UNA ESPADA DE OTROS

Capítulo 1

Abrió los ojos, por un momento se sintió desorientado, pero enseguida recordó…
El día anterior había comenzado como cualquier otro, por la mañana la luz que entraba por la ventana de su cuarto lo había despertado como hacía todos los días de verano y él se había levantado, vestido y preparado para un nuevo día.

Era domingo, así que sabía que esa mañana tendría que ir a la iglesia… desde que sus padres murieron y él vivía con su abuela era una rutina solo interrumpida por las frecuentes recaídas de esta en una extraña enfermedad que los médicos parecían desconocer, pero que al igual que un día no podía levantarse de la cama al día siguiente tenía más vitalidad que un niño pequeño.

Bajó las escaleras y allí encontró a su abuela preparada para salir y con su desayuno preparado, mientras se lo tomaba pensó que la abuela había comenzado con sus misteriosos achaques a raíz de la muerte del abuelo… era algo bastante extraño, pero decidió no pensar más en eso porque las campanas comenzaban a sonar, si no se daba prisa acabarían llegando tarde.

Por suerte la iglesia no estaba lejos en absoluto, prácticamente vivían en la puerta trasera del edificio, y cuando llegaron apenas había unas tres o cuatro personas más dentro del templo, todos conocidos, lo que es normal teniendo en cuenta que en ese pequeño pueblo apenas vivían habitualmente unas cincuenta o sesenta personas.

Al acabar el oficio el cura cogió su coche y salió del pueblo como todas las semanas, aparte de los camiones que traían las pocas cosas que había en la tienda era el único que entraba y salía del pueblo regularmente, por lo que la pequeña localidad cacereña quedaba prácticamente incomunicada.

Pero sin embargo se sentía una atmósfera extraña, como una presencia… algo o alguien se acercaba, y fue entonces cuando vieron entrar a aquel… ¿hombre?

Llevaba un abrigo largo negro de cuero, unos pantalones largos y unas botas altas hasta las rodillas todo del mismo color y material, pero lo más extraño no era eso, sino la enorme katana que llevaba en su mano derecha y… ¡un ala negra saliendo de su hombro derecho!

Alzó un brazo y gritó algo, pero nadie prestó atención a sus palabras, ya que en ese momento el cielo se oscureció y aparecieron unos extraños seres negros por todas partes.

La gente intentó huir, pero las criaturas parecían salir por todas partes y al tocar a los humanos parecían convertirlos en nuevos seres… el único lugar seguro parecía ser la iglesia, ya que aunque las criaturas la rodeasen no se atrevían a entrar en ella, hasta que el hombre llegó y derribó la puerta con un golpe de su espada.

- Entrad ahora, mis sincorazón, y devorad la cerradura de este mundo – dijo al penetrar en el templo, y añadió – Quién iba a pensar que la cerradura de un mundo tan grande se encontrara en un lugar tan… insignificante.
Fue en ese mismo instante cuando una especie de “cúpula” de oscuridad le cubrió y lo absorbió a un lugar que desconocía mientras unas palabras el misterioso hombre resonaban en aquel “túnel”: “Y ninguno de los dos está aquí…”

Cuando abrió los ojos de nuevo se encontraba tirado sobre un frío suelo de piedra, parecía encontrarse en un castillo, e intentó salir de este lugar, pero al atravesar la puerta se golpeó contra alguien… o algo…

Parecía un osito de peluche, apenas llegaba al medio metro de altura y tenía un pompón sobre su cabeza aparte de dos curiosas alas en su espalda.

- El invitado ha despertado, kupó, será mejor que avise a los otros… - y desapareció por un largo corredor dejándole como atontado, ¿qué demonios era esa criatura?
- No te preocupes – oyó una voz que venía del otro extremo del pasillo – esas criaturas se llaman moguris, no tienen nada que ver con las que atacaron tu mundo.
- ¿Quién eres tú? – gritó sobresaltado - ¿qué demonios estás diciendo de mundo? ¿qué está pasando aquí? ¿dónde estoy?
- Este chico hace demasiadas preguntas, Squall – dijo una chica que apareció al lado de la otra figura.
- Te he dicho que no me llames así, Yuffie, ya no me merezco ese nombre.
- Lo siento, León…
- Será mejor que lo llevemos con Cid, él podrá responderle mejor que nosotros… ¡eh, chaval! ¡por aquí!

No parecía haber ninguna otra opción, así que decidió seguir a los dos personajes hasta otra sala bastante iluminada y con un enorme ordenador.

- ¿A que clase de criatura abandonada me habéis traído ahora, Squall, Yuffie? – dijo una voz que provenía de delante del ordenador.
- Yo no he traído a nadie – gritó la chica – Cloud lo dejó en el castillo, dijo algo de que había sido Él.
- Ya veo – dijo otra mujer que salió de detrás del ordenador – así que el hijo de Jenova ha vuelto… pero no vamos a dejar al pobre chico ahí plantado. Hola, me llamo Tifa, estos son Squall y Yuffie y aquel de allí es Cid, ¿y tú cómo te llamas?
- Yo soy
- Bien chavalín, voy a explicarte un poco por encima lo que pasa aquí. – Dijo el hombre del ordenador. – Pero no me interrumpas por muy absurdo que te parezca. No solo existe un mundo, hay muchos, muchísimos, y todos están conectados entre si. ¿Me sigues?
- Mmmm… ¿Si?... pero parece el argumento de un videojuego, ¿no?
- Tú calla y escucha, bien, pues resulta que esos seres que atacaron tu mundo, los sincorazón, se alimentan del “corazón” de los mundos, de su energía vital por decirlo de alguna manera.
- ¿Y eso es lo que pasó con el mío?
- Exacto, una vez que el corazón del mundo es devorado, el mundo desaparece junto con todos sus habitantes, excepto algunos que son enviados a otros mundos.
- ¿Y el hombre que iba con ellos también era un sincorazón?
- No – interrumpió Tifa – ese hombre es… bueno, no es un humano del todo, pero es algo parecido, era compañero de uno de nuestros amigos hasta que nos traicionó y vendió nuestro mundo a los sincorazón a cambio de… poder.
- Dijo algo de “ninguno de los dos está aquí…”
- Uno de “esos dos” podría ser Cloud… pero, ¿y el otro?
- No está claro – saltó la otra chica – ¡debía referirse a Sora!
- ¿Cloud? ¿Sora?
- Cloud es el antiguo compañero de Sephiroth, el hombre que atacó tu mundo, y Sora es el portador de la Llave Espada.
- ¿La Llave qué?
- Parece que habéis olvidado que no sabe nada. – intervino León, que se había mantenido callado hasta ese momento. – La Llave espada es el único arma capaz de impedir que los sincorazón devoren las cerraduras, los corazones de los mundos.
- Ya veo… ¿y entonces que hacéis vosotros aquí?
- Defendemos este mundo de los sincorazón y apoyamos al portador se la Llave en lo que podemos.
- Ya veo… bueno, como me habéis salvado… supongo que debería ayudaros, ¿no?
- ¿Salvado? – dijo otra voz que venía de la puerta del castillo.
- ¡Cloud! – gritó Tifa, y salió a recibir al recién llegado.
- Yo no te salvé de nada, llegaste a este mundo a través de un portal oscuro, yo solo te recogí y te traje aquí.
- ¿Un portal oscuro?
- Es uno de los caminos entre mundos, - aclaró Squall – pero es extraño, solo los sincorazón y algunas otras criaturas que por ahora prefiero no nombrar pueden crear esos portales…
- Entonces, o soy un bicho muy raro que puede crear portales sin ser un sincorazón ni nada por estilo y sin tener ni idea de lo que es, o alguien me sacó de ese mundo…
- Exacto.
- No lo comprendo.
- Nosotros tampoco.

Así acabó esa conversación y Yuffie le llevó a una de las habitaciones del castillo donde aprovechó para preguntarle.

- Oye, Yuffie, antes León te dijo que no merecía que le llamaras Squall o algo así, ¿por qué?
- El mundo de Squall fue destruido por los sincorazón, fue vendido por una Bruja, Artemisa, y la mujer que el amaba, Rinoa, quedó atrapada en el vacío del mundo.
- Vamos, que desapareció, ¿no?
- Si, y desde entonces León se siente culpable por no haber podido protegerla y abandonó su nombre para no olvidar nuca su mundo y la promesa que hizo al llegar aquí de luchar contra los sincorazón hasta recuperar lo que perdió o morir en el intento…
- Eligió el camino de la lucha, ¿no es así?
- Igual que todos nosotros, todos los que estamos aquí, incluso Sora, perdimos nuestro mundo y decidimos luchar contra lo que nos lo quitó todo.
- Yuffie…
- Dime.
- He decidido… ¡Que yo también voy a luchar!, aunque pueda hacer poco, me enfrentaré a los sincorazón y os ayudaré en todo lo que pueda.
- Me alegra oír eso, toda ayuda es poca en estos momentos y aunque al principio puedas pensar que no eres más que un estorbo en el camino de los demás, pronto serás capaz de luchar contra los sincorazón a nuestro lado como uno más.
- Gracias, Yuffie.

Ese había sido el día que cambió su vida, acababa de despertar, ese mismo día comenzaría con su entrenamiento para dominar los poderes que pudiera tener, o simplemente para aprender a manejar un arma que le permitiera enfrentarse a los sincorazón, pero lo que no sabía es que acababa de convertirse en una pieza más del tablero, y por el momento era el peón más insignificante de todos, aunque estaba destinado a convertirse en una pieza importante del juego…

Mientras tanto, muy lejos de allí, dos figuras vestidas completamente de blanco y encapuchados, hablaban entre sí:

- Parece que ya has elegido tu nuevo juguete.
- Jaja, ¿eso crees?
- ¿Acaso me equivoco?
- En efecto, no es mi nuevo juguete, es mi nueva arma.
- ¿Un arma? ¿ese chico?
- Aunque no lo creas, en las manos adecuadas ese chico se convertirá en la espada más poderosa.
- ¿La Espada de los Dioses?
- En efecto, Mateus, ese chico se convertirá en la Espada de los Dioses, y cumplirá nuestra voluntad.
- Espero que no te equivoques esta vez, Sanctus, maestro…



Capítulo 2

Los días pasaban monótonos, por la mañana entrenaba con León el uso de la espada, después tenía un rato de descanso para comer y descansar un poco de la paliza que le había dado su compañero, ¿es que no sabía contener un poco su fuerza?, por la tarde entrenaba magia con un viejo mago que parecía estar medio chiflado, un tal Merlín, y ya por la noche estudiaba los mudos y a los sincorazón con Cid, y en algunos ratos libres se contaban historias de sus mundos entre ellos, lo que hacía que sus ganas de conocer otros mundos aumentaran.



Pero lo que deseaba por encima de todo era enfrentarse a los sincorazón, en cuanto tenía un rato libre miraba al cielo esperando ver acercarse a esas criaturas, y un día, mientras hacía eso, algo ocurrió, algo cayó del cielo cerca de donde él estaba, y cuando llegó al lugar encontró a una chica tirada en el suelo.

Rápidamente la recogió y la llevó al castillo, donde la acostó en una de las habitaciones y fue a avisar a sus compañeros. Cuando regresó junto con Tifa y León la chica ya se había despertado y miraba extrañada a su alrededor.

-¿Dónde estoy?
-Tranquila, esto es Bastión Hueco, caíste en este mundo después de que el tuyo fuera atacado por los sincorazón.
-¿¡Y los otros!?
-Puede que hayan acabado en otros mundos o puede que hayan desaparecido.
-¿No puedes tener un poco más de tacto, León? – dijo Cross– esta chica acaba de perder su mundo y lo más seguro es que sepa lo mismo que yo cuando llegué aquí.
-Tiene razón – intervino Tifa – será mejor que antes de nada le expliquemos todo, por cierto, ¿cómo te llamas?
-Blanca
-Encantada, yo soy tifa y estos son León y Cross, ven conmigo, te presentaré a los demás y te explicaremos lo que está pasando. Cross, podrías ir a la entrada, si Cloud vuelve dile que ha llegado otra más.

Mientras que Tifa y León se llevaban a la chica a la sala donde se encontraban los demás Cross se fijó por primera vez en la recién llegada. No era muy alta, debía tener unos dieciséis o diecisiete años, como él, tenía el pelo corto y moreno, pero había algo extraño en ella, algo que le atraía, algo que le hacía sentir… raro…

Cuando se perdieron en el pasillo decidió ir a esperar a Cloud a la entrada, y no tardó en oír el motor de Fenrir, la moto de este, y en cuanto le dijo que había llegado otra persona más a aquel mundo se dirigió a su cuarto, se encontraba cansado y necesitaba pensar.

Al día siguiente la rutina cambió radicalmente, él ya no era el nuevo, y desde ese momento León, para su alivio, dejó de darle sus palizas matutinas, desde ese día entrenaría todas las mañanas con Blanca, y pronto los dos alcanzaron un nivel de manejo de la espada más que aceptable.

Unas semanas después Cid apareció en mitad de las prácticas de magia gritando:

-¡Han vuelto!, ¡Ya han vuelto!
-¿Quiénes? – gritó Merlín, sobresaltado, lanzó un conjuro de fuego que se suponía debía alcanzar el escudo que Cross había creado, pero que pasó rozando la cabeza de Cid.
-¿¡Acaso quieres matarme, viejo loco!?
-¿Quiénes han vuelto, señor Cid? – preguntó Blanca educadamente.
-(Que educada es esta chica siempre) Sora y sus amigos.
-¿Sora?
-Si, el elegido de la Llave Espada – explicó Cross.
-La Llave Espada… ese cacharro que dices que puede sellar los corazones de los mundos… y dices que ese chico va acompañado de un pato cabreado y un… bicho loco… ¡para ver esas cosas hay que estar muy borracho o haber fumado algo!
-Si no nos crees – la interrumpió Merlín - ¿por qué no vienes tu misma a comprobarlo?
-¡Por supuesto que lo haré!, ¿vendrás conmigo, Cross?
-Cla- claro… - respondió el chico poniéndose algo colorado.
-Entonces vayamos todos – dijo Merlín.

Bajaron de la torre del mago y se dirigieron a uno de los sótanos del castillo donde una extraña nave acababa de aterrizar.

-¡Parece un juego de Lego! – bromeó Blanca
-¿Esa es la nave Gumi? – dijo Cross desilusionado – esperaba algo más… esperaba algo más.
-Es una de las pocas maneras de viajar entre los mundos – explicó Cid – mirad, ahí bajan los chicos.
-Hey Cid, ¡cuánto tiempo sin ver ese careto tuyo!
-Acércate, Sora, que te de un abrazo.
-Si, no tengo yo otra cosa que hacer, por cierto, ¿esos dos quienes son?
-Yo soy Cross, y esta es Blanca, nuestros mundos fueron destruidos y acabamos aquí.
-Yo soy Sora, este de aquí es Goofy y aquel pato gruñón del fondo es Donald, solo hemos venido a instalar esta pieza en la nave Cid, ¿tardarás mucho?
-Dame cinco minutos.

Poco después los tres compañeros partieron de nuevo en su nave y todo el castillo volvió a la normalidad.

-Así que era verdad… - dijo Blanca.
-¿Ahora nos crees? – intervino Yuffie.
-Es solo que… es difícil de creer viniendo de donde vengo.
-Lo se… al principio todo es difícil.
-¿Por cierto, donde está Cross?
-Creo que subió a la torre… ¿por?
-No, no, por nada…
-¿Qué te pasa con ese chico? Puedes contármelo, no se lo diré a nadie.
-Pues… no se… es como si… me recordara algo… a mi mundo…
-La verdad es que desde que llegaste se le ve más animado.
-Y aún así parece tan triste…
-Ha perdido su mundo, como tú.
-Lo se… creo que por eso me siento tan… cerca de él…
-¿Por qué no vas a hablar con él?
-¡Estás loca!
-Jajaja, no te cabrees, solo era una sugerencia…

Mientras tanto sobre la torre una persona observaba el cielo esperando ver una señal, algo que le dijera que hacer, hasta que una voz conocida le sobresaltó a su espalda.

-Así que estás aquí.
-León, me has asustado.
-Lo siento, es solo que no esperaba encontrar a nadie aquí arriba, suelo venir a pensar.
-Es un buen lugar…
-¿A qué estás esperando? ¿alguna señal?
-La verdad… es que no lo se…
-Sabes que los sincorazón atacarán este mundo pronto, ¿verdad?
-Si, es posible que sea eso lo que espero.
-¿Una manera de saber lo que ocurrió aquel día?
-Si, si ellos atacan es posible que lo que sea que ocurrió aquel día pase de nuevo…
-Pero también es posible que no ocurra…
-Si, pero de todos modos lo que va a ocurrir es inevitable, los sincorazón ya están en camino…
-¿Cómo lo sabes?
-Los siento, siento su hambre, sus ganas de devorar corazones… puedo sentir su ira, su odio hacia cualquier ser que posea un corazón…
-Ya veo…
-La puerta está a punto de abrirse…
-Esta historia puede acabar aquí.
-No, León, te equivocas, esta historia no ha hecho más que comenzar…