sin apenas iluminación, como de costumbre, por lo que Hiro tuvo que pedir ayuda a uno de los amigos que habían hecho recientemente:

Mushu. ¿Puedes hacer luz? Por favor.

¡Eso está hecho, carachucho!

El pequeño dragón sopló y una llama surgió frente a él, iluminando ligeramente la sala. Inmediatamente, Kousen la reconoció y Enkidu se encogió, pegándose a la pierna de este: aquel no era un lugar desconocido. Tal y como el aprendiz había temido, era la sala donde había logrado el anillo misterioso.

Un nido de cincos lobos blancos enormes que dormían todos a su alrededor, además de unos pocos y pequeños lobeznos que se daban calor los unos a los otros.

Sin embargo, al contrario que la última vez que estuvo allí, se fijaría en que esta vez había salida: justo detrás de dos de los lobos, que dormían apegados el uno al otro, había un pasadizo pequeño, pero lo suficientemente ancho para que pudiera ser atravesado por cualquiera de ellos, aunque de uno en uno y con movimiento lento. Sin embargo, era imposible pasar por encima de los lobos sin volar, y tendrían que ver quién pasaba primero y quién el último. Los lobos no podían entrar por aquel pasadizo, pero si los despertaban difícil iba a ser colarse por allí. Y los hunos, pese a haber sido retrasados, llegarían en cualquier momento.

Pero además de todo aquello, quizás para Hiro fuese imposible no fijarse en una esquina, custodiada por otro lobo durmiente, donde se acumulaban montañas de monedas de oro y un cofre precioso. ¿Qué habría en aquel cofre? ¿Un arma? ¿La fortuna que siempre deseó? ¿Una piedra con forma de perro naranja? Quién sabía... Las bisagras del cofre parecían oxidadas, pero podía ser abierto sin problema.

Si atendían al pasadizo por el que podían huir, escucharían dos voces lejanas. Ambas podían ser reconocidas por ambos, aunque no entendieran lo que dijeran: una parecía Shan Yu, líder de los hunos. El otro era... ¿Ronin?

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Hiro
VIT: 26/26
PH: 20/26

MoguDer
VIT: 18/18
PH: 5/10

Kousen
VIT: 26/26
PH: 24/26


* * *

Kairi

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Kairi no se pasó por la tienda moguri antes de la misión, por lo que sólo pudo ofrecer al gigantón su preciado Éter y un Cura. El primero se lo bebió con ansia viva, recuperando buena parte de su energía; sin embargo, el hechizo de la muchacha no terminó de cerrar su herida. Su magia era demasiado débil aún como para siquiera llegar a competir con el poder de los brebajes que hacían los moguris. Al menos, tal y como ella dijo, sobreviviría.

Pero Gilgamesh nunca se conformaría con sencillamente sobrevivir. Tras levantarse y hacer un par de estiramientos con los brazos, se agachó frente a la chica y le guardó respeto, como todo un caballero.

¡Estoy en una deuda eterna contigo, chica! No sólo me has salvado la vida, ¡me has ofrecido todo lo que tenías! A partir de hoy, te serviré hasta que mi deuda sea saldada. ¡Haré lo que digáis!

Era imposible ignorar el hecho de que Kairi había ganado un importante aliado. Aunque estaba herido y cansado, por su aspecto podría todavía cargarse a hordas enteras de Sincorazón. Además, la chica fue advertida antes de venir que el mundo estaba en guerra: no le vendría mal como guardaespaldas por si la confundían con alguno de los bandos.

¡Pero también tengo que recoger a mi socio montaña arriba! Le dejé con esos Caballeros con los que tracé amistad... —Gilgamesh se tomó de la cabeza con ambas manos—. Como Gabranth se entere me mata... ¡Pero no podía dejarles morir! Ahora que había ganado un ascenso...

La salida del pueblo seguía llevando por dos caminos: la cueva a la derecha y el camino montaña arriba. Decidiese el que decidiese Kairi, Gilgamesh le seguiría detrás.

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Kairi
VIT: 22/22
PH: 15/20

Gilgamesh
VIT: 13/124
PH: 20/150


* * *

Fátima

Las amenazas de Fátima hacían gracia al arquero en principio. Cuando aseguró que le contaría dónde estaban, comenzó a dar espasmos de la risa que no podía liberar por el cepo helado que le tapaba la boca. Quizás la aprendiza pensara que era por burla, pero pronto descubriría que no.

Cuando comenzó la tortura del huno cortándole los tendones, este se revolvió con violencia, pero fue inútil. Acabó cediendo y escribió, lento y con mala caligrafía, cuatro palabras encima del mapa. No indicaban una posición exacta, ni tampoco el cómo llegar: se trataba de una única palabra que decía todo aquello y más, una verdad terrible.

Aquí.

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La muchacha conjuró un Cura sobre el asesino, pero este no volvería a recuperar totalmente la maniobrabilidad de sus dedos. Como arquero le había arrebatado más de lo que debería, algo que jamás podría recuperar.

Fátima explicó a Shiva la situación. En un principio, al ver que sus intenciones se dirigían hacia ayudar al pueblo chino, se mostró distante y poco aprobadora; sin embargo, sus últimas palabras parecieron convencerla. Sonrió ligeramente y miró por la ventana.

Tienes razón. Shiva logrará sus fines mediante el pueblo chino —Shiva dios dos pasos en dirección a la ventana y se colocó junto a esta, observando la ventisca—. Los hunos son inútiles, ya fallaron una vez tras prometerme protección. Sí... China escuchará el nombre de Shiva.

El huno observó con ira a la diosa y a su sacerdotisa. Se movió adelante y atrás, intentando liberarse, pero sin apartar la mirada de ellas. Sus ojos casi brillaban de la rabia, el odio acumulado en su interior.

Derrotarás a los hunos. Todos verán que fue por la gracia de Shiva —aseguró la diosa, volviendo a Fátima y alzando la barbilla—. Sírveme bien, guerrera de la luz. Y tras ellos, matarás a tu...

Shiva calló al oír el grito ahogado del huno. Se revolvía en su trono helado, con los ojos casi salidos de su órbita. El blanco de estos se había vuelto negro como la noche, y un color amarillo brillaba con la intensidad de varios soles: estaba lleno de rabia, de odio, de maldad de todo tipo. La diosa alzó la mano hacia él para invocar una estaca de hielo que se colocó en su garganta.

Pero la estaca reventó. Alrededor del trono del huno se había formado un pequeño lago de oscuridad del cual surgieron varios enemigos de ojos brillantes: Sincorazón. Dos de ellos eran de una especie conocida por Fátima, de su visita previa al mundo, que se movían con los brazos por delante como unos noctámbulos. El otro, de menor tamaño y aparentemente más inofensivo, parecía un amigable claxón.

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¿Qué magia oscura es esta?

La oscuridad convocada por el huno comenzaba a alimentarse de toda la sala. Sólo había dos salidas: la ventana y la puerta principal, y ninguna parecía muy segura sabiendo que los hunos estaban allí. La otra opción era luchar, pero aquel lugar podía ser engullido por los Sincorazón en ningún momento.

Y aquello no era lo peor. El huno, frustrado y acumulando todo su odio en su corazón, estaba comenzando a ser engullido por la oscuridad. No podía gritar, no podía escapar. Fátima le había arrebatado todo lo que tenía, para lo que servía, y lo único que le quedaba era el odio y la oscuridad de su corazón.

No sabía lo que podía pasar allí.


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Fátima
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Re: [Tierra de Dragones] El invierno (III)

Notapor Kairi » Mar Sep 09, 2014 7:42 pm

Kairi miró cómo Gilgamesh se bebía su Éter con muchas ganas, debía de estar muy débil. El Cura que le proporcionó luego no le curó del todo la herida, lamentándose de que su magia no fuera más fuerte. Al menos le había dado la energía necesaria para levantarse y hacer estiramientos.

- Ten cuidado, la herida podría abrirse más - le advirtió por los esfuerzos que estaba haciendo.

- ¡Estoy en una deuda eterna contigo, chica! No sólo me has salvado la vida, ¡me has ofrecido todo lo que tenías! A partir de hoy, te serviré hasta que mi deuda sea saldada. ¡Haré lo que digáis! - exclamó éste haciendo una reverencia.

Era un golpe de suerte para Kairi. Ahora tenía un aliado bastante fuerte que le haría la misión más fácil. Aunque estuviese herido, parecía que aun tenía fuerza suficiente. Y le haría falta mucha ayuda en aquel mundo que precisamente estaba en guerra.

- ¡Pero también tengo que recoger a mi socio montaña arriba! Le dejé con esos Caballeros con los que tracé amistad... - parecía bastante afligido y preocupado - . Como Gabranth se entere me mata... ¡Pero no podía dejarles morir! Ahora que había ganado un ascenso...

El primer pensamiento de Kairi había sido inspeccionar la cueva para evitar el frío, pero con lo que había dicho su nuevo compañero parecia que en la montaña había más gente... Caballeros... ¿Caballeros de la Llave Espada?

- Yo también estoy buscando a los míos - le explicó - . Creo que sería buena idea ir a la montaña, podrían ser las personas que busco.

Dicho esto se puso en camino hacia la montaña con Awa-chan sobre su hombro e indicándole a Gilgamesh que la siguiera, aunque si él sabía mejor el camino podría ir delante.

- Por cierto, ¿quiénes son esos Hunos? ¿Son los que han provocado todo esto? - preguntó refifiéndose a todo el destrozo del pueblo.
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La Historia Del Hipercor By Rmedive92
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El Viernes 26 a las 20 fui al hipercor para compra un juego por el cumple de un amigo y en el msn deje un automensaje que era "En El Hipercor" , en esos momentos Habimaru cerro el chat y se creo una multiconversacion de 7 o 8 personas del foro para hablar , cada minuto aparecía mi gracioso automensaje con el icono del tio feliz , cuando llegue y comente estaban todos En El Hipercor , uno en el carrefour pero bueno , al dia siguiente en el chat la frase mítica aparecía cada poco En El Hipercor y ya esta es la historia del Hipercor que tanta gente me pregunta XD ( Se le ha parecido buena o vivió esto ponérselo como firma.


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Kairi
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