[La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Hana, Saxor, Celeste, Matthieu + Saito y Simbad

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra, Denna

Ronda 9

Notapor Suzume Mizuno » Lun Feb 06, 2017 1:40 am


Hana y Simbad



La Perla de Simbad fue efectiva y cogió al Sincorazón, que había dado media vuelta, como si persiguiera a alguien. El problema fue que ahora se volvió hacia ellos. Raphaël había conseguido deshacerse de los guardias que habían ido a por él y que intentaban protegerse de los ataques de los monstruitos. En efecto, aunque puede que más por escapar que por ir tras Frollo, Raphaël intentó dirigirse hacia las escaleras. Simbad lo atrapó antes de que pudiera alejarse.

Espera, ¡espera Raphael! —El noble, espada en mano, retrocedió para dejarle luchara contra el gran Sincorazón. Si estaba sorprendido por sus habilidades, no lo demostró—. ¡Deja a Frollo, Fiore se ocupará de él! ¡Ahora nuestro principal objetivo es avisar a la princesa! ¡Y no te preocupes por Fiore! ¡Estará a salvo!

El noble apretó las mandíbulas y se agachó para impedir que uno de los pequeños Sincorazón lo atacara.

¡Pero es él quien es peligroso para la princesa!

Simbad lo atrajo hacia sí con fuerza.

Sé que no te he dado motivos para que te fíes de mí, menos después de arruinar tu reputación. Pero s'il vous plait, no tendremos otra oportunidad de detener a Frollo.

»¡Confía en mí!

Raphaël vaciló, pero solo un momento. Quizás pensó que el chico se había quedado a ayudarlo y no tenía por qué hacerlo. Asintió. Dejó que Simbad fuera por delante, si bien echó una mano para desviar a los Sincorazón. Como solo los actos de Simbad eran útiles, tuvo que malgastar buena parte de su magia y retrasarse para rechazar y eliminar a los Sincorazón. Luego, Raphaël pasó por encima de dos de los heridos. Tres de los soldados habían desaparecido.

Otra cosa no, pero para cometer crímenes los Sincorazón eran básicamente perfectos. No dejaban pruebas.

Salieron con esfuerzo de las mazmorras del palacio, porque las escaleras eran dolorosamente empinadas. Se tuvieron que detener un momento para recuperar el aliento. Raphaël tenía una fea quemadura en un brazo y sangre en la cara, que no parecía ser suya. Pero por lo demás y unas pocas contusiones de Simbad, habían salido casi intactos.

Ahora pégate a mí si no quieres que te echen de aquí—dijo Raphaël, con la voz ronca. Se abanicó con una mano. ¿Por qué hacía tanto, tanto calor? En las mazmorras casi no se habían dado cuenta, pero allí arriba, aunque corría el aire, parecían estar en una sauna.

Apenas sí dieron unos pasos cuando vieron que allí fuera, el mundo era un caos. Igual que Hana, que les llevaba varios minutos de ventaja, vieron que los criados iban de un lado a otro entre exclamaciones de horror, que los soldados abandonaban sus puestos y los nobles corrían a las ventanas.

Desde una de estas, los dos jóvenes pudieron ver por qué había tanta tensión: París estaba ardiendo. El fuego lamía tantas casas que las columnas de humo lo llenaban todo. Y se acercaban al palacio.

¡Seguro que han sido los gitanos!—chilló una doncella jovencita.

Raphaël maldijo, cogió a Simbad de un brazo y avanzaron a empujones entre la multitud. Entonces empezaron los alaridos de horror y una tromba se les lanzó encima. Raphaël consiguió empujar a Simbad contra una de las paredes antes de que se los llevaran por delante.

Dos Neosombras avanzaban por el pasillo. Atacaban a quienes se interponían en su camino, pero no parecían interesadas en terminar con ellas. Al contrario, iban buscando algo que estaba por delante.

Puede que un corazón como el de Simbad. Raphaël se puso tenso. Quizás en medio de toda esa gente todavía no habían localizado a Simbad, pero no tardarían en hacerlo. El joven vio que había unas escaleras cerca. Raphaël conocía el palacio, ¿quizás podría guiarle y dar un rodeo? ¿O se arriesgaban a perder demasiado tiempo? Puede que Simbad prefiriera ocuparse de las Neosombras, o incluso intentar pasarlas de largo directamente por el pasillo.

****



Hana siguió a Frollo por el pasillo y tuvo que abrirse paso a codazos para impedir que la multitud le hiciera perderlo de vista. Vio por las ventanas que la capital ardía, pero estaba demasiado ocupada persiguiendo a Frollo, que parecía dirigirse a algún lugar concreto.

Al final, Frollo giró por un pasillo y frenó en seco. Una dama de cabello dorado, acompañada por cinco mujeres que debían ser sus doncellas, acababa de salir de una estancia.

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Juez Frollo, ¿qué hacéis aquí? Deberíais estar en la ciudad, ayudando a la gente.

Permitidme un momento, Alteza. Hay algo que debo deciros. Algo muy… grave.

La princesa frunció el ceño.

Dejadnos un momento a solas. Anunciad a mi hermano que me reuniré con él de inmediato.

Las doncellas obedecieron, aunque mirando de mala manera a Frollo… excepto un par. Seguramente las que pertenecían a otra facción política. Marie, que más bien debía ser una criada de la princesa en vez de una doncella, pasó al lado de Hana y se quedó en el pasillo, mordiéndose una uña y dispuesta a esperar a su princesa, junto con una de las damas más mayores. Hablaron entre ellas, pero había tanto ruido que era difícil escucharlas.

Y entonces, estalló el caos cuando aparecieron tres Neosombras. Una de ellas atacó directamente a Marie y a la otra doncella, mientras que otras dos continuaron de largo, por donde Hana había venido. La multitud lanzó en grupo por el pasillo, aterrorizada

Ambas siguieron de largo por el camino que ella había venido. Quizás en busca de sus compañeros. O puede que no la hubieran visto. Suerte la suya. Podía decidir si matar de una vez a Frollo, que había entrado tras la princesa en una sala, o ayudar a la gente antes de que fuera demasiado tarde.


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Hana
VIT: 58/60
PH: 22/44

Simbad
VIT: 29/40
PH: 3/44


****
Celeste y Saito


Esmeralda, agradecida, le dio de beber al hombre la Ultrapoción. Celeste se percató de la suavidad de los movimientos de la joven, de la mirada de profunda preocupación que dedicaba al parisino. Este tosió y derramó parte del contenido de la Ultrapoción, pero consiguió abrir los ojos.

¿Esme…ralda…?

Shhh, calla. Tienes que recuperar fuerzas.—Esmeralda le posó un dedo en los labios y le dedicó una sonrisa de ánimo. El hombre cerró los ojos pero cuando la chica lo ayudó a levantarse, colaboró en lo que pudo—. No, no fuese ese monstruo. Fue Frollo. Frollo mandó que dispararan a Febo después de salvar a la familia del molinero. Ese loco quería quemarlos vivos ahí dentro…

Entonces a las dos se les cayó el alma a los pies al ver cómo ardía la ciudad.

A la Corte. Rápido, antes de que alguien se dé cuenta de que estamos aquí. —Esmeralda asintió con firmeza

Mamma Louisa se ocupará de él.

Te ayudaré a cargar con él... Entre las dos creo que vamos a poder. Sólo... sólo necesitamos tener cuidado con la herida.

Es fuerte, seguro que resistirá—dijo Esmeralda con una sonrisa. Se pusieron en marcha y de pronto dijo—:Sabía que me resultabas familiar. Eres Celeste, ¿verdad? La pequeña prófuga. No sé cómo has vencido a esa cosa pero… Gracias. Muchísimas gracias. Estoy segura de que tu familia se sentirá orgullosa en cuanto lleguemos a la Corte y…

De pronto Esmeralda se puso pálida y volvió a mirar en dirección hacia la Catedral.

¡Quasimodo! ¡Quasimodo sigue ahí, y nunca abandonará Notre Dame por su propio pie!

Se detuvo en seco, sin saber qué hacer. Entonces Febo gruñó con esfuerzo y dijo:

Márchate... Puedo... puedo ir solo.—respiró hondo y luchó por ponerse de pie solo. Se tambaleó un poco, pero les dedicó una sonrisa. Era un tipo guapo y, en otras circunstancias, habría sido una muy bonita—. Él te necesita más que yo.

¡Pero los demonios podrían volver a por ti, Febo…!

Sobreviviré.—Con una mano temblorosa, le apartó un mechón de pelo de la cara—. Ve. Seguramente tus amigos ya sepan a estas alturas que París está ardiendo. Les irá bien y lo sabes.

Esmeralda siguió luchando consigo misma. Entonces Febo se volvió hacia Celeste y dijo:

Claro que si me das una de esas… pócimas… Podría intentar acompañarla. O quedarme aquí y así no se preocuparía por mí. Te lo compensaré en cuanto pueda aunque, ahora mismo, como ves, no tengo nada.

Los dos miraron a Celeste. ¿Qué haría? ¿Acompañar a Esmeralda, convencerla igualmente de ir a la Corte? ¿Irse a la Corte con Febo? ¿Curar a Febo para que fuera con la chica? ¿O curarle igual y que fueran los tres…?

*


Saito consiguió huir y también arrojar todos los fragmentos, menos uno, al río. El último quemaba como si quisiera que lo soltara o, peor aún, que lo usara. Tenerlo en la mano era un tormento y si trataba de cargarlo en otra cosa, como, por ejemplo, envolverlo en una camisa, quemaría la tela.

Y Gárland, supuestamente, llevaba dos; uno de tierra y otro de aire. Al menos por lo que Saito había podido ver, claro.

Ahora que había escapado, no tenía mucho sentido regresar a Notre Dame. ¿O sí? Quizás pudiera ayudar a sus Maestras en la batalla.

Pero había otro problema : el calor y el incendio. La mitad de la ciudad estaba ardiendo, la gente huía de las casas empavorecida y los pocos guardias que había no conseguían organizar a nadie para controlar el fuego. Era como si estuvieran buscando a alguien, como si no tuvieran apenas guías.

Y no veía por ninguna parte a sus compañeros, pero sabía más o menos hacia dónde se había dirigido cada uno. Volver a Notre Dame, ir en busca de su compañera Celeste o ir hacia el palacio. Esas eran sus opciones. Y mejor que se diera prisa, porque el cristal le estaba destrozando lentamente.

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Celeste
VIT: 22/26
PH: 15/32

Saito
VIT: 35/80
PH: 24/38



Fecha límite: jueves 9 de febrero de 2017.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor xXOrbOOkXx » Mar Feb 07, 2017 12:32 am

Raphaël asintió al final y suspiré aliviado. Iba a ser muy arriesgado que un civil no se acercara a Frollo porque, a pesar de que el noble había demostrado que sabía pelear, ninguno de los dos era rival para alguien que parecía haber sucumbido a la oscuridad. Y por muy mal que me cayese, el deber de todo Caballero era proteger a los habitantes de los mundos.

Acabamos con los Sincorazón, y entre las llamas, descubrimos que muchos soldados habían desaparecido. Los otros eran cuerpos sin vida. Salimos todo lo rápido que pudimos de las mazmorras, alejándonos de la atmósfera densa que estaba creando el humo, pero al escalar (más que subir) la empinadísima escalera, no nos esperó un área mejor.

Me dolía todo, y comencé a achacar el cansancio al usar tanta magia. Tuve que gastar un Éter para volver a la vida. Raphaël tenía una fea quemadura por lo que pude ver. Se lo cogí firmemente pero sin apretar, y le apliqué un rápido Cura. Le necesitaba con la fuerza a tope.

Ahora pégate a mí si no quieres que te echen de aquí.

El hombre estaba sudando y había comenzado a abanicarse con el brazo. No lo había notado hasta ese momento, pero sus acciones tenían sentido: hacía calor. Demasiado calor. Incluso notaba que respiraba con dificultad. Y en seguida averiguamos por qué.

París estaba en llamas, llamas que lamían las casas sin piedad, llamas que cada vez se acercaban más a Palacio. Una opresión en el pecho me impidió continuar por un momento. Mi hogar se estaba abrasando, al igual que abrasaron a mis padres en aquella misma ciudad.

¡Seguro que han sido los gitanos!

Un tirón en el brazo me sacó de mi ensimismamiento, por no decir shock. Raphël era más fuerte de lo que parecía, y el tacto frío me hizo olvidarme por un momento del abrasante calor del ambiente. Avanzamos a trompicones entre la multitud. Cada vez estaba más agobiado, no íbamos a llegar.

Y de repente un empujón contra la pared me quitó el aire. Una tromba de gente huía de un par de Neosombras, que se abalanzaban sobre la multitud. Si me localizaban sería perder el tiempo, pero si decidía luchar, también. A tomar por saco.

¡No tengo tiempo para esto!

Cogí del brazo bueno de Raphaël y le empujé a las escaleras.

Vamos, vamos, ¡Vamos! ¡Sube al caballo!

E hice una locura. Invoqué mi Glider sin parar de correr por las escaleras y me subí encima. No le daría tiempo a Raphaël a que subiera, sino que le subiría a mi espalda desde el agarre por el que le tenía cogido, a pulso si hacía falta. Esperé que pusiera algo por su parte, no sabía si podía con su peso. Clavé los talones en los costados del "animal" para salir disparados hacia la parte inferior de las escaleras.

—[color=#BF0000]¡Guíame pero ya hacia los aposentos de la princesa! ¡Y agárrate, porque el viaje va a ser movidito![/color

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Uso un éter.
Última edición por xXOrbOOkXx el Vie Feb 10, 2017 1:21 am, editado 1 vez en total
~Un cuarto de hora de risa, equivale a un año más de vida...~


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Tercera Saga:
"Evento Global" El esclavo del olvido
"Evento Global" Ruta de los perdidos

Prólogo de Simbad
"Bastión Hueco" Choque de culturas (Encuentro)
"Bastión Hueco" Novatos bajo la lluvia (Primer encuentro - Saga Novatos)
"Tierras del Reino" El nacimiento de un príncipe (Trama)
"Islas del Destino" ¡Buscad a mi perro! (Misión)
"Castillo de Bestia" Solos entre lobos (Primer encuentro - Saga Délaissé)
"La Cité des Cloches" Los miserables (Encuentro)
"Villa Crepúsculo" Una visita guiada (Encuentro)
"Selva Profunda" Día de monos (Encuentro)
"Port Royal" Los muertos no cuentan cuentos (Trama)
"Tierra de Dragones" Linda Flor (Misión)
"Bastión Hueco" Novatos bajo el amanecer (Segundo encuentro - Saga Novatos)
"Ciudad de Paso" Lo que vale la pena (Encuentro)
"Ciudad de Paso" The Game Never Ends (Trama)
"Torre de los Misterios" Orden en la Biblioteca (Misión)

Evento Halloween 2014
"Especial libre" El laberinto de los corazones
"Especial libre" San Valentín III
"Islas del Destino" Yincana veraniega
"Evento libre" La Mansión Encantada II: La Venganza

Cuarta Saga:
"Ciudad Inexistente" Dos velas para el diablo (Encuentro)
"Port Royal" De copas con la muerte (Encuentro)
"Bastión Hueco" De magdalenas y vicios franceses (Encuentro)
"La Cité des Cloches" Insomnia (Primer encuentro - Saga La Musique du Silence)
-¿? M
-"Port Royal" El barco que desaparece en la niebla (Misión)
"Tierras del Reino" Donde duermen los gigantes (Trama)
"País de los Mosqueteros" Todos Para Uno (Trama)
"Ciudad de Paso" Un nuevo Crepúsculo (Trama)
"Ciudad de Halloween" El ataque de Boogieman (Trama)
"La Cité des Clochés" Fuego Infernal (Trama)
"Mundo Inexistente" Pasajes Oscuros (Trama)
-¿? L y 3
-¿? F

"Especial libre" El laberinto de los corazones II: Escape
"Especial libre" World War Christmas
"Especial libre" El San Valentín está aquí
"Especial libre" ¡Exámenes finales
"Especial libre" La inocencia perdida
"Especial libre" Misión: Salvar la Navidad
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor Denna » Jue Feb 09, 2017 12:40 am

El hombre pesaba una barbaridad por mucho esfuerzo que pusiera de su parte, pero con la ayuda de Esmeralda creía poder aguantar bien el viaje.

Sabía que me resultabas familiar. Eres Celeste, ¿verdad? —comentó entonces la mujer—. La pequeña prófuga.

¿La qué? —A pesar de los nervios y el miedo —o quizás justamente por ellos— el apodo hizo que se me escapara una risita tonta—. Bueno, sí. Supongo que ésa soy yo.

Con las prisas había olvidado presentarme y todo.

No sé cómo has vencido a esa cosa pero… Gracias. Muchísimas gracias. Estoy segura de que tu familia se sentirá orgullosa en cuanto lleguemos a la Corte y…

«Y...». Noté que me ruborizaba y aparté la mirada. Sin saberlo, y con una sola frase, Esmeralda acababa de alimentar mis esperanzas. Qué demonios, acababa de encenderlas como si de una antorcha gigantesca se trataran. «Eso es, eso es, mantén la calma. Recuerda por qué estás aquí». Respiré hondo. «Por qué haces esto y por quiénes. Puedes hacerlo. Todo va a salir bien».

Tan encantada estaba en mi propio mundo que casi no me di cuenta de lo que decía Esmeralda. Volví a la realidad como si alguien me hubiese echado un cubo de agua fría.

Pero... ¡Pero la catedral no debería estar afectada por el fuego! —exclamé, desorientada—. Es... Se supone que... A-acabo de venir de ahí, ¡el incendio no puede haberse propagado tan rápido!

A menos que no fuera un incendio natural. «Mierda. Saito». Esmeralda parecía debatirse entre si continuar o dar media vuelta, y yo me sentía de todo menos tranquila. No quería empezar a dudar otra vez.

El hombre intervino en ese momento con un gruñido cansado:

Márchate... Puedo... puedo ir solo —le dijo a Esmeralda—. Él te necesita más que yo.

Ignorando por completo su sonrisa, lo miré con incredulidad. Si estaba para el arrastre...

¡Pero los demonios podrían volver a por ti, Febo…!

Sí, Febo, y te comerían de un bocado antes de que te dieras cuenta.

Sobreviviré.

Me daban ganas de estrangularlo.

Ve —insistió—. Seguramente tus amigos ya sepan a estas alturas que París está ardiendo. Les irá bien y lo sabes.

Miré a Esmeralda con auténtica lástima, pero sabía que no podía ayudarla. La decisión, por difícil que fuera, tenía que tomarla ella y solo ella.

O puede que no del todo.

Claro que si me das una de esas… pócimas… Podría intentar acompañarla. O quedarme aquí y así no se preocuparía por mí.

Me volví hacia Febo, estupefacta.

No lo dirás en serio.

Te lo compensaré en cuanto pueda aunque, ahora mismo, como ves, no tengo nada.

Sentí que la mirada de la mujer se clavaba en mí también y me mordí la lengua antes de soltar un improperio. ¡Como si yo quisiese el favor de un..!

Estas «pócimas» no hacen milagros —le dije de inmediato antes de empezar a soltar veneno—. No te confundas. Sólo te permitirían aguantar un tiempo. Puede que no sirvieran de nada si te encontrara otro demonio.

Febo. Le lancé una mirada helada. No me gustaba y no me fiaba ni un pelo de él. Lo último que quería era hacerle de niñera. Además, su nombre me sonaba. No sabía de qué, pero si conocía el nombre de un blanco no sería por una buena razón. Pero tenía que reconocer que ni Esmeralda ni yo destacábamos por nuestra fuerza bruta, y podríamos... requerir su presencia física. Si es que mejoraba en algo; ahora mismo no parecía capaz ni de caminar por su cuenta.

Si vienes, yo puedo encargarme de que no te desangres. Eso es todo. Pero tenemos cierta prisa, así que ¿puedes correr? ¿Levantar peso? ¿Luchar, si se diera el caso? Tómate uno de éstos —le tendí la bolsita de bombones para que la cogiera— y dímelo.

»Si la respuesta es sí, adelante. Vamos. Podrías sernos útil. Yo tengo que volver a la catedral de todas formas, así que os acompañaré.

»Si ves que no puedes... Te llevaré con Mamma Louisa
—decidí al final—. No intentes hacerte el héroe, porque no es el momento ni el lugar y hay cierta prisa. Así que tú decides.

Si Febo elegía esa última opción, le tendería mi brazo y le diría a Esmeralda:

Ve ya hacia Notre Dame, si quieres. Te seguiré cuando él esté a salvo y nos encontraremos ahí. Me muevo deprisa, confía en mí. Y... ten cuidado —añadí con una mezcla de seriedad y pesar—. Hay algo importante que tengo que hablar contigo, pero va a tener que esperar. Esto es más urgente.

Dejaría que la parejita se despidiera —eso sí, sin darles tiempo a más de ese descarado ligoteo (¡puaj!)— y tiraría de Febo hacia la Corte.
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor H.S Sora » Vie Feb 10, 2017 1:01 am

El último trozo del cristal parecía haberse aferrado a mí con fuerza. Notaba su poder, y cómo iba quemando mis manos, pero no podía dejar que escapara. Por mucho daño que me hiciera, era la única manera que tenía de sentirme poderoso.

Y quizá si volvía ahora a Notre Dame, pudiera ayudar en algo a Lyn y Nanashi. O incluso sacar de allí a Armand y Chloé mientras se librara la batalla. Todo era posible mientras tuviera el poder del fuego conmigo...

Me paré en seco. Fuego. Miré mis manos, observando el resplandor rojizo que hería mi piel y no pude evitar reír con cierta histeria. Y es que después de tanto tiempo lo había encontrado y ni tan sólo había caído en la cuenta de lo que era. Lo que había interesado al mismísimo Mateus Palamecia de la Cité.

El fuego que había mencionado Ryota aquel día iba mucho más allá de simple magia, se trataba de un verdadero y brutal catalizador de poder natural. Si hubiera sido más capaz, o lo hubiera hecho alguien como Nanashi, Gárland habría acabado convertido en chatarra.

Aún podía cambiar eso.

Suéltalo.

¡¿Qué dices?!

Hazlo. Mira lo que te está haciendo, mira el daño que nos está provocando…

Lo necesito, para defenderme de Gárland y ayudar a las Maestras, ya te lo he dicho…

¡Sabes que eso no es verdad, que Nanashi te ha pedido que huyas!

Pero con esto en mis manos, podré…

Deja de mentirte a ti mismo. Sé como te sientes, pero así no conseguirás nada.

El poder para cambiar las cosas...

No. Solo harás que nos maten. ¿Y piensas que así Nanashi se sentirá orgullosa de ti? Esa fuerza que buscas no sería tuya.

Pero podría aguantar con él hasta poder dárselo…

¿Y eso es lo que te ha pedido? ¿O quería que no cayera en las manos equivocadas?

Yo sólo…

No te conviertas en algo de lo que ella te protegería.

El dolor que me provocaba el fuego se convirtió por primera vez en un verdadero martirio. En algo de lo que tenía que escapar si no quería que acabara de consumirme por completo. Me volví al río y eché a andar —¿cuánto tiempo llevaba temblando?— hasta tenerlo delante.

Arrojé el cristal con todas mis fuerzas al agua, deseando no volver a verlo. Deseando que no lo encontrara nadie nunca jamás.

Me dejé caer al suelo de rodillas mientras miraba las marcas que habían quedado en mis manos.

Caballero… tenemos que seguir.

Me puse en pie y salí de ahí. Alice tenía razón, había que cumplir con el objetivo de la misión, que desde el principio había sido encontrar lo que fuera que estaba controlando a los Sincorazón y que todavía seguía suelto.

Pero el incendio había complicado mucho las cosas, y no parecía que fuera a mejor. La gente trataba de huir lo más lejos posible, y los guardias no parecían tener el control de la situación. A este paso el fuego arrasaría con todo.

Tenía que encontrar a Celeste cuanto antes y buscar al resto. Cayendo en la cuenta de que volver a Notre Dame sería casi un suicidio, descarté la posibilidad de intentar salvar a Armand y Chloé. Cuanto menos me acercara a ellos más seguros estarían, y es que Gárland vendría a por mi en el peor de los casos.

Por lo que saldría en su busca, y si por el camino veía que no había nadie trataría de echar una mano —con todo el disimulo posible— para intentar mermar los incendios utilizando los hechizo Aqua que aún me quedaban. En el caso de que hubiera demasiada gente, intentaría ayudar de todas formas.

Aún no era tarde para hacer las cosas bien.

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- Corazón de caramelo pequeño (hechizo Aqua).
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Ronda 10

Notapor Suzume Mizuno » Lun Feb 13, 2017 8:32 pm


Hana y Simbad



¡No tengo tiempo para esto!

Raphaël trastabillo detrás de Simbad, sin quitarle los ojos de encima a los Sincorazón.

Vamos, vamos, ¡Vamos! ¡Sube al caballo!

¿Q-qué caballo?

En medio de un resplandor, apareció el glider de Simbad. Raphaël se quedó de piedra, incapaz de procesar lo que estaba haciendo. Por suerte, el joven se lo había visto venir. Subió a Raphaël de un tirón; quizás había olvidado que el noble era más alto y fuerte que él, así que no fue tan sencillo como había esperado. Sin embargo, Raphaël trepó automáticamente, tras años y años de práctica, y se aferró a su cintura. Solo entonces pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo y farfulló:

En nombre del Señor, qué diantres está…

Simbad no le dio tiempo para titubear. Puso en marcha el glider y gritó:

¡Guíame pero ya hacia los aposentos de la princesa! ¡Y agárrate, porque el viaje va a ser movidito!

Ay, Virgen Santa—masculló Raphaël, aferrándose con fuerza a Simbad.

Salieron disparados escaleras arriba y al noble casi, casi, se le escapó un grito. Eso sí, dejó a Simbad sin aliento por lo fuerte que apretó los brazos.

Medio cabalgando medio volando, superaron las escaleras en un suspiro y perdieron de vista a las Neosombras, que iban tras ellos con mucha más lentitud. Al llegar al piso superior estuvieron a punto de embestir a unas criadas que debían correr en busca de refugio. Una de ellas reconoció a Raphaël, porque soltó su nombre, impresionada. La otra solo se fijó en la piel de Simbad y comenzó a chillar.

Eso pareció espabilar a Raphaël, que se afirmó mejor en la silla y se inclinó sobre Simbad para indicarle hacia dónde debía dirigirse.

Recuérdame que si no me ejecutan por traidor y brujo y salvamos a la princesa, debo darte las gracias.

Simbad tuvo que maniobrar con cuidado. Incluso si los pasillos no eran los más estrechos del mundo, había gente. Y lo último que sabían era cómo reaccionar ante un caballo salido de la nada y a punto de cargar contra ellos. Embistieron sin querer a un caballero —aunque no debió salir muy herido por los improperios que les gritó— y luego volvieron a bajar por unas escaleras. El rodeo había sido importante, sí, pero al menos no se habían cruzado con ningún Sincorazón.

¡Ahí!—enfilaron por un pasillo y Raphaël señaló hacia la puerta del centro que estaba cerrada.

Quedaba en manos de Simbad decidir si embestir o no (puede que fuera más inteligente solo intentar asomarse un poco) y, dependiendo de lo que encontrara dentro, actuar.

*


Hana decidió seguir adelante e ignorar a la Neosombra que atacaba a Marie y a su doncella. Pudo escuchar cómo la niña ahogaba un grito y echaba a correr, sangrando por un zarpazo del Sincorazón.

La muchacha abrió la puerta con facilidad, a pesar de que estaba sellada. Tuvo suerte porque Frollo y la princesa estaban ocupados forcejeando. Ella había oído los gritos y trataba de salir, mientras que el juez, con una fuerza sorprendente para alguien tan delgado, la mantenía en su sitio.

No, Alteza, ¿qué diría de mi su Majestad si llegara a ocurrirle algo?—preguntó con una sonrisa melosa.

La princesa forcejó para quitárselo de encima, cada vez más indignada y puede que temerosa.

¿Qué pretendéis? Si me hacéis algo, será evidente quién ha sido.

¿Eso creéis? Pero ¿y si no quedaran pruebas… Alteza?

La princesa le atacó a la entrepierna con un rodillazo y Frollo se dobló por la mitad. Pero antes de que pudiera alejarse, la cogió por el cabello, deshaciéndole el peinado. Los ojos de Frollo despedían una luz amarillenta y su rostro estaba retorcido en una sonrisa de satisfacción que mostraba todo los dientes.

¡Deberíais haberos quedado atrás, princesa, en vuestro sitio! ¡Pero Dios sabe cuál es el que le corresponde a cada uno!

Frente a ella apareció una Neosombra. La princesa se puso blanca de horror pero, aun así consiguió escupir:

Así que erais vos desde el principio.

No, mujer estúpida. Fueron vuestros pecados. Si no, no se me habría dado este poder. ¡A qué esperas! ¡Mátala!

Pero la Neosombra miraba en dirección a Hana. Frollo probablemente solo necesitaría unos segundos para comprender qué estaba sucediendo. El Sincorazón, todavía menos para atacar.


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Hana
VIT: 58/60
PH: 15/44

Simbad
VIT: 29/40
PH: 27/44


****
Celeste y Saito


Si vienes, yo puedo encargarme de que no te desangres. Eso es todo. Pero tenemos cierta prisa, así que ¿puedes correr? ¿Levantar peso? ¿Luchar, si se diera el caso? Tómate uno de éstos y dímelo.

»Si la respuesta es sí, adelante. Vamos. Podrías sernos útil. Yo tengo que volver a la catedral de todas formas, así que os acompañaré.


Febo sonrió de oreja a oreja y cogió un bombón.

Hablas con un héroe de guerra. Si no puedo hacer lo que me dices, más me valdría estar muerto.

Y, aunque no se recuperó del todo, sí que le volvió bastante color al rostro tras consumir el bombón. Se levantó sin quejarse y le revolvió el pelo a Celeste.

Gracias.

Y antes de que Celeste pudiera quejarse, Esmeralda se acercó y la besó en la mejilla. Sonriendo, también le dijo:

Gracias.

¿De dónde sacas amigos tan peculiares?—preguntó Febo, mientras se ponía en marcha.

Supongo que te incluirás entre ellos, señor dios del sol.

Febo rió por lo bajo, se llevó una mano al hombro conteniendo el aliento, y continuó adelante.

La ciudad estaba sumergiéndose cada vez más en un violento histerismo. Los incendios no eran extraños, pero nadie entendía cómo era posible que se estuvieran propagando tan, tan, tan rápido. La guardia no tenía la más remota idea de qué hacer, más allá de sacar a la gente de sus casas y obligarla a dirigirse a zonas seguras. En algunos puntos se habían formado filas que iban torpemente desde pozos o el río hasta las casas, pero en general el fuego saltaba de casa en casa como una chispa.

Hasta había gente que murmuraba que el mismo río parecía hervir. Como si Dios les estuviera condenando.

Fue entonces cuando se encontraron con Saito, que estaba ayudando a un niño a salir de debajo de unos escombros. Febo entornó los ojos, al igual que Esmeralda, como si les resultara vagamente familiar. Pero ninguno de los dos lo reconoció y tenían la suficiente prisa como para no detenerse a preguntar.

A medida que se acercaban a Notre Dame, los edificios ardían más y quedaba menos gente. Pero las pocas personas que pasaron cerca de ellos gritaban horrorizadas:

¡Notre Dame va a caer!

¡Es el Apocalipsis!

Parecía que a Nanashi y a Lyn no les estaba yendo todo lo bien que podía ir su pelea. Es más, cuando llegaron a la plaza, pudieron ver que buena parte de las cristaleras habían reventado, así como las puertas de la entrada. Por las ventanas se veían sombras y luces chocando unas contra otras. Ni la casa del Señor se iba a salvar. Esmeralda se puso tan blanca que pareció que fuera a tener que apoyarse en algo, pero se recuperó casi de inmediato y masculló:

Quasi, más te vale haber salido de ahí.

De ahí va a salir poca gente si no hacemos algo para impedirlo.

Puede que Saito reconociera aquella voz. Esmeralda, desde luego, lo hizo. Al ver emerger de una callejuela a un joven gitano, esbelto y con una fría expresión, exclamó entre sorprendida y preocupada:

¡Andrei! ¿Cómo es que…? Hace años que… No, eso ahora no importa. ¿Has dicho que podemos ayudar a Quasi? ¿Y a más gente?

Andrei miró fijamente a los aprendices, quizás a modo de advertencia para que le dejaran terminar.

El hombre que hay ahí dentro es demasiado fuerte para vosotros dos. En realidad, para todos. Pero si se destruyen los cristales que lleva en una mano, volverá a estar casi al nivel de un mortal. Lo más probable es que no preste tanta atención a los que ve como simples hormigas. Pero será peligroso. Mucho. Sin mi ayuda.

[b]¿Por qué tienes amigos tan…peculiares?
—preguntó Febo.

Esmeralda no contestó. Ella, al menos, parecía dispuesta a escuchar a Andrei. En la catedral, por su parte, continuaban las explosiones.

Si Saito y Celeste decidían no escucharle, Andrei se encogería de hombros y se retiraría. Desde luego, no parecía muy interesado en que sus Maestras sobrevivieran. Así que quizá no fuera buena idea pedirle ayuda.

Pero sin el cristal de fuego… Si ni Lyn ni Nanashi habían conseguido vencerle a esas alturas…


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Celeste
VIT: 22/26
PH: 15/32

Saito
VIT: 35/80
PH: 24/38



Fecha límite: viernes 17 de febrero de 2017.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: Ronda 10

Notapor xXOrbOOkXx » Vie Feb 17, 2017 1:59 am

Raphaël era fuerte, y no solo físicamente hablando. Cuando le subí al caballo (o más bien cuando él se subió, por supuesto pesaba demasiado para mi escasa fuerza), lo único que profirió fue:

Ay, Virgen Santa

Y si no me asfixió con el fulminante abrazo que me estaba dando, lo hizo cuando comenzamos a galopar. Puedo asegurar sin duda, que lo que quería en realidad era sacarme un pulmón. Pero aún así era reconfortante sentir el viento en la cara y montar sobre un caballo a toda velocidad que, medio volando medio trotando se sentía como la libertad pura.

En cuestión de segundos perdimos de vista a los Sincorazón. Estuvimos a punto de atropellar a unas pobres criadas, de las cuales una se asustó al verme. ¿En serio? ¿Se asustaba más de mi que de un puñetero caballo volador? Reí con ganas.

Raphaël pareció erguirse más en el asiento, para inclinarse e indicarme las direcciones. Su tacto, incluso sobre la ropa, era tremendamente frío, pero su aliento parecía estar hecho de fuego. El mundo pareció ralentizarse, mis ojos lloraron por la velocidad. Fue una sensación divina.

Recuérdame que si no me ejecutan por traidor y brujo y salvamos a la princesa, debo darte las gracias.

Reí con ganas, más si cabía. En cuanto vi un pasillo más o menos sin gente, pude girar la cabeza y mirarle directamente a los ojos, casi soltando las riendas.

No me las des —le sonreí de forma burlesca, pícara. Pero era una sonrisa real, una que de verdad mostraba que estaba disfrutando. Que por primera vez, quizá en meses, me sentía plenamente libre—. Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo. Porque, ¿qué mejor que correr el mejor de los caminos, montado en un potro de nácar, sin bridas y sin estribos*?

Escuché un improperio y un golpe seco contra las patas del caballo. Debido a mi ligera distracción poética había arrollado a un caballero salido de la nada, pero no tuve tiempo de retractarme o pedirle disculpas. Bajamos por unas escaleras al galope, y los tumbos casi me hicieron caer del caballo. Por suerte tenía unos talones de plomo.

¡Ahí!

El grito me sacó de mi vaga ensoñación y euforia. La puerta. En ese momento, simplemente sería cuestión de bajar del caballo, realizar un plan y... Pero no pude parar. Estábamos demasiado cerca, e íbamos demasiado rápido. Literalmente no podía frenar, ¡nos íbamos a comer la puerta! ¡Maldita idea la de subirme en el caballo!

¡Raphaël, agáchate!

Me apliqué mi propio consejo: me agaché todo lo que pude sobre el caballo. Seguramente el choque sería tremendo, y tiraríamos la puerta abajo. Probablemente ambos cayéramos al suelo por el golpe y quizás estuviera desorientado por el mismo.

Pasara lo que pasase, tenía un plan.

Si se trataba de la misma habitación en la que se encontraba Hana, lo primero que vería serían a las tres figuras: Frollo, el Neosombra y la princesa. Podría percatarme de que Hana también estaba en la habitación por el comportamiento del Sincorazón y por la cara del juez. No perdería más tiempo.

Si me encontraba encima del caballo todavía, seguramente embestiría a los presentes y el Neosombra se lanzaría contra mí. En ese caso, antes de bajarme, le asestaría un Aturdidor, pero mi presa era Frollo. Le lanzaría un Aro para detenerle.

Si me caía del caballo, primero lanzaría un Aro a Frollo y luego me ocuparía del Neosombra con el mismo Aturdidor. Eso sí, esperé que tanto Hana como el noble me ayudaran.

¡Huye princesa! ¡CORRE!


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▪ Aro (HM) [Nivel 22] [Requiere Afinidad a Viento; Puntería: 16; Poder Mágico: 19] El usuario es capaz de invocar un halo de viento, que lanzará y perseguirá a un único objetivo durante un post. Si el aro consigue impactar contra el objetivo, este le atrapa impidiéndole movimiento durante un post completo. Se puede destruir con magias o ataques físicos de nivel superior.
▪ Aturdidor (HC) [Nivel 8] (Fuerza: 12) Aturde a los enemigos cercanos con un solo golpe, impidiéndoles lanzar ataques físicos.

*Ambas frases son anacronismos como una casa, aunque quién sabe, la Biblioteca de Bastión Hueco es muy extensa.

"Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo" Las cartas de Lorca.

"Qué mejor que correr el mejor de los caminos, montado en un potro de nácar, sin bridas y sin estribos"

Frase adaptada y extraída de "El Romancero Gitano", perteneciente a un romance llamado "La casada infiel"

(Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.)


Al menos no es una referencia al Nombre del Viento (?)
~Un cuarto de hora de risa, equivale a un año más de vida...~


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"Bastión Hueco" Novatos bajo la lluvia (Primer encuentro - Saga Novatos)
"Tierras del Reino" El nacimiento de un príncipe (Trama)
"Islas del Destino" ¡Buscad a mi perro! (Misión)
"Castillo de Bestia" Solos entre lobos (Primer encuentro - Saga Délaissé)
"La Cité des Cloches" Los miserables (Encuentro)
"Villa Crepúsculo" Una visita guiada (Encuentro)
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"Bastión Hueco" Novatos bajo el amanecer (Segundo encuentro - Saga Novatos)
"Ciudad de Paso" Lo que vale la pena (Encuentro)
"Ciudad de Paso" The Game Never Ends (Trama)
"Torre de los Misterios" Orden en la Biblioteca (Misión)

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"Especial libre" El laberinto de los corazones
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"Islas del Destino" Yincana veraniega
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor H.S Sora » Sab Feb 18, 2017 2:02 am

Ten cuidado, y no me sueltes. Todo irá bien.

Pero eso era mentira.

El caos y el fuego seguían propagándose por París, y nadie era capaz de hacer nada. Todavía no había encontrado a ninguno de mis compañeros, pero la otra opción era dejar morir a gente inocente que no podía hacer otra cosa que tratar de huir.

Es extraño. La guardia debería haber controlado ya los incendios, o al menos llevar la situación un poco mejor.

Cierto… ¿habrá pasado algo con los altos mandos de la guardia?

No había hecho otra cosa que acabar de ayudar al niño, cuando me encontré de cara con alguien a quién conocía muy bien: Celeste. Abrí y cerré la boca, extrañado al ver que no había vuelto sola de su viaje a dónde fuera que hubiera ido. Una mujer de pelo negro, ojos verdes y piel morena junto a un caballero blanco de pelo pajizo la acompañaban.

Me acerqué a ellos, pero me quedé mirándolos un momento, desconcertado por lo familiares que me eran y reconocí a medias al hombre. Aunque quizá me equivocaba de persona.

Respiré hondo. Eso daba igual ahora, había cosas mucho más importantes de las que preocuparnos.

Celeste, ¿dónde te habías metido?

Esperaba su respuesta, con los nervios a flor de piel. Estaba aliviado por verla a salvo, pero también notaba como una parte de mí se moría de ganas de gritarle por todo lo sucedido. Porque se hubiera ido, y volviera ahora que todo estaba en llamas.

Pero me contuve, lo importante era que nos habíamos vuelto a reunir.

¡¡TÚ!! ¡¿POR QUÉ?! ¡¿Por qué no estás ahí dentro?! ¡¿Cómo has permitido que esto haya ocurrido?!

Y la contención se fue a la mierda.

¡¿QUÉ HAS HECHO?!

¿PERO QUIÉN TE PIENSAS QUE SOY? —grité, harto ya de todo—. Yo me estaba matando ahí dentro, mientras tu te ibas a Dios sabe dónde. ¿Y sabes qué?

»¡NO ESTOY MEDIO QUEMADO POR GUSTO!

Cogí aire. No era momento para hacer el gilipollas. Y no, la discusión no iba a acabar ahí, pero prefería seguir en la intimidad. Suficiente espectáculo habíamos dado ya.

Están atacado la Catedral. ¿No estaréis pensando en volver?

Al ver el panorama general, me temí que la respuesta fuera un sí general. Y claro, no podía comentar lo del Villano Final capaz de masacrarnos a todos. ¿Por qué coño había tenido que traerlos con ella? ¿Desde cuando habíamos venido nosotros a socializar?

No sé que esperáis encontrar allí, pero no podemos volver a entrar. Es muy peligroso, y nosotros no podríamos hacer nada contra eso. Habría que intentar ayudar a la guardia a contener el fuego...

Pero no. O Celeste tenía otro motivo para meterse en la boca del lobo, o no estaba pillando mis no muy discretas indirectas.

Y evidentemente nos lanzamos al viaje de vuelta suicida. Avancé hasta conseguir ponerme al lado de Celeste y traté de que nuestros acompañantes no nos siguieran. Todo muy sutil, por supuesto. Y de mientras, el paisaje apocalíptico de Notre Dame se nos presentaba. Acentuada sobre todo por el fuego y la ausencia de cualquier ser vivo con dos dedos de frente.

Menos nosotros, claro.

Hay un maldito Villano Final ahí dentro, ¿se puede saber qué demonios buscas? ¿Que nos maten? Lyn y Nanashi se están encargando de él. Y lo único que podemos hacer es intentar no convertirnos en un estorbo para ellas.

»¿Puedes escucharme un maldito momento? Entiendo que quieras ayudar a tu ciudad y a los tuyos, pero así no hacemos nada. Nanashi me dijo que huyera, deja que las Maestras se ocupen…

Callé en el acto al llegar a la plaza. Notre Dame no había estado nunca en un estado tan deplorable, no que yo supiera. Las puertas habían reventado, al igual que la mayor parte de las cristaleras. Lo único que se veían eran un juego de luces y sombras que se entrechocaban.

¿Por qué tardan tanto?

Quizá se les haya complicado un poco. Pero saldrán de esta, ya lo verás.

Y… ¿y si no pueden contra él?

Son fuertes, saldrán de esta.

Pero no puedo quedarme a esperar hasta que salgan. ¿Y si para entonces ya es demasiado tarde?

Quasi, más te vale haber salido de ahí.

De ahí va a salir poca gente si no hacemos algo para impedirlo.

Empalidecí, buscando el origen de la voz. ¿Qué hacia él aquí? Me puse en tensión, esperando un ataque que nunca llegó. El traidor de Saavedra emergió de uno de los callejones, traté de que Celeste se frenara también en el acto.

¡Andrei! ¿Cómo es que…? Hace años que… No, eso ahora no importa. ¿Has dicho que podemos ayudar a Quasi? ¿Y a más gente?

Su mirada, helada y vacía, estaba sobre nosotros. Ni mi amiga ni yo estábamos en condiciones para plantarle cara a ese desgraciado, y aún así quería oír lo que fuera que tenía que decirnos. Después de todo, se había revelado de aquella manera y había dicho que todos teníamos que hacer algo para impedir la muerte de los que estaban ahí.

El hombre que hay ahí dentro es demasiado fuerte para vosotros dos. En realidad, para todos. Pero si se destruyen los cristales que lleva en una mano, volverá a estar casi al nivel de un mortal. Lo más probable es que no preste tanta atención a los que ve como simples hormigas. Pero será peligroso. Mucho. Sin mi ayuda.

¿Por qué tienes amigos tan…peculiares?

La pregunta quedó en el aire. Ninguno de los presentes parecía dispuesto a meter baza en el asunto, y aunque fuera un traidor, podía tener razón. Con los cristales en su poder, por mucho que fueran fragmentos, seguía teniendo una ventaja de la que no disponían nuestras Maestras. ¿Podíamos fiarnos?

Desde luego que no.

¿Pero qué otra opción tenemos?

Pues habla. No hay tiempo. ¿Cómo destruimos esos cristales? ¿Hay algún modo de evacuar la catedral de mientras? Y los incendios, ¿pararle los detendrá? ¿Salvará la ciudad?

Suspiré y fulminé a Celeste con la mirada. Perfecto. Esperaba que el antiguo miembro de Bastión Hueco siguiera dispuesto a ayudarnos, porque por desgracia nosotros dos no podríamos hacer nada por Nanashi. No después de haber convertido el río en magma y haber perdido los cristales.

Pero si ese desgraciado tenía una idea quizá…

Te arrepentirás.

Siempre lo hago.

Te escucho —dije finalmente—. ¿Qué propones? Te seguiré. Lo único que puedo decirte es que que yo sepa tiene dos cristales, y que su armadura ahora está fragmentada.

En una escala del uno al diez, confiar en él era quizá lo equivalente a volvernos a lanzar de cabeza contra una Maléfica dragón. Contuve una risa histérica y desquiciada: aunque no fuera verde, el fuego ya estaba servido.

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Acciones y diálogos ya acordados con Denna~
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor Nell » Sab Feb 18, 2017 2:47 am

La mente de Hana estaba en su cada vez más creciente deseo de librar al mundo (nuevamente) de ese condenado juez. Así que no tuvo reparo en seguirle hasta la habitación donde se había encerrado con la princesa, ignorando el peligro del resto de la gente. En su cabeza se justificaba pensando que la muerte de Frollo salvaría muchas más vidas que cualquier protección que ella pudiera brindar. Aquella visión le venía de sus días de pirata, y nada había podido cambiarla.

Aun invisible, sorteó la puerta sellada para encontrarse a Frollo forcejeando con la princesa. Por un momento creyó que quería forzarla. Luego se dio cuenta de que solo la retenía para que no saliera del cuarto.

No, Alteza, ¿qué diría de mí su Majestad si llegara a ocurrirle algo?

Hana estaba convencida de que Frollo quería dañarla personalmente como venganza. La princesa pareció pensar lo mismo.

¿Qué pretendéis? Si me hacéis algo, será evidente quién ha sido.

¿Eso creéis? Pero ¿y si no quedaran pruebas… Alteza?

La mujer le propinó una patada en sus religiosas partes e intentó escabullirse, pero Frollo le cogió por el pelo.

¡Deberíais haberos quedado atrás, princesa, en vuestro sitio! ¡Pero Dios sabe cuál es el que le corresponde a cada uno!

Entonces apareció una Neosombra. A aquellas alturas ya se había disipado toda duda de la culpabilidad de Frollo y Hana estaba preparada para actuar. Pero dudó. Tenía agarrada a la princesa y no sería fácil matarlo; no, al menos, con el sincorazón cerca y con la mujer desprotegida de por medio.

¿Qué debía hacer? ¿Matar a Frollo o salvar a la princesa? Unos minutos atrás no había dudado en ignorar el grito de Marie y perseguir al juez. Pero la princesa era cercana al rey, no una criada, y unas pocas declaraciones suyas bastarían para que cayera la deshonra sobre Frollo. Incluso si escapaba, quedaría proscrito de París.

Así que erais vos desde el principio.

No, mujer estúpida. Fueron vuestros pecados. Si no, no se me habría dado este poder. ¡A qué esperas! ¡Mátala!

Cruzó una mirada con la Neosombra (si acaso el sincorazón la estaba mirando en vez de relamerse por su jugoso corazón). La invisibilidad no le duraría demasiado tiempo, así que tuvo que reaccionar rápido. Escogió la peor opción: matar a Frollo a cualquier precio. Él no tocaría a la princesa a menos de que pudiera librarse del crimen de asesinato. Y una vez desapareciera, se encargaría del sincorazón.

Primero se hinchó a caramelos, ya que no tenía nada más a mano. Luego lanzó su Llave Espada hacia la Neosombra, con un Tiro Mortífero, con la intención de aturdirla lo bastante como para perturbar a Frollo y a la princesa. A continuación, aprovechando lo que quedaba de su hechizo, rodearía al juez para apuñalarlo por la espalda con su daga. Bonito y sencillo. No contaba aún con la posible aparición estelar de Simbad, por lo que se creyó sola en semejante situación.

En caso de que la Neosombra contraatacara, o que el juez se sobrepusiera a ella, se protegería con el ataque de Aqua filo. La princesa tendría que arreglárselas solas, algo no muy difícil dado que iba a llevarse la atención y el odio del resto de los presentes.

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Hana por suerte no es diabética y se toma tres caramelos. Repone su VIT al máximo.
Tenía 15 PH y suma otros 15 PH = 30 PH.

▪ Tiro mortífero (HC) [Nivel 15] [Requiere Puntería: 13]. Lanza el arma hacia los enemigos, siendo capaz de causar aturdimiento.

En caso de que la Neosombra o Frollo contraataquen, ella responde:

▪ Aqua filo (HC) [Nivel 15] [Requiere Afinidad: Agua, Fuerza: 20; Combate con armas blancas: 20; Poder Mágico: 20]. Recubre el arma de agua y corta al enemigo con un tajo descendente.
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Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal

Notapor Denna » Sab Feb 18, 2017 3:44 am

Carraspeé, enrojecida por la vergüenza, y fulminé a Febo con la mirada esperando a que terminaran de flirtear. No quería ni preguntar por eso del «dios del sol».

Si ya habéis acabado —menos mal que mi tono de voz no me traicionaba—, la ciudad está en llamas y tal.

Me llevé una mano a la mejilla, todavía rojísima, sin duda, y emprendí el camino de vuelta a la catedral. Tras un momento de duda, y un poco de mala gana —odiaba que me revolvieran el pelo—, le dije a Febo que me avisara si la herida iba a más y se encontraba peor.

Volver sobre mis pasos se me hizo eterno, como si a cada incendio por el que pasaba me distanciara todavía más de Notre Dame. La ciudad parecía sacada del infierno. El fuego se propagaba por todos lados, París había sucumbido al caos. Las calles estaban plagadas de filas de gente perdida, gente que gritaba, sin tener adónde ir y que trataba en vano de detener la expansión. Recordé las columnas de humo que había visto apenas unos minutos atrás. A estas alturas, el cielo entero ya estaría cubierto por una enorme nube negra.

Arqueé la espalda y tosí con violencia. Esto era mucho, muchísimo peor que lo de Agrabah. Y aquí no había djinns que pudieran salvar la situación. El Apocalipsis, decían los más desesperados. Sangre, fuego y humo. El día en que el sol se convertiría en tinieblas y la luna en sangre.

Quizás hoy era el día. Quizás había llegado la hora de decir adiós a La Cité.

Una sacudida me recorrió todo el cuerpo. No. Me negaba en rotundo. ¡No era justo! ¡No después de todo lo que había ocurrido! Aparté la idea de mi cabeza de inmediato. No dejaría que ocurriera nada más. Notre Dame. Tenía que llegar a Notre Dame... o a lo que quedara de ella.

No era justo. De entre todos los mundos, de entre todas las ciudades...

Contagiada por la histeria colectiva, adelanté a Esmeralda y a Febo y me dirigí hacia una de las casas incendiadas, ahí donde distinguía a una silueta familiar. Saito también me vio a mí, y dejó a un niño a salvo para acercarse hacia mí, con expresión confundida y... ¿compasiva?

Vi que empezaba a preguntarme algo. Le corté.

¡¡TÚ!! ¡¿POR QUÉ?! ¡¿Por qué no estás ahí dentro?! ¡¿Cómo has permitido que esto haya ocurrido?! —le grité, y Dios sabe que me habría arrojado a su cuello de no haber estado tan exhausta. Los músculos de las piernas casi me ardían, y sentía unos desagradables pinchazos en el pecho que no pude sino intentar ignorar—. ¡¿QUÉ HAS HECHO?!

¿PERO QUIÉN TE PIENSAS QUE SOY? —replicó él a su vez—. Yo me estaba matando ahí dentro, mientras tu te ibas a Dios sabe dónde. ¿Y sabes qué?

»¡NO ESTOY MEDIO QUEMADO POR GUSTO!


Acusé el golpe y entorné los ojos. Respiraba entrecortadamente. A sus espaldas y delante de mí, las llamas bailaban.

Egocéntrico de mierda —escupí—. Si vas a quedarte aquí lloriqueando, apártate de mi camino.

«Y no te atrevas a insinuar jamás que he huido».

Eché a andar de nuevo.

Están atacado la Catedral. ¿No estaréis pensando en volver?

Tú mira.

Saito profirió un quejido y siguió parloteando. Le ignoré y busqué con la mirada a Esmeralda y a Febo, que quizás habrían avanzado ya sin nosotros, y retomé el camino a la catedral.

No estaba preparada para la imagen.

Aunque poca, había hecho mal en mantener la esperanza. El fuego devoraba las paredes como una gran boca infernal, más enorme de lo que habría podido imaginar. Las preciosas cristaleras de colores habían estallado en algún momento y un espectral juego de luces se adivinaba desde el interior, un extraño y errático baile de sombras. Era imposible saber qué ocurría al otro lado. La puerta había sido reducida y, si bien el edificio mantenía aún así su elegancia, tenía la certeza de que terminaría cayendo también. El haber presenciado el nacimiento de Notre Dame con Simbad sólo sirvió para ver su final de una forma todavía más dolorosa.

Fue un shock. El golpe definitivo contra mi estabilidad. No me di cuenta de que cruzaba la plaza hasta que Saito volvió a detenerme.

¿Puedes escucharme un maldito momento? Entiendo que quieras ayudar a tu ciudad y a los tuyos, pero así no hacemos nada. Nanashi me dijo que huyera, deja que las Maestras se ocupen…

Calló al ver la catedral. Aproveché entonces para hablar con voz queda:

¡No me importa! Su plan ha fallado. ¡Seguramente estén muertas las dos! Así que aparta, voy a invocar el glider —ordené—. Un amigo mío podría estar ahí arriba. Protege a Esmeralda y a Febo de los Sincorazón que puedan venir. Si es que puedes.

De ahí va a salir poca gente si no hacemos algo para impedirlo.

¡Andrei!

Me giré con brusquedad. El recién llegado era un chico joven, de pelo negro y largo, tan calmado e inexpresivo en todo aquel desconcierto que retrocedí, abrumada. Era como si nada de lo que ocurría fuera con él.

¿An...drei? —repetí en voz baja.

¿Cómo es que…? —preguntó Esmeralda. Empecé a volverme hacia ella, despacio—. Hace años que… No, eso ahora no importa. ¿Has dicho que podemos ayudar a Quasi? ¿Y a más gente?

El hombre que hay ahí dentro es demasiado fuerte para vosotros dos. —Para mayor sorpresa, Andrei nos dirigió una mirada que no supe interpretar. Le devolví la misma expresión vacía, sin comprender—. En realidad, para todos. Pero si se destruyen los cristales que lleva en una mano, volverá a estar casi al nivel de un mortal. Lo más probable es que no preste tanta atención a los que ve como simples hormigas. Pero será peligroso. Mucho. Sin mi ayuda.

Sacudí la cabeza. Andrei sabía... ¿Qué sabía? ¿Quién era? Rescaté un recuerdo de hacía meses: Fátima, Fátima había conocido a un Portador llamado Andrei. De Bastión Hueco. Alguien malo. Estaba segura de que era la primera vez que veía a ese chico, y era consciente de que me faltaba una parte importante de la historia. Había algo antinatural en él y en su fría calma. Pero en mi estado, y en el estado de mi mente, ignoré toda advertencia.

Pues habla. No hay tiempo. ¿Cómo destruimos esos cristales? ¿Hay algún modo de evacuar la catedral de mientras? Y —la voz me tembló en esa palabra— los incendios, ¿pararle los detendrá? ¿Salvará la ciudad?
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Ronda 11

Notapor Suzume Mizuno » Dom Feb 19, 2017 10:09 pm


Hana y Simbad



No me las des —Raphaël arqueó las cejas ante la sonrisa de Simbad—. Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo. Porque, ¿qué mejor que correr el mejor de los caminos, montado en un potro de nácar, sin bridas y sin estribos?

Vaya, no por nada dicen que los gitanos tenéis lengua de plata…

Por desgracia, Raphaël no pudo decirle nada más de lo que había opinado de ese poema. Y Simbad tampoco estuvo en posición de verle la cara después de casi llevarse por delante a una persona.

Poco después, Simbad tomó una decisión:

¡Raphaël, agáchate!

Al mismo tiempo, al otro lado de la puerta, Hana disparó contra la Neosombra. Esta no pudo terminar de esquivar el ataque y se tambaleó hacia atrás. Frollo lanzó una imprecación, desconcertado y enfadado a partes iguales.

En el momento en que Hana se ponía a su espalda, las puertas estallaron tras ella y Frollo y entró un caballo —¿uno de verdad? No, no lo parecía— montado por Simbad y Raphaël.

Por desgracia para Simbad, aunque pudiera remotamente imaginar que Hana estaba allí, su presa estaba frente a sus narices y embistió. Es decir, se llevó a Hana, a Frollo y a la princesa por delante. Esta soltó una exclamación de dolor cuando acabó aplastada bajo el peso de los dos. Por suerte, al menos Simbad pudo acabar con la Neosombra, que ya había recibido su buena tunda por parte de Hana.

Raphaël bajó de un salto y corrió a ayudar a la princesa, que trataba de salir de debajo de Frollo, pero el juez la cogía por el pelo y la garganta, amenazando con desgarrarle el vestido.

¡Aparta, malnacido!

¡Raphaël…!

¡Huye princesa! ¡CORRE!

Frollo rugió y trató de ir tras la princesa. Su cuerpo despedía un aura oscura que les puso a todos los pelos de punta. De la boca surgió hasta lo que parecía ser una humareda negra y sus labios se retorcieron en una desagradable sonrisa.

¿Dónde creéis que vais, Alteza?

En su mano apareció un cuchillo, que debía haber llevado oculto en la manga. Entonces este se revistió de un filo negro que lo alargó hasta casi alcanzar el tamaño de una espada. Raphaël no dudó en coger a la princesa y huir al mismo tiempo que Simbad disparaba un Aro, que dio de lleno a Frollo y por poco a Hana. A esta, a su vez, se le acabó el hechizo que la mantenía invisible.

Frollo rugió y se debatió contra la atadura de viento. A su vez, aparecieron cuatro Neosombras del suelo. Hana se precipitó contra Frollo, pero no pudo ni siquiera con su arma reforzada atravesar el misma de oscuridad y fuego que de pronto brotó del hombre.

¿OS MARCHÁIS TAN PRONTO?—gritó en dirección a Raphaël y la princesa, que habían llegado a la puerta—. ¡Matadlos!

Dos de las Neosombras se apresuraron a obedecer y salieron corriendo detrás de los prófugos. Las otras dos rodearon a los jóvenes, dispuestas a cortarles la retirada. Frollo no se anduvo con remilgos: retrocedió, sí, pero al mismo tiempo se envolvió en la oscuridad y apuntó a una mesa, que estalló en llamas. En medio de una explosión, apareció una figura sensual.

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La danzarina de fuego los miró, como decidiendo a cuál atacar primero, y arrojó una bola contra Simbad. El chico pudo esquivarla, de modo que dio contra las cortinas de atrás. Y, entonces, la danzarina apareció en las cortinas mismas, que se consumían por el fuego, y trató de alcanzar al muchacho, otra vez sin éxito.

Había muchos objetos inflamables en aquella sala. Los cortinajes de las cuatro ventanas, la alfombra, un par de estanterías a los extremos y, cómo no, la puerta.

Bien, ¿a qué esperáis? No tengo tiempo que malgastar con vosotros.

Y las Neosombras se arrojaron sobre Hana y Simbad.

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Hana
VIT: 60/60
PH: 0/44

Simbad
VIT: 29/40
PH: 5/44


****
Celeste y Saito



Pues habla. No hay tiempo. ¿Cómo destruimos esos cristales? ¿Hay algún modo de evacuar la catedral de mientras? Y los incendios, ¿pararle los detendrá? ¿Salvará la ciudad?

Te escucho. ¿Qué propones? Te seguiré. Lo único que puedo decirte es que, que yo sepa tiene dos cristales, y que su armadura ahora está fragmentada.

Eso ya lo sabía, resulta evidente si miras lo que hace dentro de la catedral—respondió Andrei con un tono neutro—. Los cristales se destruyen como todo: por la fuerza o con magia. Pero para eso hay que quitarle el guantelete o el brazo a Gárland. Pero estará pendiente de cualquiera que lo intente. A menos que esté despistado y pueda hacerlo yo siendo invisible.—Andrei se encaró a Esmeralda y Febo—. Incluso vosotros dos podéis ayudar a despistar.

Estamos aquí para rescatar personas, no para luchar contra… Contra lo que sea que hay ahí dentro.

De alguna forma tendréis que llegar a donde está el jorobado. Incluso entrando por detrás tenéis que acceder a las galerías.

Esmeralda y Febo se miraron. La primera dijo que no hacía falta que él se arriesgara, pero Febo dio un paso al frente y soltó:

Dadme una espada y haré lo que me digáis. Pero, sirva o no, no pienso entrar a ese sitio sin una espada.

*



El plan de Andrei era relativamente sencillo, porque iban a tener que improvisar sobre la marcha. Esmeralda, más rápida y que conocía mejor Notre Dame, entraría por la puerta principal con Andrei —quien desapareció casi de inmediato. La gitana arqueó una ceja, pero no pareció sorprendida. Sin duda, Andrei había sido muy hábil de joven con los trucos de espectáculo y en medio de todo aquel caos… Bien. No había tiempo para asombrarse— y uno de los dos aprendices.

Febo, herido y más lento, y el otro irían por una de las puertas traseras de Notre Dame y correrían lo más rápido posible hasta la galería donde se hacían los ritos.

El objetivo de Esmeralda y Febo era llegar hasta la torre, pero su presencia podía hacer sospechar a Gárland de que se trataban de más Caballeros. Así, quizás consiguieran arrinconarlo un poco.

Ya que no contaban con ningún método como tal, pues carecían de la magia necesaria para hacer frente a Gárland, tendrían que usar las columnas, los bancos y todo lo que se les ocurriera para atacarle. Andrei, cuando viera un hueco, se acercaría a él y trataría de destruir los cristales o, en el peor de los casos, cortarle el brazo.

A ninguno de los dos grupos les sería difícil entrar, pero se encontraron con una imagen desoladora.

Gárland había conseguido arrinconar contra una de las paredes —de tal forma que le daba la espalda al grupo de Febo— a las dos Maestras. Lyn estaba cubierta de sangre y se mantenía a duras penas de pie, apoyada en Nanashi. La Maestra más mayor la cubría con su cuerpo y había levantado una enorme barrera. Pero Gárland atacaba sin descanso, con su espada y golpes de viento y destrozando el suelo de la iglesia para que este se retorciera en estalagmitas. Y esa magia parecía… interminable. Los cristales resplandecían en su mano izquierda.

Notre Dame, por su parte, estaba irreconocible. Parecía que hubiera pasado un tornado, un terremoto que hubiera destrozado algunas de las columnas y llenado de agujeros y grietas las paredes. Muchas de ellas estaban calcinadas por el ataque de Saito.

Esmeralda y Febo escucharían lo que Saito o Celeste tuvieran que decirles. A menos que les dieran armas, no tendrían nada más que con lo que habían venido —aunque Febo se habría hecho con alguna espada de algún guardia que hubiera encontrado por el camino—. En el caso de Febo, hasta se detendría a pelear si le daban algo para curarse.

Esmeralda, con todo, priorizaría llegar a la torre. Así que podía gritar o distraer a Gárland un tiempo, pero luego saldría escopetada.



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Celeste
VIT: 22/26
PH: 15/32

Saito
VIT: 5/80
PH: 24/38



Fecha límite: jueves 24 de febrero de 2017.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Suzume Mizuno
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